ERASMO, EL ILUMINISMO Y LA INQUISICIÓN
FERNANDO
HERRERO SALAS
ERASMO, EL ILUMINISMO Y LA INQUISICIÓN
EL CARDENAL CISNEROS
PROFETISMO E ILUMINISMO
El misterioso fray
Melchor y fray Juan de Cazalla. Las “beatas.
EL ILUMINISMO ESPAÑOL
FRAY JUAN DE CAZALLA
ALGUNOS RASGOS DE LOS ILUMINADOS
PRIMEROS ENCUENTROS DE ERASMO CON ESPAÑA (1516-1520)
LOS AÑOS QUE SIGUEN A LA CONDENACION DE LUTERO: ERASMO O “EL EVANGELIO”
UNA VÍA DE SOLUCION POSIBLE AL PROBLEMA DE LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE
ERASMO Y EL ILUMINISMO ESPAÑOL: EL ENCHIRIDION
LA INVASION ERASMIANA: TRADUCCIONES CASTELLANAS DE ERASMO
VIRUES
JUAN DE MALDONADO
EL ERASMISMO AL SERVICIO DE LA POLITICA IMPERIAL
PERSECUCION DE LOS ERASMISTAS
LA REFORMA ESPAÑOLA
LOS HETERODOXOS EN EL INTERIOR: CARRANZA, CAZALLA, CONSTANTINO, EGUIA,
CAZALLA.
EL ERASMISMO CONDENADO
AGUSTÍN DE CAZALLA
DON CARLOS SESSO
1.
FRAY DOMINGO DE ROJAS
DOÑA ANA
ENRIQUEZ
LOS AUTOS DE FE DE 1559 EN VALLADOLID
Precedentes
AUTOS DE FE
EN 1559, VALLADOLID
EL AUTO DE 21 DE MAYO DE 1559,
VALLADOLID
EL AUTO DEL 8 DE OCTUBRE
DE 1559, VALLADOLID
ULTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
ARIAS MONTANO, FRAY LUIS DE GRANADA. DE FR. LUIS DE LEON: LOS NOMBRES DE CRISTO DON QUIJOTE.
AUTO DE FE
DE 1680, MADRID
JUICIO Y CASTIGO INQUISITORIALES
BIBLIOGRAFIA
ERASMO, EL ILUMINISMO Y LA INQUISICIÓN
Ocho días después de haber fijado Lutero sus tesis en la puerta de Schlosskirche de Wittenberg, muere el
Cardenal Cisneros en el momento de poner la carga de la regencia en manos de
Carlos de Gante.
Confesor de la reina Isabel desde 1492, provincial de los franciscanos
en Castilla, Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas desde 1495 e
Inquisidor General desde 1507, regente del reino en dos ocasiones, domina la
vida religiosa española durante los 20 años que preceden a la Reforma. El dio
el más formidable empuje al espíritu evangélico desde la constitución de la
Iglesia, un empuje preparado por todo el siglo XV. Cisneros, fundador de la
Universidad de Alcalá, inspirador de la Biblia Políglota, pertenece a la historia
de la Prerreforma, en primera fila entre los promotores de aquella philosophia Christi por la cual va a
entusiasmarse Europa.
A los canónigos de Toledo les invita a someterse a la regla agustiniana
en un intento de “tratar y arreglar todo
con su Iglesia, no en el fuego y las conmociones, sino en el soplo dulcísimo de
una brisa ligera, es decir, en la suavidad y en la mansedumbre”.
Choca en su intento de reforma de las costumbres de los clérigos con la
aristocracia del clero diocesano reacia a los planes del prelado reformador.
Hay una hostilidad abierta entre el grueso del clero y las aspiraciones
reformadoras de un pequeño número, La
mayoría de los clérigos no está ni más ni menos corrompida moralmente que las
demás clases sociales. No se distingue ni por sus virtudes de castidad y
obediencia ni por su cultura intelectual. El clero secular, en masa,
reniega de su magisterio espiritual.
Aquí está una de las causas del prodigioso empuje de las órdenes monásticas,
sobre todo de las mendicantes. Estos frailes aparecerán como los verdaderos
representantes del ideal cristiano.
La reforma de las órdenes religiosas se presenta de manera muy
diferente. Desde los días en que fue confesor de la Reina pudo emprender con
éxito esa tarea, apoyado también por la bula de 1493 de Alejandro VI dejándole
vía libre para reformar los monasterios masculinos y femeninos. La reforma de
Cisneros consistió en un intento de quitar a los conventuales sus monasterios,
unas veces por la fuerza, otras por las buenas, e instalar en ellos a los
observantes, al menos dentro de su Orden religiosa. Cuando choca con la
imposibilidad de suprimir a los conventuales, los esfuerzos de los reformadores
se encaminarán a llevarlos a la “Observancia”. Esta reforma interna se
extenderá ya desde los franciscanos a todas las demás Órdenes religiosas poco a
poco y con el apoyo decidido de los Reyes.
Entre los dominicos comienza también un proceso de reforma al interior
de la Orden para disminuir los graves abusos de la vida conventual y favorecer
la formación intelectual. La inauguración en 1496 del Colegio de San Gregorio
en Valladolid, llamado a rivalizar con el de San Esteban de Salamanca, es un
acontecimiento fecundo para los estudios teológicos en el seno de la Orden.
Entre los benedictinos también esa reforma interna se va abriendo paso
poco a poco. Dentro de ellos, la rama de los Bernardos o Cistercienses comienza
desde los años 1470 una reforma lenta, que chocará con todos los impedimentos y
lastre que tenía la vida conventual hasta entonces, y se irán adhiriendo a la
Observancia uno a uno y no sin antes compensar con honores y dinero a los
antiguos abades “dueños” de sus monasterios. El intento de observancia de los
benedictinos parte del Convento de San Benito de Valladolid hacia 1496.
En el caso de los jerónimos, la más joven de las órdenes religiosas, la
más floreciente y enriquecida por su proverbial diligente administración, no
hubo división en fracciones rivales. La admonición de los Reyes Católicos de
que no se sustrajesen del claustro para
salir a vigilar la buena explotación de sus granjas era recibida con cierto
recelo pues argumentaban que de otro modo, deberían vivir de otra manera, y
hacerse mendicantes, lo que no estaba en su consideración.
El enorme crecimiento numérico de la observancia franciscana hacia el
año 1521 no se hace sin la incorporación de elementos dudosos: Hay, en todo
caso, un verdadero exceso de clérigos, así regulares como seculares. Por otra
parte, hay una minoría monástica apasionada por la espiritualidad dentro de las
filas de la reforma franciscana y la dominicana. Esta minoría simpatizará con
Erasmo, y aún llegará a hacerse, a veces, sospechosa de luteranismo. Siendo la
vanguardia del catolicismo, tendrá, sin embargo, afinidades profundas con la Reforma
protestante.
CISNEROS tuvo en mente no sólo la reforma y educación de las nuevas
incorporaciones sino también el proyecto de renovar la enseñanza teológica por
medio de la introducción del escotismo. El ejemplo de los dominicos de San
Gregorio de Valladolid parece que le hizo acariciar la idea de presentar una
visión distinta a la tomista. Y el plan de Cisneros, si no se plasmó en Toledo,
sí pudo hacerlo en Alcalá de Henares, donde el Arzobispado de Toledo tenía un
palacio. El 22 de enero de 1510 se promulgaron las nuevas constituciones de la
Universidad de Alcalá. No se funda cátedra de Derecho, de las que ya había
demasiadas, sino que en Alcalá piensa promover desde la gramática a las artes
liberales (incluida la medicina), y de las artes liberales a la teología,
vivificada por el estudio directo de la Biblia. Junto a la Universidad el
Colegio de San Ildefonso reunirá a los mejores profesores y estudiantes, estos
últimos becados.
Si la Universidad de Alcalá parecía innovadora en España era por su
Facultad de Teología. Salamanca había permanecido fiel a la Escolástica, a
Santo Tomás y al Maestro de las sentencias. Cisneros se empeñó en
introducir en España la filosofía de
Duns Scoto, que en los países del Norte compartía con el tomismo la dignidad de
doctrina clásica, de forma que los dos pensadores tenían su cátedra respectiva
en Alcalá, y además e creó una tercera cátedra de Teología en favor de la
doctrina nominalista, siendo esto último la gran novedad con respecto a
Salamanca, aunque no era ajena a los debates originados por la doctrina de
Guillermo de Occam. La crítica nominalista había conmovido al Catolicismo al
consumar el divorcio entre la razón y la fe. Esta crítica se hallaba en el
origen de dos movimientos inversos: el uno, de tendencia mística, llevaba a la
fe desnuda, y el otro terminaba, en cambio en el triunfo de una escuela
terminista. Poco después sería la misma Salamanca la que promovería esa vía
nueva del nominalismo.
Lo que el nominalismo aportó a España fue una confirmación de las ideas
fideistas reinantes entonces. Y se da una correspondencia entre la acogida que
se dispensó al Nominalismo y el estudio directo de la Biblia con la ayuda de
las lenguas primitivas de los dos Testamentos (tendencia esta última que se
impone en Alcalá). Alcalá volvía a la tradición de los Padres de la Iglesia y
se hace necesario el estudio del griego, que será dotado de cátedra, a la que
seguirán cátedras también para el
hebreo, el árabe y el siríaco. La enseñanza de las lenguas antiguas va unida en
Alalá a la gran empresa de la Biblia Políglota. Pero en sus comienzos, ni
siquiera el griego y la provisión de su cátedra y demás se hizo con garantías
ni medios suficientes. No hay un deseo de conocer el helenismo. Del griego sí
que tiene necesidad el Catolicismo para remontarse a la lengua del Nuevo
Testamento, a los Padres y a Aristóteles, para remontarse a las fuentes
metafísicas y a los textos de la revelación. Si Cisneros hubiese vivido unos
cuantos años más tendríamos un Aristóteles greco-latino. Pero Alcalá permaneció
fiel a esta norma de sus Constituciones en que la Teología se serviría de las demás ciencias como
siervas.
Pero ese plan de hacer una Biblia trilingüe no tuvo una planificación y
una continuidad necesaria por parte de todos los que fueron colaborando en
ella. Los mejores humanistas de la época; NEBRIJA y HERNAN NUÑEZ se incorporan
muy tarde (hacia 1513), aunque Nebrija estuvo haciendo por su cuenta trabajos
relativos a materia de crítica bíblica desde años antes y esto junto a sus
trabajos propios encuadrados en su esfuerzo por restaurar la antigüedad
íntegra. Parece que a Nebrija hay que considerársele aparte en su obra de
humanista cristiano. Él es no sólo el precursor del erasmismo español, sino que
se anticipa al mismo Erasmo. En 1460 había desembarcado en Italia y en Bolonia
había comenzado a respirar la atmósfera de libertad crítica, a que tanto había
contribuido Valla con su “Anotaciones”
al Nuevo Testamento. Vuelto a España Nebrija entre 1473 y 1486 trabaja por su
cuenta y guiado por su maestro PEDRO DE OSMA, que es condenado hacia 1478.
Erasmo no se pronuncia en esta polémica, no dijo lo que pensaba de esta
condenación. En 1486 Nebrija ha salido de la Universidad para entrar al
servicio del Gran Maestre de Alcántara, Don Juan de Zúñiga, gran señor, piadoso
y amigo de las letras, y rodeado de sabios de los que era mecenas. Hernán Núñez, discípulo de Nebrija, parece
que pasó también en la “academia” de Juan de Zúñiga algunas temporadas.
Es allí donde NEBRIJA se orienta hacia la antigüedad cristiana. Y parece
que es en contacto con sabios de origen judío como resuelve algunas de las
dificultades que plantea la Vulgata. En 1495, al dedicarle a la reina Isabel,
sus Introductiones latinae, alude a
sus trabajos arqueológicos sobre las antigüedades de España. NEBRIJA, COLET Y
ERASMO por orden sucesivo cronológicamente se irán transformando en servidores
de un humanismo cristiano cuyo hechizo atraerá a tantos humanistas. Desde 1495
Nebrija está consagrado a la crítica textual de las letras sagradas. Después de
medio siglo de Imprenta la cuestión de la crítica bíblica se planteaba más
imperiosamente que en tiempos de LORENZO VALLA, fallecido en 1460. Al morir en
1504 DON JUAN DE ZUÑIGA, recién nombrado arzobispo electo de Sevilla, NEBRIJA
era solicitado por la Universidad de Salamanca para ocupar la cátedra de
Gramática.
Cuando la Corte se traslada a Salamanca en 1505-1506 para la firma del
acuerdo entre Fernando el Católico y Felipe el Hermoso, Nebrija se encuentra
allí y conversa con Cisneros sobre cuestiones bíblicas. Por este tiempo es
cuando el Inquisidor General, FRAY DIEGO DE DEZA, confisca los papeles de
Nebrija, alarmado como estaba de que un gramático investigara sobre el texto
bíblico. Nebrija apelará al cardenal Cisneros al que dirige una Apologia. En realidad, tanto Nebrija
como Erasmo en sus apología a las Universidades de Salamanca o e Paris, siguen
las normas que recomiendan San Jerónimo y San Agustín, y que Nebrija formula
así: “Cada vez que se presentan variantes
entre los entre los manuscritos latinos del Nuevo Testamento, debemos
remontarnos a los manuscritos griegos; cada vez que haya desacuerdo entre los
diversos manuscritos latinos o entre los
manuscritos latinos y los manuscritos griegos del Antiguo Testamento, debemos
pedir la regla de la verdad a la auténtica fuente hebraica”. Esto y no la
disputa sobre cuestiones absurdas como
aquella de “si las quididades de
Escoto, pasando por los lados de un punto, pueden llenar el vientre de una
quimera” es lo que importa.
En 1507 Deza, comprometido por las crueldades de Lucero de Córdoba, se
ve obligado a dimitir de sus funciones, y le sucede como Inquisidor General el
CARDENAL CISNEROS. Es entonces cuando
NEBRIJA le dedica su “Tertia Quinquagena”,
conjunto de disertaciones filológicas acerca de 50 pasajes de la Biblia. La
labor de Nebrija en la Biblia Políglota no parece que se diera más que al
final, a la hora de repasar la obra que está ya siendo imprimida. Y parece que
Nebrija salió pronto del grupo de los Complutenses, cuando estos quisieron
introducir glosarios para las palabras pertenecientes a las lenguas semíticas,
es decir en 1514-1515. Cuando en 1513 es llamado a Alcalá, se da cuenta del
error de planificación del trabajo, en que se ha estado elaborando el texto en
cada lengua por separado. Su intención al salir de Salamanca era corregir la
Vulgata comparándola con los textos hebreos, caldeos y griegos. Como esa no era
la intención de Cisneros, y Nebrija no da su brazo a torcer, prefiere
permanecer al margen. Erasmo, prescindirá de las diferentes versiones de la
Vulgata latina para para hacer su edición greco-latina el Nuevo Testamento: El
“Novum Instrumentum” hace abstracción
de la Vulgata, intentando devolver todo su honor al texto griego. Es lo que
pretendía también Nebrija.
En 1517 aparecería la Biblia Políglota. Las discrepancias con el texto
de Erasmo, que tampoco es perfecto, son claras. En cualquier caso la Biblia
Políglota de Cisneros muestra los 2 textos, latino y griego, en paralelo,
manteniendo un estricto respeto por la versión consagrada. La crítica moderna
juzga superior el texto de Alcalá al texto erasmiano. Pero como no se sabe qué
manuscritos griegos tuvieron los Correctores complutenses, no podemos saber si
se cambia el texto griego a partir de la Vulgata en algún caso para establecer
la concordancia. Así el famoso “comma johanneum” lejos de apartarlo de la
Vulgata es traducido al griego, cuando en ninguna versión griega aparece. Al
morir Cisneros, se retrasará la publicación y puesta en venta de la Biblia
hasta 1522, año en que Erasmo ya había hecho 3 ediciones del Nuevo Testamento.
PROFETISMO E ILUMINISMO
El misterioso fray
Melchor y fray Juan de Cazalla. Las “beatas.
En medio de toda esa conmoción del concilio cismático, la propaganda de
un misterioso iluminado que se arroga el papel de un “profeta”, y se llama FRAY
MELCHOR, se nos revela justamente a través de una denuncia de fray JUAN DE
CAZALLA, capellán de CISNEROS, si bien muy pronto él y su familia habrán de
desempeñar un papel capital durante medio siglo. Juan de Cazalla constituye el
lazo de unión entre la España cisneriana y la España erasmizante que va a
venir.
FRAY MELCHOR, en su personal apocalipsis, se ve como el redentor de un mundo que se
va a acabar. Sus profecías recuerdan las de BOVELLES. Pues bien, estos
vaticinios seductores para algunos, seducen también a Juan de Cazalla: Ve en la
figura del tirano apocalíptico a FERNANDO, al seudopapa lo ve encarnado en
CISNEROS. Y la prueba de la corrupción de la Iglesia la ven en la figura de los
inquisidores rapaces y crueles, como aquel famoso LUCERO, el hombre de las
hogueras de Córdoba, a quien se le acaba de recompensar con un obispado. FRAY
MELCHOR se ve apoyado con muchos hombres espirituales no sólo en España sino
fuera también. Cazalla no es ajeno a la atracción de este personaje, del que
apenas podemos establecer su itinerario
este año de 1512: Procedente del Monasterio del Abrojo, cerca de Valladolid,
permanece en Guadalajara durante cierto tiempo, antes de dirigirse a Andalucía
para hablar con el vicario general. A su regreso, dos meses después, se detiene
en Toledo donde conversa con la Madre Marta y vuelve a ver a Cazalla. Al
guardián de San Francisco de Guadalajara le muestra una licencia del vicario
general, a quien tiene que ir a ver a Aragón. De allí, quizás pasa a Francia y
se lleva como tesoro las revelaciones de la santa visionaria a quien él llama
“mi señora Brígida” y se pierde su rastro.
En España no es sólo la beata de Piedrahita, María de Santo Domingo,
quien corrobora sus revelaciones. En la región de Salamanca otra religiosa,
llamada Francisca, llena del espíritu de Dios, le ha dado muchos testimonios de
su vocación y su unción divina. Y en Toledo ha consultado a la madre Marta,
quien en éxtasis ha pronunciado maravillas sobre Melchor y le entrega una carta
donde ha escrito lo que distingue las obras del diablo de las de Dios. Esta
benedictina del convento de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, es considerada
por Cisneros como favorecida de dotes milagrosas, y además recibe la visita del
Rey y de todos los prelados.
En ese mismo año de 1512 es en el que aparece el calificativo de
“alumbrado” aplicado a un franciscano
que se siente llamado por Dios para engendrar a un profeta que habrá de salvar
el mundo. En busca de una virgen sin mancilla, escribe a la célebre Madre Juana
de la Cruz, quien le denuncia. Pero la aceptación de que goza el tal MELCHOR
entre las religiosas contemplativas, la más famosa de las cuales es Sor María
de Santo Domingo (la “Beata de Piedrahita”) es muy grande.
Las esperanzas mesiánicas de los espirituales españoles se concentran en
la persona de CISNEROS, como harán 15 años después alrededor de la figura del Emperador CARLOS. Cazalla se calló la
profecía del antipapa aplicada a alguien de quien había recibido tanto. En los
corrillos más favorables a CISNEROS se le contempla y desea como al futuro
Papa.
EL ILUMINISMO ESPAÑOL
El movimiento iluminista, tan
extendido entre la orden franciscana, que por otra parte, ve la necesidad de
una reforma, enciende hogueras de vida espiritual, y abona el terreno para una
fermentación mística como la del iluminismo. En el movimiento iluminista
participan muchos cristianos nuevos: Fr. Melchor y Fray Juan de Cazalla, son
muestra de ello. Fray Juan de Cazalla difunde el
evangelio iluminista con la colaboración de su hermana María. El hermano de ambos Pedro, casado con Leonor de Vibero, y que
ocupa lugar prominente entre la burguesía de Valladolid, pues es alto
funcionario de las finanzas reales, da a Francisca Hernández hospitalidad permanente. No es casualidad que casi
todos los alumbrados cuyos orígenes familiares nos son conocidos pertenezcan a
familias cristianas de fecha reciente. Y esto se nota especialmente en Toledo
(los Ortiz y otros muchos). El hecho se podría explicar por
su desarraigo respecto a sus raíces judaicas, y a que no han asimilado el
cristianismo donde esperaban encontrar un fermento de inquietud religiosa. Y si
huyeron convencidos del ritualismo judío, no es de extrañar que chocaran contra
un catolicismo encorsetado también de normas y dogmas y se dirigieran hacia la
tradición, ortodoxa, que proveniente de varios Santos Padres, se estaba
reivindicando.
Pero es un movimiento muy amplio, en que algunos, al tiempo que buscan una libertad religiosa que
la Inquisición no les permitía, siendo gente acomodada, también querían tener
el dinero a buen recaudo, pues también la Inquisición era una pesadilla en este
sentido. Es así como se explica que Pedro Cazalla, pagador de la gente de guerra, sea un iluminado a
su manera, pues odia todo lo que sirva para sacarle el dinero. Era consciente
de que “entre él y Dios no había más que un hilo”. Por ello, mientras
vocifera contra la Inquisición y el Emperador y se encierra en una habitación
junto con su esposa y Francisca Hernández,
esconderá su vajilla de plata un día en que la Inquisición quiere
quitarle su oficio.
Hay, pues un claro elemento crematístico en estos iluminados que
trabajan en calidad de administradores en las casas aristocráticas, dándose una
especie de simbiosis que une a los manejadores hereditarios del dinero con los
detentadores hereditarios de la fortuna territorial. Es el caso de los tíos
maternos de Cazalla y de la familia Ortiz, sobre todo. En efecto, altos aristócratas les defienden.
Así, en Guadalajara, en la mansión de
los Mendoza, Duques del Infantado, María Cazalla conversa con la duquesa, y se
relaciona con otros potentados. Isabel de la Cruz también tiene a sus pupilos
al servicio del tercer duque del Infantado en Guadalajara.
El mismo Almirante de Castilla, Don Fadrique Enríquez, hombre de Estado, queda tan seducido por su
cuñado, el marqués de Villena, por lo que respecta a la piedad interior de los
alumbrados, que llama en 1525 a Medina del Campo al alumbrado Juan López (quien terminará sus días en la hoguera), quien, a
su vez recluta a otros: Juan del Castillo, Diego López de Husillos, Beteta,
Villafaña, el impresor Miguel de Eguía. Durante algún tiempo gozaron de su
liberalidad en una casa de campo del Almirante.
El Marques de Villena, mecenas de Alcaraz, morirá poco después que a éste se le condene a ser azotado en los
cadalsos de todas las ciudades donde ha predicado y a oír la sentencia
condenatoria de prisión perpetua.
Son pues, muchos elementos los que entran en juego en este movimiento
iluminista y todos estos elementos hacen que la postura de cada cual se
concrete de forma diferente, pero hay unas afinidades que les unen a todos
ellos, y si bien pudiéramos pensar que dinero e iluminación no suelen ir juntos,
el elemento libertario y reivindicativo que propugnan los iluminados, hace que
tratando de huir de la Inquisición por la macula de su nacimiento que amenaza
también sus bienes, les haga caer en manos de la propia Inquisición por motivos
ideológicos o teológicos. Su reivindicación libertaria es humanista por cuanto
no descuida aspectos materiales y espirituales.
Pero esta fuera de duda que es un movimiento de renovación religiosa
similar al que se da en toda Europa, pues la revolución religiosa y el iluminismo
tienen sus raíces en la devotio moderna
de la última Edad Media; el iluminismo continúa la espiritualidad que floreció
bajo el patrocinio de Cisneros. Y es que
el iluminismo es heredero de una tradición de interioridad que se
remonta a San Jerónimo y San Agustín, aparte de que desde 1523 sufre una
influencia clara de los libros de Erasmo,
influencia que se manifiesta sobre todo en el Obispo Cazalla quien predica a los alumbrados de Pastrana, en una línea que recuerda
el pensamiento del Enchiridion, donde El
Sermón de la Montaña ocupa un lugar central.
El iluminismo español es un cristianismo interiorizado, un sentimiento
vivo de la gracia. Hay que distinguir dos tendencias dentro de él, aunque ambas
corrientes en realidad mezclan sus aguas.
Castilla la nueva: El “recogimiento” es
el modo de espiritualidad que florece entre los reformados de Castilla la
Nueva. Es un florecimiento alentado por CISNEROS y que encontrará su expresión
más rica en Fr. Francisco de Osuna, Fray Francisco de
Ortiz y F. Cristóbal de Tendilla. Eran partidarios de la espiritualidad
visionaria de la Madre Marta o de la Beata de Piedrahita, y también la famosa
Francisca Hernández.
Los alumbrados “dejados” que predican el “abandono” a Dios parecen obrar
con menos prudencia. Es una espiritualidad
más atrevida. Habían sido iniciados por los anteriores, los recogidos y tiene
su centro de gravedad en Pastrana. Sus promotores son Nicolás de Enbid y el
sacerdote Olivares. Pero esta manera de hacer oración no gozaba de la
aprobación de la “beata” Isabel de la Cruz ni del iluminado lego Pedro Ruiz de
Alcaraz.
Pero en 1522 ciertos franciscanos de Cifuentes, discípulos del laico ALCARAZ y de la “beata” Isabel
de la Cruz, y en particular Fr. Francisco de Barreda habían conseguido
un adepto en Pastrana: Francisco Jiménez de Santo Domingo. En 1523 Alcaraz en
persona se presenta en Pastrana. En todas partes Alcaraz fundamenta sus
palabras en la Biblia, principalmente en San Pablo. Como Ortiz se hallaba
presente en la ciudad, las dos tendencias (la del “recogimiento” versus
“dejamiento” o abandono) se pudieron enfrentar en largas discusiones.
El grupo de los “dejados”
aborrecía los arrobamientos místicos de que hacían gala los “recogidos”.
Los dejados hacen hincapié en el
milagro cotidiano del amor: Dios es el único que puede infundir en el hombre un
amor digno de Él. El teólogo Melchor Cano verá en esta afirmación la
quintaesencia del Iluminismo. En esto están de acuerdo los “recogidos” y así FR. FRANCISCO DE ORTIZ en 1524 en un sermón de Cuaresma en Burgos
llega a decir que Cristo se halla más perfectamente en el alma de los justos
que en el Santísimo Sacramento. Esta última proposición se incluirá el año
siguiente (1525) en el EDICTO contra los alumbrados.
De esta importancia primordial que se concede al amor se desprende una
ética atrevida, desconcertante para los devotos timoratos. Lo esencial es
“dejarse al amor de Dios”, pues este amor “ordena
a la persona de tal manera que no puede pecar mortal ni venialmente”. Fray
Francisca Hernández tenía fama entre sus adictos de haber alcanzado tal grado
de santidad que ya no le era necesaria
la continencia. Viene a relacionarse con un sistema moral emparentado con el
siervo arbitrio de Lutero.
Los franciscanos abogaban por un método místico
llamado "recogimiento" –la
unión del alma con Dios- y los que lo practicaban "recogidos". Su
versión más radical, que fue condenada por los propios franciscanos, resaltaba
la unión pasiva del alma con Dios, método que era conocido con el nombre de
"dejamiento" y a sus seguidores como "dejados" o "alumbrados".
Algunos nobles protegieron a estos grupos que buscaban una religión interior
más auténtica. Destacaron el que estuvo bajo el mecenazgo del duque del
Infantado en su palacio de Guadalajara y el de Escalona, protegido por el
marqués de Villena. Por su
parte la misma Duquesa del Infantado escribirá
poco antes de la dieta de Augsburgo de 1530 un libro en colaboración con el
obispo Fr. Juan de Cazalla. El libro sale de Guadalajara, hoguera del
iluminismo, convertida por la influencia de Alcalá en hoguera del humanismo
cristiano. [1]
Imagen del palacio de
Escalona
Según Joseph
Pérez, los alumbrados o iluministas,
"preconizan un abandono sin
control a la inspiración divina y una interpretación libre de los textos evangélicos.
Los alumbrados afirman
que actúan movidos únicamente por el amor de Dios y que de él procede su
inspiración; carecen de voluntad propia: es Dios el que dicta su conducta; de
ello se sigue que no pueden pecar. Los alumbrados rechazan
la autoridad de la Iglesia, su jerarquía y sus dogmas, así como las formas de
piedad tradicional que consideran ataduras: prácticas religiosas (devociones,
obras de misericordia y de caridad), sacramentos…".
Los alumbrados se reunían en conventículos
en pequeñas localidades del centro de Castilla, como Pastrana o Escalona,
leían e interpretaban personalmente la Biblia y preferían la oración
mental a la vocal, como hicieron posteriormente los quietistas. Los alumbrados
creían en el contacto directo con Dios a través del Espíritu Santo mediante
visiones y experiencias místicas. Por eso algunos místicos como Teresa de
Ávila fueron inicialmente sospechosos de pertenecer a los alumbrados.
Pedro Ruiz de Alcaraz, Isabel de la Cruz,
Bedoya formaron el núcleo de Escalona de 1511, que algunos han considerado como un precedente del pensamiento de
Juan de Valdés al proclamar el “amor de Dios” no como idea mística,
sino como certeza absoluta de que Dios guía a la mente humana para poder leer
la Escrituras con entera libertad.
Alcaraz decía que todas nuestras buenas obras proceden de Dios, y que el hombre
no puede hacer nada por sí, como no sea someterse a Dios y reconocer su nada,
siendo este mismo conocimiento ya un don de Dios. Pero ello no significa un
laxismo moral. Y por lo general en el movimiento iluminista de Castilla no se observa la turbia mezcla de
sensualidad y misticismo que caracterizará, medio siglo después, a los
alumbrados de Llerena.
El abandono que profesa Alcaraz no es un abandono a la inclinación
natural, sino más bien lo contrario: debía luchar contra las propias pasiones,
El radicalismo moral de estos “dejados” o “perfectos” se inspira en el Sermón
de la Montaña. Pero si el Iluminismo invocaba la inspiración divina era para ir
en contra del formalismo religioso y de rutina devota. Sólo hay una oración que
resume las demás: Fiat voluntas tua. Pero la crítica al culto de las imágenes,
y a la vida monástica, bulas de indulgencia, excomuniones, ayuno y abstinencia
le hicieron un candidato a su condena en el EDICTO. El principal libro de los
partidarios de la teoría del “recogimiento” fue publicado 2 años posteriores al
Edicto, pero en realidad no había un abismo infranqueable entre estas dos
tendencias.
Por su parte el abandono a Dios de la escuela de Alcaraz tampoco es la
negación de todo esfuerzo ascético, puesto que adopta la fórmula del
“mortificate membra vestra”.
En la predicación de Cazalla a los
iluminados de Pastrana, Francisco de Osuna, Fray Francisco de Ortiz, Isabel de
la Cruz y María de Santo Domingo se reconoce la superioridad de la oración
mental. Pero se basa en un ascetismo moderado.
En ese momento tendencias de tipo reformista y contra reformista están
mezcladas: No son dos escuelas de sombrío pesimismo, dominada la una por la
inhumana predestinación, y afanada la otra en mantener carne y espíritu en la
obediencia al precio de una ascesis sin misericordia. Pues bien, las dos
tendencias iluministas españolas difieren muy poco. Tanto los “recojidos” como
los “dejados” dan la espalda a una devoción triste que invoque los sufrimientos
de Cristo. El ascetismo se humaniza porque se siente la gracia y el cuerpo no
es un enemigo demasiado temible.
El movimiento iluminista va a acompañado de unas características
sociales, siendo la primera de ellas el papel tan importante que juegan las
mujeres, si bien complican el estudio del movimiento pues tienden a constituir
centros de atención más o menos rivales.
Hay que destacar a La Beata de Piedrahita hacia 1509, la beata Francisca
Hernández en Salamanca hacia 1519
(frecuentada por jóvenes clérigos como Bernardino
de Tovar, hermano del doctor Juan de Vergara, el franciscano Fr. Gil
López y el Bachiller Antonio de Medrano, este último relacionado con ella
en una intimidad vecina del concubinato). Por su parte la acción de Isabel de la Cruz, terciaria franciscana que vive en
Guadalajara, donde se codea con los principales, y que desde 1519 se la ve en compañía de
Pedro Ruiz de Alcaraz, es menos turbia que la de Francisca Hernández, pero más
profunda: Por mediación de Alcaraz, quien se confiesa alumno suyo en materia
espiritual, y de los Cazalla, Isabel es la principal inspiradora de los
“dejados” de Castilla La Nueva. Iluminada, partidaria de la teoría del “abandono”
se la enseña a Fray Diego Barreda, maestro de los alumbrados de Pastrana.
Isabel de la Cruz sería condenada a cárcel perpetua, aunque en 1538
aparece como reconciliada con la
Iglesia.
María de Cazalla, admiradora de Isabel
y su sucesora en Guadalajara, es hermana del obispo Fr. Juan de Cazalla,
antiguo capellán de Cisneros. Está casada con un importante burgués de la
villa, Lope de Rueda, y es madre de varios hijos, aunque su vida conyugal pasa
por malos momentos. Parece atormentada por la idea de perfección. María Cazalla
ejerce, en compañía de su hermano el obispo, un verdadero apostolado por la
predicación íntima. La encontramos a su lado en Pastrana en 1522, momentos en
que el evangelio del abandono se difunde por estos lugares. Su influencia en
Guadalajara se deja notar en los palacios de la aristocracia y hace atraer su
atractivo hasta entre los clérigos de Alcalá: Tovar se hizo devoto suyo, aunque
antes lo había sido de Francisca Hernández.
FRAY JUAN DE CAZALLA
El obispo
Juan Cazalla, hermano de María de Cazalla, además de ser un ferviente
erasmista, también fue un alumbrado y luterano. Había sido fraile franciscano y
cristiano nuevo, así como capellán del Cardenal J. CISNEROS.
En 1509
había estado combatiendo en la última cruzada contra los moros de Orán y
escribió una detallada exposición de la captura en aquella ciudad, Cisneros
mandará a su capellán obispo Cazalla, relación detallada de los hechos que se
imprimirá en Toledo. Desde aquí se difundirá a toda la cristiandad produciendo
en todas partes gran impresión. Aparecerán publicadas otras historias debido al
eco del acontecimiento. Cisneros casi enloquecerá de locura profética. “Siete años después, el Obispo Juan de
Cazalla conservaba el recuerdo de las “imaginaciones casi locas” que se
escapaban de su boca: anunciaba, en un plazo de doce años, la reconquista de
Jerusalén, una renovación total de la cristiandad y su extensión hasta los
confines de la tierra, y una reforma de la Iglesia por hombres espirituales,
apostólicos y admirables a quienes la omnipotencia de Dios iba por fin a
suscitar” (Bataillon, 1995, pág. 56).
Hacia
1520 Cazalla era un habitual en los círculos alumbrados y en 1521 él estaba con
Francisca Hernández y Bernardino Tovar en Valladolid. En 1523 predicaba el
iluminismo en Pastrana, siendo alojado en casa de Gerónimo de Olivares. En 1525
predicaría en Navarrete, donde llamó la atención de Antonio de Medrano, quien
por entonces se había separado de Francisca Hernández en Valladolid. Por 1526,
después de la dispersión del apostolado de Medina de Rioseco, Cazalla y Diego
López Husillo, decidieron hacer obra de apostolado en el extranjero entre los
moros, pero no pasaron de Portugal.
Cazalla por estos años de 1526 escribió varios libros. Colaboraría con María Arias para escribir un Comentario de los Evangelios que ganaron las alabanzas de Felipe Melanchthon. En 1528 publicó “Lumbre del alma” un tratado “místico” que como el “Diálogo de Doctrina cristiana” de Juan de Valdés, fue suprimido por la Inquisición. Es sugestiva la reiteración que hace Bataillon sobre el obispo fray Juan de Cazalla, atestiguando la activa participación de los “cristianos nuevos” en el iluminismo, siendo grandes difusores del evangelio iluminista (o “cristianismo evangélico”) al lado de su hermana María de Cazalla y Pedro de Cazalla, casado con Leonor de Bivero que no solo estaban dentro de la burguesía de Valladolid, sino también dentro de movimiento luterano.
Cazalla por estos años de 1526 escribió varios libros. Colaboraría con María Arias para escribir un Comentario de los Evangelios que ganaron las alabanzas de Felipe Melanchthon. En 1528 publicó “Lumbre del alma” un tratado “místico” que como el “Diálogo de Doctrina cristiana” de Juan de Valdés, fue suprimido por la Inquisición. Es sugestiva la reiteración que hace Bataillon sobre el obispo fray Juan de Cazalla, atestiguando la activa participación de los “cristianos nuevos” en el iluminismo, siendo grandes difusores del evangelio iluminista (o “cristianismo evangélico”) al lado de su hermana María de Cazalla y Pedro de Cazalla, casado con Leonor de Bivero que no solo estaban dentro de la burguesía de Valladolid, sino también dentro de movimiento luterano.
ALGUNOS RASGOS DE LOS ILUMINADOS
La importancia de estos iluminados, tanto hombres como mujeres, se deja sentir también en sus contactos con
las órdenes mendicantes, especialmente con el franciscanismo reformado. No
estuvo el Iluminismo patrocinado por los superiores de la Orden. Así el
capítulo provincial celebrado en 1524 en el monasterio toledano de San Juan de
los Reyes se asusta de los progresos de esta “herejía” contra la que la
Inquisición ha comenzado sus persecuciones. También Fr. Juan de Olmillos ha de
renunciar a sus éxtasis públicos en Escalona e Isabel de la Cruz es
encarcelada. Ortiz, por permanecer fiel a la sospechosísima Francisca, se ve
humillado por sus superiores.
Otro dato importante es
la participación de los cristianos nuevos en el movimiento iluminista. Es el
caso de Fray Juan Melchor y F. Juan de Cazalla. Fr. Juan de Cazalla, su hermana
María y su hermano Pedro – casado con Leonor de Vibero - que ocupa un lugar
importante entre la burguesía de Valladolid – difunden el evangelio iluminista.
Los Ortiz, al igual que los Cazalla, son de origen judío. Bernardino Tovar y
los Vergara son también de ascendencia judía. Isabel de la Cruz es conversa.
Alcaraz procede también de familia de conversos. El erasmista Maldonado
afirmaba categóricamente que los alumbrados de la región de Toledo eran
conversos en su mayor parte. Se explica esto por un doble fenómeno: primero porque
están desenraizados del judaísmo y de sus formas litúrgicas y buscan en el
Cristianismo una válvula de escape. En segundo lugar, son todos ellos
provenientes en la burguesía, que es la capa social de la que en todos países
sálenlos revolucionarios religiosos. Y por otra parte aspiran a la libertad
religiosa tanto más cuanto que se sienten más amenazados en sus personas y bienes por la Inquisición.
Otro rasgo a tener en
cuenta es su influencia en determinados aristócratas y de la más alta nobleza:
Hay una especie de simbiosis entre los manejadores hereditarios del dinero y
los detentadores hereditarios de él. Así Alcaraz llega a gozar de gran
confianza por parte del Marqués de Villena, D. Diego
López Pacheco, que en 1523 lo admite como criado en su palacio ducal de
Escalona. En Guadalajara es a la sombra de los mismos Mendoza, Duques del
Infantado, donde encuentran buena acogida los iluministas. El Almirante de
Castilla, D. Fadrique Enríquez, queda también
seducido por los alumbrados, tanto es así que en 1525 llama a Medina de Rioseco
al alumbrado Juan López y concibe con él
un plan para evangelizar sus estados. Diego López de Husillos, Juan del
Castillo, y varios canónigos de Palencia quieren seguir el plan.
PRIMEROS ENCUENTROS DE ERASMO CON ESPAÑA (1516-1520)
La crisis religiosa de la época de Carlos V se entiende mejor cuando se
sabe que el alma española estaba familiariza con el Evangelio desde principios
de siglo. En 1501 el franciscano español Fr. Ambrosio MONTESINO emprende la
tarea de traducir la Vita Christi del
cartujo Ludolfo de Sajonia, que había refundido los 4 Evangelios en uno solo
para componer una historia de Cristo, en que está incrustado el Evangelio entre
una enorme cantidad de comentarios. Pero este libro llegaba al corazón por la vía
de la imaginación. Alrededor de este libro surgieron nuevas Vita Christi. El mismo MONTESINO, diez
años después de la Vita Christi, iba a contribuir también a la vulgarización
del Nuevo Testamento cuando, a petición del rey FERNANDO, revisó la versión castellana
de las Epístolas y Evangelios
litúrgicos. Ya se había hecho en 1485 una traducción de los “Evangelios e Epistolas” en Zaragoza,
obra del jurista MICER GONZALO DE SANTA MARIA. La nueva traducción corregida de
MONTESINO se estuvo reimprimiendo hasta 1559, cuando el más riguroso de los
índices prohibió toda traducción de las Escrituras a lengua vulgar, pero
acompañó la vida de muchos españoles y abrió el camino a las traducciones de
los Santos Padres, entre ellos San Agustín. La compilación apócrifa atribuida a
S. Agustín de la obra titulada “Meditaciones,
soliloquio y manual” tuvo mucha influencia en el drama de la Contrarreforma
española. El capítulo XV del “Soliloquio”
se intitula “Cómo el hombre no puede nada
por sí sin la gracia divina”. Esa afirmación de la impotencia de la
voluntad para realizar las buenas obras sin la gracia reafirma con fuerza la
idea de “predestinación”. El movimiento místico español quedará imbuido de
estas ideas. Muchos son los libros de tipo místico que van apareciendo. El más
famoso de todos fue la “Imitación” o
“Contemptus mundi” atribuida comúnmente a Gersón, y que fue el libro más
popular en toda la Europa de la época. Es una especie de manual del
desprendimiento hasta llevar al alma a una embriaguez en la contemplación
divina.
Por lo demás, este cristianismo suspendido por completo de la gracia
no es incompatible con la sabiduría puramente humana de los filósofos
antiguos. Trátese de Aristóteles, Cicerón, Boecio, Séneca o Petrarca, la
filosofía se considera como una preparación a la imitación de Cristo, y abre
también las puertas de la sabiduría inmemorial de los proverbios.
Pero en el afán de convertir las masas de judíos y de revisar las de los
nuevos conversos, algunos agregados con violencia, hace aparición entre los
franciscanos, algunos de los cuales son de ascendencia judía, el ILUMINISMO. En 1512 la tiara papal estuvo
a punto de quedar entregada a la ambición del Emperador o quizás de un
CARVAJAL.
Pues bien, ya en 1516
(Noviembre, 26, Palencia) el abad de Husillos. G. De Bovadilla, se dirige en
Carta al Cardenal Cisneros hablándole del Novum Instrumentum, (Nuevo
Testamento) de ERASMO, en que le recomienda incorporarle a su Escuela de Alcalá
para que revise la versión del Nuevo Testamento, hecha en 1514, pero aún no
publicada: “Illmo y Rmo. Sor. Deseo yo
tanto ver del todo salida a la luz esta obra tan solemne de la sagrada
escritura en las lenguas que se haze por V. Sª Rma. Y por su mandado... Ya V. S
Rma. Según me scriuen, ha visto a Erasmo y su traducción sobrel Nuevo
Testamento cotejada con el griego y, aunque yo alcanço asaz poco, tanbien le he
algo reuisto. Y a la verdad, en todas laspartes del buen teólogo y de ser harto
doto en lo griego y hebraico y ser elegante latino, parecido ha a muchos y aun ami
que es excelente persona, y de otras obras suyas lo sabíamos primero… y para
los del Testamento Viejo, parecíame que V. Sª Rma. No devría estar sin tal
persona como la de Erasmo, y con su parecer y corrección hazer la publicación
de toda la obra, y que se devria comprar su presencia por algún tiempo…”. [2]
Cuando apareció el Elogio de la
locura en 1511, ya era célebre
Erasmo. Su acceso a la notoriedad tuvo lugar ya en 1508, época de su estancia
en Venecia y de la publicación por Aldo Manucio, de las Adagiorum chiliades. Hay en esta obra glosas que hacen reconocer
aquel mismo cristianismo en espíritu que el Enchiridion
oponía ya al “judaísmo”. Pues bien, cuando sale publicado el Novum Instrumentum en 1514, con
las nuevas Annotaciones, la obra, a
pesar de que la versión paralela latina fue desmejorada por la intervención de
terceros, su versión en griego sería la edición príncipe del Nuevo Testamento
griego. Este año aparece también la Institutio
principis christiani, dedicada al archiduque Carlos.
La naturaleza del menaje de todo lo que sale de su pluma es la
“philosophia Christi”. Y esta la explica más ampliamente en su Paraclesis ad philosophiae christianae
studium, manifiesto de 1516. La
filosofía de Cristo debe ser vivida, no argumentada. Y sería un error creer que
el cristianismo contradice a los grandes filósofos que aparecieron antes de
Cristo. Pero ni Escoto ni Santo Tomás pueden reemplazar el mensaje original de
los apóstoles y de San Pablo. Insiste en la simplicidad de la ley de Cristo y
en la libertad cristiana mientras se perfila una clara tendencia
antiescolástica.
En 1517 Erasmo se encontraba en mayo en los Países Bajos. En el mes de
febrero en una carta menciona al cardenal de Toledo junto a Leon X como
protectores del humanismo. A continuación recibirá invitaciones de varios
príncipes así como del Cardenal de Toledo, como le comunica a Tomás Moro en
carta del 10 de julio. Pero lejos de
atraerle España, le parece un país extraño en estrecho contacto con los semitas
rebeldes al cristianismo. Es más, Erasmo
no era hebraizante y toda la masa del Antiguo Testamento le parecía desigual y
extremadamente difícil. Y aunque el asunto de si venir a España se le planteó
de nuevo en 1517, ya que era consejero del rey Carlos, quien venía a España,
rehusó. La razón más íntima quizás fuera su mayor simpatía por la dinastía
borgoñona. En 1516 había ofrecido a Carlos la Institutio, y es esta tarea de teórico más que de político la que
le atrae, sobre todo si lo que tiene en mente es una política de paz a ultranza,
y Erasmo por su conocimiento de la Corte no se sentía a gusto dentro de ese
mundo de intereses.
De los años 1517-1520 no se conserva nada de su correspondencia con la
Corte en España, y la Institutio
entra en España en las bibliotecas particulares en 1518. De la Universidad creada por Maese Rodrigo en
Sevilla salieron algunas generaciones de doctos canónigos que habían proseguido
la tarea de traducir a los clásicos. Pero es una minoría selecta, entre la que
destaca Diego López de Cortejana, que es el traductor de Erasmo. En 1520
aparece la traducción de la Querella
pacis, de Erasmo, escrita en 1516. Frente a la armonía de las esferas
celestes o las sociedades de los
animales. Sólo el hombre traiciona la voluntad divina con las disputas internas y las guerras. De ellas son
responsables los pueblos, y sobre todo sus dirigentes políticos y
religiosos. Erasmo piensa en la utopía
factible de un Príncipe de la paz, y para ello se inspira en el Nuevo
Testamento. En su momento en 1520 no podía tener éxito en España en vísperas de
una guerra con Francisco I.
No bien hubo llegado el Nuevo Testamento o Novum Instrumentum de Erasmo a Alcalá, cuando DIEGO LOPEZ DE ZUÑIGA
se expresaba con desprecio hacia su obra con la propia intitulada “Annotationes contra Erasmum”. Zúñiga no
duda en presentar a Erasmo como un simple aficionado en materia escritural.
Aparte de sus críticas que nacen de un nacionalismo herido, Zúñiga además
atacaba el texto latino dado por Erasmo, a la vez que defendía la genuinidad de
la Vulgata de S. Jerónimo. Atacaba también las anotaciones y algunas
traducciones puntuales que, en opinión de Zúñiga, le delataban a Erasmo como
sospechoso de arrianismo.
En 1520 Erasmo sabía que se le había criticado y quería el libro de las Annotationes. En realidad en las grandes ciudades
holandesas seguía teniendo un gran apoyo, mientras que sus enemigos estaban más
bien en el Colegio Trilingüe de Lovaina y en la Universidad de Paris. En los
últimos días de julio de 1520 es Vergara quien le da en Brujas una copia de las
Annotationes. Eran los días en que
Erasmo apoyaba a Lutero en lo fundamental. Quiere mantenerse neutral en la
polémica y no agudizar más los ánimos. Teme que una condena a Lutero amenace
también su propia philosophia Christi.
A principios de Septiembre sabe Erasmo que se va a publicar la Bula Exsurge Domine, por lo que desde el día
13 escribe al Papa como hombre que rechaza toda solidaridad con la rebelión de Lutero dando al mismo
tiempo a entender que parte de la culpa es la de los “hombres oscuros”. Teme que la Bula haga retroceder los pasos dados
en la buena dirección. El 27 de septiembre llega la Bula a Amberes y el domingo
7 de Octubre la Universidad declara su adhesión a la Bula, víspera de la salida
de Carlos V para Lieja y Aquisgrán. Erasmo no puede sino ser cauto con los
españoles que le apoyan.
LOS AÑOS QUE SIGUEN A LA CONDENACION DE LUTERO: ERASMO O “EL EVANGELIO”
En pro de la paz sin victoria entre Roma y el Evangelismo, Erasmo vio un
aliado posible en la persona del dominico Juan Faber. Y que era aún momento de
luchar por anular la Bula y frenar la contrarrevolución que personificaba el
Nuncio ALEANDRO. Faber era un eminente representante de la corriente pietista
dentro de los dominicos. Respecto a Lutero, tanto Erasmo como Faber coincidían
en pensar en una solución arbitral, pues si se daba a la bula fuerza de fe, la
Iglesia quedaba amenazada de cisma. Roma debería atenerse a la opinión de una
comisión compuesta por hombres sabios e íntegros que designaran el Emperador,
el Rey de Inglaterra y el Rey de Hungría. La próxima Dieta de Worms podría
sancionar el arbitraje de este concilio
de nueva especie.
Antes de que la Corte saliera de Lovaina, Erasmo se apresuró a
recomendar a Faber ante el gran Canciller Gattinara. Este hombre infatigable
pasaría a ser director efectivo de la política de Carlos a la muerte de M. de
Chièvres. A su lado, tenía Gattinara a un brillante joven español, Alfonso de
Valdés.
Varios días después de la Coronación, la corte se trasladaba a Colonia,
donde permanecería hasta el 15 de Noviembre. Erasmo se había reunido con ella y
junto a Faber comenzó una violenta campaña de opinión contra Aleandro y contra
la legitimidad de la Bula. Erasmo no siguió al Emperador a Worms, aunque se le
invitó a ello. Establecido de nuevo en Lovaina, estuvo asistiendo a los
acontecimientos desde lejos. Pero Lutero, al haber procedido a quemar la Bula solemnemente, cerraba toda
posibilidad a un arreglo.
La Dieta de Worms de 1521 – celebrada del 28 de Enero al 25 de Mayo de 1521 bajo
la presidencia de Carlos V -, y en la que actúa
como caballero que ha empeñado su palabra como defensor de los romanos y
su ortodoxia, debió suponer una prueba de fuego para nuestro Emperador por
cuanto estaba abocado a condenar a alguien que había puesto el dedo en la llaga
de los males que repercutían también en la adecuada gobernación de los diversos
reinos. Lo más seguro es que en el ánimo de Carlos V sus deseos de mantener una
unidad en el Imperio se impusieran a sus anhelos de cortar los abusos eclesiásticos,
que parecían de menor calibre. Esto sin contar con que su ambición (legítima)
de verse coronado Emperador y cumplir con su compromiso e ideario de unidad a
toda costa frente a la realidad del peligro del nacionalismo creciente en
Alemania, paralelo al que también se estaba produciendo en Castilla, inclinaran
la balanza de su actuación futura de forma definitiva, de manera que pudo
pensar que la auto corrección de la Iglesia bastaría para calmar las iras
luteranas.
Pero que esto no era tan factible lo pudo ver
claramente Erasmo, el preceptor y gran amigo del Emperador, y por ello no quiso
decantarse nunca contra Lutero, al tiempo que se preocupó de mantener la amistad con el Emperador a toda
costa. Este, por su parte, tampoco estaba dispuesto a romper la amistad con un
hombre al que necesitaba.
Creemos que la Dieta imperial
de Worms en 1521,
en la que se le urge desde la más alta magistratura española al emperador a
terminar con Lutero y sus seguidores físicamente, supone una antítesis profunda
dentro del mundo de ideas del Emperador. Pues el Emperador se presenta como el
príncipe dialogante, pero fracasa porque no tiene una respuesta adecuada a la
problemática planteada, que no es sólo una cuestión de Estado sino también
teológica. Y creemos que si al Emperador tanto le atrae la empresa como para
asumirla en una línea diplomático - caballeresca, es porque hay en aquellos
ecos de libertad de conciencia que Lutero propugna un desafío a uno de los
anhelos más íntimos que también comparte el Emperador. Tanto Lutero como el
Emperador sufren las angustias internas de un Dios que puede enojarse ante las
acciones propias, pero mientras la postura de Lutero es rupturista, la del
Emperador no puede sino ser la contraria.
Ante el requerimiento de que abjure de sus escritos, Lutero responde: “Al
menos que no esté convencido de testimonios de las escrituras o de razones
evidentes - puesto que no confío en el Papa, ni en su Concilio, dado que ellos
han errado continuamente y se han contradicho a sí mismos - Me mantengo firme
en las escrituras por mí adoptadas, y mi conciencia es prisionera de la palabra
de Dios, y no puedo ni quiero revocar ninguna, viendo que no es seguro o justo
actuar contra la conciencia. Dios me ayuda. Amén”.
Es decir, parece que Carlos V se ve ante la imagen de sí mismo en un
espejo, y lejos de encontrar una solución de conciliación de opuestos,
encuentra su otra imagen, la antítesis. Pasa a ser un problema psicológico que
el Emperador no puede sino despachar con el argumento de la tradición de la
fe recibida que él debe salvaguardar.
Carlos V hizo caso a una parte del pueblo castellano, a sus más altos
representantes en el Consejo Real y otras instituciones, pero pierde la batalla
del ideal del príncipe renacentista (erasmiano) que es el que el pueblo
llano y el patriciado le pedía con urgencia: El rey debe gobernar para su
pueblo, de quien le viene la legitimidad, y a quien puede volver. Esa tesis tan simple es desechada sin más por
la nobleza, porque ve en ello una mengua para sus intereses, y así hacen una
lectura equivocada del levantamiento comunero – al que Carlos V sí le dio
importancia - mientras mantienen sus
ojos puestos en la necesidad de una condena de Lutero inmediata y urgente.
ALEANDRO ahora persigue la lucha contra la herejía luterana en los
Países Bajos, y Amberes es la ciudad que elige para hacer las depuraciones El
día 13 de Julio de 1522 hace un gran Auto de fe
con los libros luteranos. Prosiguiendo con sus investigaciones,
comprueba que cartujos y benedictinos se hallan contagiados de esta
desvergüenza. Y así, a principios de septiembre quiere dar un escarmiento
quemando vivos a una media docena de
luteranos. En este momento es cuando huye Erasmo a Basilea para no verse del
lado de los inquisidores, suficientemente inteligentes como para no perseguirle
a él mismo, ni enrolarse en las filas de los contrarreformistas. Erasmo ha
logrado una amistad superficial con Aleandro, pero suficiente para ser
respetado. Erasmo no quiere tampoco que le encarguen de solucionar el asunto
luterano.
La última publicación de Erasmo en los Países Bajos había sido su Apologia contra Zúñiga, que Erasmo el 10
de Octubre (de 1521), varias semanas antes de que Erasmo saliera de Flandes,
había enviado a Vergara, y en la que no sólo atacaba a Zúñiga por su fanatismo
nacionalista sino también el que éste le hubiera reprochado utilizar el texto
de la Vulgata aplicándole la crítica textual para establecer el texto más
probable de acuerdo a los manuscritos y darle una interpretación más fiel. Lo
que a Zúñiga molestaba, en realidad, es que otro se hubiera adelantado a él en
el punto de hacer Annotationes.
La respuesta de Zúñiga no se hizo esperar: Zúñiga decía en una carta en
enero de 1522 dirigida a Vergara, amigo común de ambos contendientes, que
Erasmo era tenido por luterano en Roma. Y los luteranos contaban con su apoyo.
Zúñiga había presentado ante el Papa Leon X, poco antes de morir, un opúsculo
en que le acusaba a Erasmo de ser un compendio de todas las herejías. Leon X,
algunos meses antes de morir (Diciembre de 1521), estuvo a punto de ceder a las
presiones de Zúñiga. Por la Bula “Supernae dispositionis” del 5 de Mayo de 1514 el Papa León X, que
antes de ser Papa había sido comendatario de Montecasino, dispone que los
monasterios vacantes no sean dados en encomienda, a no ser que se haga a
cardenales o personas muy cualificadas. Pero hay que observar que
esta sutil distinción no suponía una
excepción, sino que solía ser el truco legal para dar las encomiendas y
agradecer favores a cardenales, quienes a su vez se veían favorecidos
económicamente y favorecían a terceros también, lo que ocasionaba todos los
retrasos y pérdidas de dinero por parte de los Monasterios. En medio de todas
estas disputas teológicas, siempre en el fondo aparecían razones crematísticas,
como se ve. Ese era el talante de la curia.
Nadie pudo detener a Zúñiga en su odiosa campaña, ya que en Roma
disfrutaba de los halagos de sus pares. Ni siquiera el amigo común,
Vergara. Y aunque Zúñiga se veía contra
las cuerdas enfrentado a un Erasmo con una erudición más conservadora y más
exacta que la suya, la querella pasaba en estos momentos a un terreno muy
distinto: el de la represión de la herejía luterana. Se había iniciado una
guerra en que no era posible la neutralidad. Se trataba ahora de que Roma
instruyera un proceso contra Erasmo en que no tuviera más remedio que hacer una
retractación, ahora que iba a ser Adriano el próximo Papa. Es lo que se deduce de las cartas entre Zúñiga y
Vergara.
En ese momento, otro hombre de letras, sale a la palestra. Es Sancho
Carranza de Miranda, tío del famoso CARRANZA. El 1 de Marzo de 1522 publica un Opusculo contra algunas anotaciones de
Erasmo, en que invitaba a Erasmo a explicarse mejor en ciertos puntos “para
cerrar la boca a los murmuradores”. El mismo, sin embargo, seria luego uno de
los erasmistas más decididos. Pero en este momento pone serios reparos a varios
de los puntos tratados por Erasmo frente a Zúñiga y que no han logrado
convencer tampoco a Carranza de su ortodoxia a la hora de interpretarlos: Se
trataba de tres puntos, dos de los cuales tenían que ver con una explicación de
la divinidad de Cristo que los opositores de Erasmo consideraban afines al
arrianismo.
Pues bien, Vergara envía a Basilea las conclusiones de Zúñiga y
Carranza. En la contestación Erasmo deseaba que después de este doble aborto de
la Universidad de Alcalá, ésta pariera teólogos auténticos.
Pero Zúñiga volvería a atacar de nuevo mediante un libelo titulado “Blasfemias e impiedades” entresacadas por
Zúñiga de entre todas las obras de Erasmo. Esto sucedía en mayo de 1522. Por
primera vez se intentaba hacer pasar por herética toda la obra religiosa de
Erasmo. La reacción ortodoxa, que más tarde triunfaría en Trento, tiene en
Zúñiga un precursor: De esta forma Beda y los frailes españoles promotores de
la conferencia de Valladolid no tuvieron más que seguir sus huellas.
Al enviar su librito a Vergara, Zúñiga exclamaba: “Identificarás sin trabajo el espíritu, la tendencia, la religión de
Erasmo. Lo encontrarás claramente de acuerdo con Arrio, con Apolinar, con
Joviniano, con los wiclefianos y los husitas, y finalmente con Lutero en
persona, pues Erasmo solo es el que, con sus blasfemias, ha levantado, armado,
formado a Lutero en la impiedad…”.
La tenacidad de Zúñiga sólo terminaría con su muerte en 1531. La
respuesta de Erasmo a las Blasphemiae
de Zúñiga, con su llamamiento al Papa y al Emperador para una pacificación
religiosa, desbordaba del campo de la polémica personal. Era una repudiación
indirecta de Lutero. Pro contribuía asimismo, junto con tantos otros escritos
que la enmarcaban, a definir públicamente la posición ideal del evangelismo
lejos del bullicio. La política de Erasmo frente a la Corte imperial, de la que
ha huido para no verse inmiscuido a la represión de la herejía en Flandes, es
salvar su fe mientras en Basilea se considera al servicio leal de Carlos V.
Cuando el 13 de Enero de 1522 dedica su Paráfrasis
del Evangelio según San Mateo, se dirige al joven Emperador considerado
como el brazo secular de la ortodoxia en Alemania y en Flandes. Al mismo tiempo
trata de ganarse algunos hombres para su causa y no perder el apoyo dentro de
la corte imperial, mientras es atacado por otros sin piedad.
En su carta de queja dirigida a D. Pedro Ruiz de la Mota, Erasmo dice: “Yo no he amado nunca una verdad sediciosa,
mucho menos una herejía. Sin embargo, tenéis en los Países Bajos personas que,
con desprecio de su propia conciencia, hacen de mí un luterano; sin duda su fin
es empujarme, quiera que no, con sus odiosas maquinaciones, al campo de Lutero.
Pero ni la muerte ni la vida podrán desprenderme de la comunión de la Iglesia
católica. Lo que vale mi luteranismo, los luteranos mismos lo dicen,
emprendiendo contra mí un violento asalto de injurias públicas y de hirientes libelos.”
Expresaba la esperanza de que el nuevo Papa y el Emperador devolviesen
pronto la paz del mundo cristiano. Para ello había que cortar algunas raíces:
Una de ellas era la saña de la curia romana, cuya avaricia y tiranía habían
llegado a hacerse intolerables. Y por otra parte ciertos reglamentos humanos
lesivos a la libertad del pueblo
cristiano.
Así Erasmo, sin solidarizarse con Lutero, se niega a aplaudir
su condenación, y opina que ciertos problemas planteados por él siguen aún sin resolverse.
Después de publicar varios libros más en Basilea, se ocupa de la
problemática del libre albedrío en su “Diatriba
sobre el libre albedrío” que pronto hará pública una divergencia
irremediable entre Lutero y él. Ya en su
“Paráfrasis de la Epístola a los Romanos”
había adelantado una solución a la antinomia de la libertad y la fatalidad.
Decía Erasmo: “Alguna cosa depende de
nuestra voluntad y de nuestro esfuerzo: es una parte tan débil que, comparada
con la bondad gratuita de Dios, parece no existir siquiera. Nadie es condenado
sino por su propia culpa; nadie se salva sino por beneficio de Dios. Dios juzga
digno de ello a quien bien le parece, de
tal suerte que el hombre tiene motivo para darle gracias, pero no para
quejarse.”
Este debate del libre albedrío es el punto de divergencia a partir del
cual humanismo y reforma, philosophia
Christi y justificación por la fe, se separan irrevocablemente después de
haber ido de la mano durante tanto tiempo. A raíz del De libero arbitrio, el
evangelismo moderado de Erasmo sigue teniendo un porvenir más claro, pues se
perfila como sólida línea de repliegue para las aspiraciones reformadoras que
retroceden ante el cisma. Después de todo, salva lo esencial de la revolución
luterana.
Es en 1524 Erasmo recibe la noticia de la existencia de un grupo
escogido de erasmistas españoles. A su conocimiento llegaba la noticia de la
buena disposición del Emperador y de la archiduquesa Margarita, la benevolencia
del Canciller Gattinara, del Arzobispo de Compostela D. Alonso de Fonseca. La
influencia de Erasmo sobre España está en pleno vigor durante los años 1522 y
1525, en que todas las fuerzas locales de renovación intelectual y religiosa se
congregan en torno a la figura de Erasmo. Es en este momento en el que nace el
erasmismo español. Desde la misma Corte
se difunde la influencia de Erasmo por medio de hombres como Gattinara, Vergara
o Valdés.
Es sobre todo la Querela pacis
en estos tiempos de paz en que el Emperador es capaz de mantener la paz y llegar
a un pacto con su pueblo, al tiempo que perdona a la masa de rebeldes de las
Guerras de las Comunidades y es capaz de defender a Navarra del enemigo
francés. En las Cortes de 1523 se defienden reformas tendentes a mayor justicia
y más control de algunas actividades eclesiásticas. Y es justamente entre los
eclesiásticos en donde encuentra Erasmo los seguidores más fieles, y ello sobre
todo en Alcalá, aunque hubiera abrazado en 1522 el partido de las libertades
castellanas. Vergara es nombrado secretario del nuevo arzobispo de Toledo, Don
Alonso de Fonseca (31 de diciembre de 1523) y Vergara hace de lazo de unión
entre los medios erasmistas de la corte y los de Alcalá. Leyendo a Erasmo se
sienten “iluminados por el espíritu
divino”. Todos se lanzan a leer las paráfrasis de los Evangelios y de las
Epistolas, y desearían tener las de los Salmos.
El impresor Eguía, a quien también ha captado Vergara se interesa por
saber qué prefieren leer de Erasmo las mentes más lúcidas. Y lo que quieren es
el Enchiridion, que apareció en 1525.
Al mismo tiempo imprimen en Alcalá varios libros más, de entre los que destaca
el De libero arbitrio, para hacer patente a todo el mundo la loca desvergüenza
de los calumniadores de Erasmo: Estos lo acusan de impiedad erasmiana, pero en
realidad lo que odian son las buenas letras más que a Erasmo. Cuando imprime el
Enchiridion es el mismo Luis Coronel,
ahora Secretario de Don Alonso de Manrique, quien toma la defensa del
Enchiridion calumniado. Este libro, alabado hasta las nubes por la minoría, es
rápidamente acogido por el público y va a suponer en España una revolución
espiritual, que la guerra entre el Emperador y el Papa contribuirá a hacer más grave.
UNA VÍA DE SOLUCION POSIBLE AL PROBLEMA DE LA
JUSTIFICACIÓN POR LA FE
Respecto al problema de la justificación de la fe y sus
bases bíblicas, creemos que no debería haber habido unas polémicas tan
encontradas: Si tenemos en cuenta el CATOLICISMO PRIMITIVO, hay que decir que
la admisión en estas iglesias primitivas era por la fe y el bautismo. El Nuevo
Testamento desconoce la admisión de la pertenencia a la Iglesia sólo por la fe,
sin el acto acompañante de obediencia y confesión. La Epístola a los Romanos,
escrita en el año 56 – según parece-,
muestra que desde el mismo comienzo la Iglesia cristiana, que había
nacido y crecido de la Iglesia judía, tuvo su elemento institucional, algo que
los luteranos nunca aceptaron llevados por la idea de que cualquier forma
institucional de la Iglesia es en sí y necesariamente un alejamiento de la
verdad y la gracia original del Evangelio. El prejuicio anticatólico de que el
hecho de convertirse en institución lleva consigo la salvación es rechazada por
la mayoría de los investigadores católicos como una acusación injusta. El
Cristianismo no sacramental es una invención racionalista del siglo XIX para
atacar al catolicismo desde sus mismos comienzos. Pablo en La Epístola a los
Romanos da por sentado que todos sus lectores han sido bautizados, y que la
doctrina del bautismo que él les presenta es la tradición familiar de la
Iglesia y no es una doctrina nueva bajo influencia helenística. No hay, en
cambio, lugar alguno para ese personaje tan familiar del protestantismo
continental del Predicador, como hombre
a quien se le confía esa misión específica. La única forma completamente
genuina de fe cristiana se encuentra en las cuatro grandes epístolas de san
Pablo, excepto en aquello que Pablo mismo demuestra haber sido corrompido por
influencias helenísticas. La doctrina central es la de la justificación por
la fe, aunque Pablo trata de ella solo en algunas partes de dos epístolas,
pues la mención paulina del espíritu es mucho más central y
característica que su doctrina de la justificación por la fe. La fe es
entendida de forma diferente pero complementaria en Pablo, en Santiago y en el
autor de la Epístola a los Hebreos. Pero todas esas corrientes de tradición
están relacionadas con un mensaje mucho más amplio.
Como dice Stephen NEIL,[3]
“En Pablo le fe significa algo así como una entrega total a Dios sobre la
base de las promesas que Él ha hecho al hombre en Jesucristo. En Santiago, la
fe significa una obediencia sujeta a los mandamientos de Dios. En Hebreros, la
fe significa lanzarse audazmente a lo desconocido, con la certeza de que Dios
está al final del viaje lo mismo que al principio. Claramente cada uno de estos
conceptos es válido, cristiano y apostólico. Al carecer de cualquiera de ellos
nuestra fe será parcial y unilateral.” [4]
&&&
ERASMO Y EL ILUMINISMO
ESPAÑOL: EL ENCHIRIDION P.194 ss
El Iluminismo hacia 1525 es un movimiento complejo y bastante vigoroso.
Tanto el Iluminismo como la revolución religiosa europea tienen sus raíces en
la devotio moderna de la última Edad
Media. El iluminismo continúa la espiritualidad que floreció bajo el patrocinio
de Cisneros.
Desde 1523 se aprecia una influencia apreciable de los libros de Erasmo en España. En Alcaraz
aún no se nota esta influencia aún pero sí en el obispo Cazalla en quien la
obra Enchiridion es claramente influyente.
La deuda de los iluminados de España con el Nuevo Testamento de Erasmo y
con su Paráfrasis es clara. Y Cazalla hace uso de los pasajes griegos
comentados por Erasmo.
El erasmismo de los iluminados se acentuaría en 1525 sobre todo después
de las persecuciones contra Alcaraz, Isabel de la cruz y Vedoya.
El 23 de Septiembre había aparecido un edicto contra los alumbrados en
que se condenaban 48 proposiciones, así que en adelante los alumbrados
intensificaron el apoyo en las afirmaciones de Erasmo.
La traducción castellana del Enchiridion
o Manual del caballero cristiano se
remontaba a 1524. Había encontrado
traductor entre los canónigos de Palencia, medio favorable a Erasmo desde los
tiempos de Cisneros. El traductor era el Arcediano del Alcor, Alonso Fernández de Madrid. De muchacho había tenido
por maestro de moral y de religión a Fray Hernando de Talavera. La traducción
atenuaba el efecto de las fórmulas más atrevidas y glosaba el contenido de las
frases que pudieran parecer más difíciles de entender. Adapta, pues y transmuta
algo el original haciendo suyo el pensamiento del texto, y esto en una prosa
bella y familiar.
Su éxito estaba garantizado desde que el dominico Fr. García de Loaysa,
confesor de Carlos V, cuando ya antes de salir a imprenta señalaba los peligros
del libro. El libro apareció con la aprobación inquisitorial en 1526. Y además
en una segunda tirada iba acompañado de una epístola dedicatoria dedicada al
mismo Inquisidor General, Don Alonso Manrique. El éxito del libro se debe a su
tono íntimo y familiar dirigido las
almas que sufren por una religión y una ética desecadas por la rutina. En
realidad interpreta a San Pablo cuando dice que la gracia de Dios por medio de
Cristo mora en cada uno de nosotros. El caballero cristiano tiene dos medios
fortísimos de acercamiento a Dios, la oración como impulso que sale del
corazón, sin necesidad de muchas palabras pero acompañada de actos de caridad,
y el conocimiento de la ley divina. Esta última la tenemos en los libros
sagrados y sus mejores comentaristas, los que saben elevarse de la letra al
espíritu de ella: Orígenes, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, que están muy lejos de
las especulaciones de Scoto. La oposición entre carne y espíritu es el tema
mismo del Enquiridion, el punto sobre el que Erasmo ordena todo su concepto de
la esencia del cristianismo. Es una religión del espíritu la que preconiza. Es
elevarse de la carne al espíritu, de las prácticas supersticiosas a una
religión y piedad interior. Esta
oposición del espíritu a la letra o a la carne es la regla de la interpretación
de las Escrituras. Los sacramentos mismos son cuerpos sin vida si descuidamos
su sentido, de forma que es un error “estimar
las cosas exteriores y literales más que las interiores y espirituales”, lo
cual es tan frecuente entre todos los cristianos, como antaño San Pablo ya
recalcaba al hablar a los judíos, tan confiados en las obras exteriores. La
reforma exterior que predica Erasmo es mucho menos una reforma de las
costumbres que una reforma mental. Muchos sabios y teólogos se instalan en la
tiranía de las costumbres. Eso es una visión “vulgar” de las cosas, dice
Erasmo, a la manera del que vive en este mundo como en la caverna imaginada de
Platón y es esclavo de sus apetitos y pasiones, y tiene por verdaderas las
falsas imágenes de las cosas, porque no habiendo visto nunca más que sombras,
no cree que haya nada más allá. La ley de Cristo está en el Sermón de la Montaña. El verdadero
cristianismo es ante todo negación de todas las discordias que enfrentan a los
individuos, a las categorías, a los órdenes, a las clases, a las naciones. Todo
egoísmo es incompatible con él, como lo es todo cálculo, toda restricción a la
Ley del amor. La ley del amor no admite excepción, se aplica a todos: la misma
autoridad debe ejercitarse sin penas en virtud de una superioridad moral, y no
fundarse en una fuerza ni en una majestad que exige el más supersticioso
respeto. Todos los preceptos que enumera Erasmo son corolario de lo
fundamental.
El Erasmo que surge de este libro, compuesto mientras trabajaba en
comentar las Epístolas de san Pablo, es asombrosamente pietista. El leimotiv de
todo el libo es que todos nosotros somos un mismo cuerpo cuya cabeza es Cristo.
La gran imagen del cuerpo místico, esa metáfora paulina, expresa un auténtico sentimiento religioso. A
partir de San Pablo, Sócrates y los estoicos, extracta una cierta fórmula de la
gracia, de una divina renovación del hombre por el amor, amor dado y recibido
todo de una vez, principio de toda buena acción y fundamento de la fraternidad
humana. La sangre del Crucificado circula por este gran cuerpo místico del que
cada hombre se siente miembro ínfimo. Una alegría divina pacifica el alma, le
comunica un poder tanto más irresistible cuanto mayor conciencia tiene de su
pequeñez. El sermón de la Montaña causa escándalo porque las palabras más
imperativas de Cristo “son consejos y no preceptos”.
No había libro mejor que el Enchiridion
para satisfacer esta necesidad de
renovación religiosa y moral que se iba abriendo paso en el iluminismo. Por su
moderación matizada, aparecía adelantarse a las recriminaciones ortodoxas
conque chocaba, desde el asunto de Lutero, cualquier reivindicación del
cristianismo en espíritu. Estaba profundamente de acuerdo con lo esencial de la
predicación iluminista cuyo camino lo pretendía obstruir el Edicto de 1525,
pero no caía bajo el golpe de ese Edicto. El Iluminismo español, al adoptarlo
como libro de cabecera, deja de ser un movimiento puramente local, y adquiere
un lenguaje europeo, familiar a los humanistas y accesible a todos los
espíritus.
La documentación existente nos permite comprobar esta evolución: María Cazalla ejerce desde Guadalajara su atracción
sobre los clérigos erasmizantes de Alcalá, pero sin menoscabo de la honestidad.
Aunque no cita a Erasmo, está indudablemente influida por el Enchiridion, y es
tan erasmiana como su hermano. La vemos comentar Las Epístolas y Evangelios y
critica al cristianismo tal como lo ve practicar a su alrededor, y lo tacha de montón de “ceremonias
judaicas”. No le satisfacen ni la comunión ni la confesión, ni los ornamentos
ni los incensarios, ni las imágenes ni las bulas, ni la misa diaria.
El proceso a Rodrigo de Bivar, cantor del
Duque del Infantado, nos permite captar
la erasmización del movimiento iluminista en Castilla la Nueva. Se le señala
como a uno de los que escuchan asiduamente a Isabel de
la Cruz.
Juan de Valdés, oyente de Alcaraz en
Escalona, se hace en Alcalá el más típico representante del erasmismo español.
El anciano Marqués de Villena, D. Diego López
Pacheco, mecenas del “dejado” Alcaraz y del “recojido” Fr.
Francisco de Osuna, afirma claramente su simpatía por Erasmo y acepta el
homenaje del Dialogo de Valdés.
Ignacio de Loyola apareció como solidario de esa revolución
religiosa y, de hecho, la orden que funda es muy diferente de las demás: No
está obligada al coro ni a clausura. En
dos ocasiones, en 1526 y 1527 se le somete a una averiguación en Alcalá de la
que sale limpio. El arzobispo de Toledo, Fonseca, mecenas del erasmismo, le
toma bajo su protección y le manda venir a Salamanca. Allí habrá de sortear el
interrogatorio del subprior del convento de los dominicos.
Sobre esta revolución tenemos un testimonio en una carta de un sacerdote humanista asentado en Burgos
y de nombre JUAN MALDONADO. En 1526 quiere
hacerse, para Erasmo, el historiógrafo de la revolución erasmiana. Le muestra a
España dividida en varios partidos: Un primer grupo lo forma lo amigos de las
musas. Una segunda categoría, la de los escolásticos, son los enemigos jurados
de Erasmo. Son gente que se complace en sutilezas y en una vana ostentación de
ciencia verbal. La tercera clase es la
de la gente sin cultura pero cuyo centro de atención es también Erasmo
porque no dejan de ori hablar de él. La cuarta especie es la de los frailes: De
estos hay dos clases: Abundan los que con todas sus fuerzas trabajan en contra
de Erasmo. Son los que aspiran a que la gente les llame “maestro” y hacen
consistir toda su sabiduría en los silogismos, y suelen tener la especialidad
de confesar a las damas del mundo. Son los enemigos irreductibles de Erasmo.
Hay otro grupo de frailes, especialmente franciscanos o dominicos observantes.
Son grandes admiradores de Erasmo, si se le toma a cada uno por separado, pero
dentro del claustro se hacen compañeros de lucha contra el enemigo común.
Esa división en el seno de los frailes continuó. Los franciscanos de
Alcalá encargaron al benedictino Fr.
Alonso Ruiz de Virués que saliera en su defensa contra el guardián de los
franciscanos en Alcalá. Exaltando sobriamente la ciencia de Erasmo, su crédito
ante los seculares y eclesiásticos, mostraba el peligro de las polémicas
lanzadas contra el “más insigne hombre del siglo” y manifestaba el temor que
fuesen fatales para las instituciones monásticas, en vez de salvarlas. El
benedictino respondía decididamente de la ortodoxia de Erasmo contra quienes lo
acusaban de luteranismo. Y remitía al guardián de Alcalá al “De
libero arbitrio”, y lo invitaba a leer los “Adagios”, que es obra casi sobre fuerzas humanas; las “Anotaciones del Nuevo Testamento”; las
ilustraciones y escolios en las “Obras de
Sant Jerónimo” y sobre todo las “Parafraseas
del Testamento Nuevo”.
Cuesta entender cómo poco después tomaba Virués su defensa en Burgos
contra el dominico Fr. Pedro de Vitoria. Y más aún choca el que escribiera unas
“Collationes ad Erasmum” a modo de
observaciones sobre unos pasajes que Erasmo tenía interés en explicar para
hacer más fuerte su causa. En ellas le pedía incautamente a Erasmo que probara
su ortodoxia. La carta fue enviada por intermediarios, pasando de Bernardino
Tovar a Vergara (pero Vergara era amigo también de Zúñiga), así que Erasmo
desconfía de lo que cree adulaciones y responde secamente. En esos momentos
Erasmo estaba siendo acosado por la Universidad de Paris y la de Lovaina.
En 1526 frente a las acusaciones de herejía hechas contra Erasmo por parte del franciscano Fr. Juan de San Vicente (hechas en la catedral de Palencia el 2 de
Septiembre, día de San Antonino), también se alza el Arcediano del Alcor, traductor del Enchiridion de Erasmo, quien alega que el examen
del Inquisidor General antes de la impresión del libro había sido favorable.[5]
Fr. Juan de San Vicente ejercita
contra Erasmo sus dotes de orador popular que ya ha empleado contra los
flamencos en la guerra de las Comunas. Termina su predicación clavando las 30
conclusiones heréticas o sospechosas sacadas del Enchiridion y la Paraclesis
de Erasmo. Aunque se le opuso el Arcediano del Alcor, esta escaramuza prueba la
relación de fuerzas a que hacía mención Maldonado. Muy pronto los clamores del
dominico Pedro de Vitoria serán los que amotinen a la plebe contra Erasmo.
Al acercarse el otoño de 1526, el éxito del Enchiridion
desencadena en el interior de España una especie de guerra espiritual que enfrenta
a la mayoría de los religiosos con una gran minoría erasmizante seguida por el
público de semiletrados. El movimiento tiene una amplitud muy diferente del de
la fermentación iluminista que motivó el edicto de 1525, y tiene de su parte la
aprobación oficial de la Inquisición.
Los ánimos entre las dos facciones siguieron subiendo de tono, y la
Inquisición se vio obligada a someter el conflicto a un arbitraje. Y es el
momento en que una victoria de los imperiales contra el Papa llevaría hasta el
paroxismo la fe de la minoría selecta de España en una reforma religiosa
impuesta por el Emperador.
En los primeros meses de 1527 la agitación antierasmiana crece entre las
órdenes religiosas. Don Alonso Manrique, Inquisidor General, aprovecha el
momento en que los superiores de las Órdenes se encuentran reunidos en
Valladolid con ocasión de las Cortes. Les convoca para reiterarles las
prohibiciones (ya fijadas en los edictos) de atacar a Erasmo en público. Los
portavoces de las Órdenes monásticas reclaman el examen de las obras de Erasmo
por una comisión compuesta por teólogos. El Consejo de la Inquisición no se
deja intimidar. Si los religiosos descubren en sus libros proposiciones
extrañas, que las anoten y clasifiquen. El 28 de marzo, reunidos los representantes,
ni el benedictino Jerónimo Ruiz de Virués (el hermano de Alonso) ni el
representante agustino, Fr. Dionisio Vázquez aducen nada en contra de Erasmo.
Seleccionadas las proposiciones, se encarga a una comisión de teólogos de
Salamanca y de Alcalá el que las revisen y se envíe a Roma su decisión.
Mientras tanto, la causa erasmiana es muy fuerte en la Corte. El
emperador es favorable a ella, y lo mismo el Arzobispo de Toledo Fonseca y su
secretario Vergara. Y gracias a Coronel – secretario de Inquisidor Manrique -
Erasmo cuenta también con el apoyo del Inquisidor General, Manrique. Valdés, el
secretario del Emperador, es un partidario abierto de Erasmo. También Gattinara
está a favor de Erasmo. Mientras tanto, en Mayo se produce el Sacco de Roma. Del 27 de Junio al 13 de
agosto se reúnen tres veces a la semana los teólogos asamblearios. Valdés
registró 14 voces favorables a Erasmo de entre los 28 o 30 reunidos. Dominicos
y franciscanos son los más rigurosos contra Erasmo. Extraña la actitud de
Francisco de Vitoria, que en el pasado había sido pro erasmista y ahora aparece
como su enemigo.
El “comma johanneum”, o
cláusula corta fue el principal objeto de discusión a propósito del texto de I
Juan, 5, 7-8. Tenía razón Erasmo en su comentario a este inciso en que hacía
notar que esa interpolación no estaba en los manuscritos griegos que manejó.
Sus enemigos interpretaron su exclusión como un ataque al dogma trinitario, no
como fruto de la labor de un lingüista.
Transcribimos aquí desde el versículo 5 de la Carta de San Juan:
“(5) ¿Quién es el que
vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (6) Este es el
que vino con agua y con sangre: Jesucristo; no solamente con el agua, sino con
el agua y con la sangre. Y es el Espíritu quien da testimonio, porque el
Espíritu es la verdad. (7) Pues son tres los que dan testimonio (en el cielo: El Padre, el Verbo y el Espíritu
santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra):
(8) el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres convergen en lo mismo.”[6]
El 13 de Agosto de 1527 hubo que interrumpir las asambleas con urgencia
porque la peste se había extendido por Valladolid. Quizás la urgencia de
deshacer la congregación se debiera a que el Inquisidor General quisiera echar
a tierra todo el asunto de Erasmo. El Breve que llegó a continuación del Papa,
aún semi prisionero en Sant’ Angelo, invitaba a prohibir en adelante a los
predicadores cualquier referencia descomedida contra Erasmo. Los debates
quedaron suspendidos, y la cuestión de Lutero quedó en un statu quo. Los partidarios de Erasmo empezaron a exigir un juicio
tan estricto sobre las afirmaciones de santo Tomas o de Escoto. Valdés,
Vergara, Virués y algunos otros se constituyeron en el estado mayor del
erasmismo español. Estando en Palencia por causa de la peste, el cuartel
erasmista se instaló en casa del traductor del Enchiridion, donde también
estaba instalado Don Juan Manuel. Como se puede ver, la Corte erasmiza más que
nunca. La disolución de la asamblea de Valladolid es un fracaso para los
adversarios de Erasmo.
De Agosto a Octubre Erasmo escribe a los dos Vergara, a Coronel, al
Arzobispo de Toledo, a Gattinara, al Emperador mismo. Agrega en la que escribe
a Manrique un borrador de su respuesta a los frailes. La que tiene más
importancia es la que escribe al Emperador Carlos. En ellas alaba a todos sus
seguidores y se felicita de ver cómo florece en humanismo en España en un
momento en que Alemania, presa de la revolución religiosa, deserta del
humanismo. A Francisco de Vergara le agradece que le entienda tan bien y le
dice que su ánimo tan ardiente en favor suyo compensa la hostilidad de un
Zúñiga o de un ejército de frailes.
Valdés dará a conocer a Erasmo los felices resultados del esfuerzo
epistolar que ha realizado en España. Pero el 23 de Octubre recibe una carta de
Erasmo fechada el 17 de septiembre, en la cual el Maestro Erasmo da noticias
inquietantes para la política de tregua que es la que mantienen en esos días
los erasmistas. Erasmo anuncia su respuesta a los frailes. El estado mayor
erasmiano tiene que intervenir para evitar que la guerra vuelva a encenderse:
los frailes más inteligentes prosiguen una campaña antierasmiana procurando
usar moderación cuando se hallan en presencia de amigos de Erasmo. Los erasmistas
más fanáticos, como Don Diego Osorio,
presionan también sobre el Inquisidor General y sobre el Primado: Desea
un castigo para los enemigos de Erasmo que le han calumniado para concederle
una pública reparación en España.
Pero el estado mayor erasmiano ve de otro modo la situación: Valdés
desconfía de gentes como Maldonado y otros partidarios “cuyo celo imprudente es más perjudicial que útil a la causa”. Le
dice a Erasmo que no se moleste en escribir a tantas personas. Bastan cortos
recados si escribe largamente a uno sólo de ellos: a Valdés, a Virués, a
Coronel o a Juan de Vergara. Valdés aconseja a Erasmo no imprimir su “Apologia” dirigida a los frailes, y se
la envíe bajo sello secreto a Manrique. Pero la obra estaba ya en circulación.
Sin embargo, no produjo una contestación por parte de los frailes. Pero Valdés
respondía en nombre del soberano a la carta de Erasmo. Era el momento para
ello.
La carta que Erasmo había enviado al Emperador el 2 de septiembre de
1527 tuvo su respuesta el 14 de diciembre
del mismo año. Es una carta redactada por Alfonso Valdés y firmada por el
Emperador. Entre otras alabanzas le decía “…Resta
que, pues con tanta felicidad has tomado esta empresa, procura con todas tus
fuerzas de llegarla fasta el cabo, pues
por nuestra parte nunca habemos de faltar a tu sanctísimo esfuerzo con todo
nuestro favor e ayuda.” Y le recomienda que si de lo tratado en Valladolid
se encontrara algún humano descuido, él mismo lo aclarase de manera que no dé
causa de escándalo a los simples y con ello cierre de una vez la boca de sus
murmuradores.
En España pronto se conocieron tanto la Carta de Erasmo al Emperador
como la Carta del Emperador en respuesta. La conferencia de Valladolid no había
concluido, pero gracias a Valdés, el testimonio imperial estaba allí para
suplirla.
LA INVASION ERASMIANA: TRADUCCIONES CASTELLANAS DE ERASMO
De 1527 a 1532 va a tener lugar una invasión erasmiana de traducciones
al castellano de todas las obras de Erasmo. Erasmo, ante este intento, señala
un programa de traducciones pues algunos de sus libros no están diseñados para
el gran público. Prefiere que se publiquen los que no tocan ningún tema
candente: “De immensa Dei misericordia”,
la “Institutio matrimonii christiani”,
las “Paráfrasis”, los “Comentarios sobre cuatro Salmos”.
Omitimos los diálogos que ya eran conocidos: Uxor Mempsigamos, Diálogo
del pretendiente y la doncella, Institutio
matrimonii christiani (Ver 333-342). En el Uxor Mempsigamos hace dialogar a Eulalia y Xantipa, dos mujeres de
las cuales una se queja del matrimonio y la otra está contenta con su suerte.
La moral erasmiana cuenta más con la indulgencia que con la severidad. Admite
para la esposa el deber de obediencia, pero para el marido admite un deber
correlativo de respeto y protección.
También a la cuestión del matrimonio se refiere en Diálogo del pretendiente y la doncella. Pánfilo y María hablan del
débito conyugal. Lo más chocante no es la naturalidad con que ambos hablan de ello, sino cierta ironía
sobre el estado de virginidad, tesoro precioso del cual no se puede hacer mejor
uso que perderlo. Si la pérdida de la virginidad no es cosa trágica, la unión
de dos seres es cosa seria.
En 1528 el público español podía gozar de Tres coloquios: Este tríptico
se componía de Pietas puerilis,
Senile colloquium, y Funus.
El Senile Colloquium propone a
las meditaciones del lector varias existencias entre las que Erasmo escoge la de Glicion, para el
que el matrimonio es camino de sabiduría. Casado con una mujer a la que ama, y
de la que tiene cuatro hijos, ejerce u cargo público y su mayor placer es el
estudio.
En Pietas purilis es un
piadoso escolar quien responde a las preguntas
de un compañero menos devoto. El mayor atrevimiento de este coloquio es
cuando considera a esencia de la verdadera “confesión” en detrimento de la
auricular.
En Funus aborda e contraste
entre las ceremonias y la piedad verdadera. La muerte que propone como ejemplo
está impregnada de sabiduría cristiana y estoica.
Pero la avidez del público español triunfó por encima de la prudencia
que querían tanto Erasmo como el llamado “estado mayor erasmiano”. Así, en 1526
se tradujo la polémica obra de los “COLOQUIOS”
que, según Maldonado, es traducción del benedictino Virués.
VIRUES
Pero es Virués, un monje benedictino,
nacido en Olmedo y profeso en el monasterio de Burgos, quien más decididamente
alababa a ERASMO. Escribió una carta a la Universidad de Alcalá en que abordaba
la cuestión del conflicto entre Erasmo y los religiosos, defendía su ortodoxia
frente a la acusación de luteranismo que se le hacía a Erasmo. Fue Virués el
mejor defensor de Erasmo en España. Tomó su defensa primero en Burgos
frente al dominico Fr. Pedro de Vitoria hacia
1527.
Virués hizo sus estudios teológicos
en Salamanca, terminándolos hacia 1520. En 1527 tomó parte en las juntas
de Valladolid para examinar las obras de Erasmo, colaborando en la traducción
de sus Coloquios y en 1531 se encontraba
de nuevo en Salamanca en calidad de prior de San Vicente cuando el
emperador reclamó su presencia en Alemania, adonde partió a fines del mismo
año. En 1535 tuvo lugar su proceso inquisitorial, interesándose por él el
Emperador para que fuera tratado con
consideración. Pero los jueces del tribunal no tuvieron en cuenta esa recomendación, y la causa siguió su curso hasta que a 29 de mayo de
1538 fue absuelto por Paulo III de las penas
impuestas por el tribunal
español.
A VIRUÉS le pedía los “COLOQUIOS” mucha
gente de Burgos que ya se estaban pasando de mano en mano algunos de ellos. Así
que decidió publicar los “Coloquios familiares”, quizás en 1529. Los diálogos
traducidos por Virués son 8. Puerperio,
Exercicio pueril, Matrimonio,
Combite religioso, Peregrinación o Romería, Cartuxano, Franciscano,
Abad y la mujer sabia. La completa con otros 3 coloquios traducidos
por erasmistas diferentes: El
pretendiente y la doncella, Los
ancianos y Los funerales.
Omitimos los diálogos que ya nos son conocidos: Mempsigamos, Diálogo
del pretendiente y la doncella, Institutio
feminae christianae.
El Puerperio es uno de
esos diálogos que circulaban entre las burgalesas de pro. Hay en este coloquio,
junto con sabias sentencias sobre la maternidad y un tratadito sobre las
relaciones del alma y el cuerpo, todo un debate
sobre los méritos respectivos del
hombre y la mujer. Sofía defiende con vigor el honor de su sexo, poniendo en
ridículo a su interlocutor que invocaba la supremacía masculina.
No menos adulador para el amor propio femenino es el coloquio Abbas et erudita en que nos
muestra a Magdalia mejor informada que al abad de la regla benedictina, la cual
exige el conocimiento de las Escrituras. Magdalia defiende la causa de las
letras y de la piedad contra un jovial
abad de la orden de San Benito para quien la felicidad consiste en el dormir y
comer y en la libertad de hacer del hombre en lo demás lo que quisiere.
Al traducir el coloquio del Cartuxano
y el Franciscano Virués anota que Erasmo no es hostil
a la vida monástica. En lo que se refiere a las Ordenes mendicantes, él no cree
que Erasmo apruebe “este andar vagueando
los frailes tan espesos por el mundo, pero, ya que andan, su intención es
enseñalles lo que deben hacer y de qué ha de servir su continuo discurrir de unas partes a otras”.
Tal es el tema del diálogo Franciscano,
donde se ve a dos frailes triunfar de la hostilidad de un mal huésped a fuerza
de verdadera humildad, paciencia y delicadeza. El cura de la aldea es compañero
del mesonero cuando se trata de beber, y éste tiene por él un afectuoso
desprecio. Los frailes cumplirán la misión apostólica que el pastor descuida
con el mesonero.
En el Cartuxano
demuestra el fraile que la locura militar es más funesta que la locura del
claustro. El Cartujo tiene buenas razones para exaltar la sabiduría de esa
existencia silenciosa en que tiene por compañeros los libros. Pero el soldado
le formula una crítica más grave, que es un reflejo fiel del Monachatus non est pietas: le reprocha a
su hermano el Judaismo ceremonial de
la vida monástica, a lo que responde el monje que ciertas reglas son necesarias
guardar en toda comunidad, sea la milicia o el claustro.
En el Convivium religioso
o Banquete, que es la pieza
maestra de la recopilación, porque tenía muchas razones para agradar a los
hombres del Renacimiento. En él reina la armonía, desde las palabras de los
invitados que dan una demostración de sociabilidad mostrando a los hombres “cómo podrían conversar entre sí e vivir
apaciblemente sin perjuicio de otros y sin daño de sus conciencias” hasta
en la decoración de la villa misma, si no excesivamente lujosa, sí llena de
galerías y salas con pinturas y sentencias bíblicas, adagios en latín y griego
y representaciones de plantas aromáticas como una continuación de los jardines
a la entrada. Todo ello evocaba una especie de pietismo burgués al tiempo que
se concilia con una ética de esta riqueza, primero porque su consecución ha
sido por el trabajo y en segundo lugar porque el excedente de los bienes se
derramaba por los alrededores.
Pero este Dialogo es rico e otras enseñanzas: mostraba unos laicos
piadosos y sabios reunidos para un Symposium de filosofía cristiana y
comentando versículos de la Biblia con la misma facilidad luminosa que
extasiaba a los contemporáneos en las paráfrasis de Erasmo. Y el humanista
cristiano encuentra una conformidad maravillosa entre la philosophia Christi y la más elevada filosofía antigua, de Sócrates
a Cicerón, pasando por Plutarco. La
reprobación de las ceremonias supersticiosas se pone en contraposición a las
que están imbuidas de un verdadero espíritu religioso. Y todo ello dentro de un
espíritu de libertad cristiana que permite no sólo la liberación de ceremonias
sino también la soberanía regia de los perfectos. Este último punto era un tema
candente, una doctrina atrevida, denunciada por la Sorbona como pariente de la
de los begardos.
Virués no daba más que una selección de los diálogos pero ya en estos
once coloquios, a los que se sumará el “De
los nombres de las cosas” hay una riqueza de juicios religiosos, morales y
sociales.
La recopilación española de los Coloquios
publicada en Sevilla en 1529 seguirá circulando sin problemas hasta 1532, y
hasta 1535 la Inquisición no tiene ninguna instrucción formal para prohibir y
recoger los libros de Erasmo. En estos años España fue el único país católico
en que estaba a disposición del gran público.
En 1529 salió la traducción de Silenos
de Alcibiades, un ensayo que circulaba desde hacía mucho tiempo
desprendido del tesoro de los “Adagios”.
En los Silenos Erasmo, indignado por
el espectáculo del pontificado de Julio II, llegaba muy lejos en sus sarcasmos
contra los cardenales y los Papas que pisotean la pobreza evangélica. Es una
crítica contra el poder temporal ejercido por los príncipes de la Iglesia.
Hay que citar a JUAN DE MALDONADO y su “Pastor Bonus”: Juan de Maldonado evoca
el recuerdo del obispo Juan Rodríguez de Fonseca (muerto en 1524) y de sus “escándalos y exacciones que al principio le
habían hecho tan impopular. Favorito del rey Fernando, no había abandonado la
Corte sino para tener él su propia corte. Era, en su obispado, un gran señor
preocupado de aumentar su fortuna, de manejar mucho dinero, de construir
edificios soberbios” (Pastor bonus, fols. f V, vº -viº) así como de otros
prelados en general, traza un cuadro sombrío de la jornada de un obispo: “Se levantan tarde, y al punto acuden los
familiares, los aduladores, los bufones, y en seguida los mayordomos, los
secretarios, los denunciadores. Se parlotea, se cuchichea, ya de la elevación
de la tasa de las multas, ya de los ingresos y de los diezmos, que hay que
arrendar a mayor precio este año, ya de la carestía del trigo, de la
adjudicación más ventajosa de las tasas y del medio de aumentarlas…” Sigue
el texto narrando la vida de un día cualquiera de un obispo que, aparte de las
tareas citadas, almuerzan opíparamente, se rodean de bufones que les diviertan,
y después de la siesta se van de caza, pasean y visitan nobles damas con las
que conversan hasta altas horas de la noche.[7]
(Pastor bonus, fol. g II r-v).
El “Pastor Bonus” que Juan de
Maldonado escribió a fines de 1529 en homenaje a Don Iñigo López de Mendoza,
nombrado obispo de Burgos, traza un cuadro bastante sombrío del mundo
eclesiástico. Respecto los canónigos,
dice: “Los canónigos de la catedral dan
el tono a los demás cabildos de la diócesis, y cada vez más al clero todo.
Ahora bien, salvo rarísimas excepciones, a nadie se nombra ya canónigo o
arcediano en premio de sus virtudes. Todo es asunto de favor, de intriga, de
dinero. Por anticipado se sabe cuánto cuesta una canonjía, un arcedianato o una
abadía. Un hijo de familia que amenace tomar el mal camino es enviado a Roma
con una suma suficiente para comprar en la Curia algún cargo de secretario o
consejero, o de oidor. Cultiva los favores de un cardenal y se inicia en los
misterios de la caza de beneficios. Durante este tiempo sus parientes, en
España, se quedan al acecho de las prebendas más pingües, y no bien muere uno
de sus titulares, le despachan un correo que le lleve la noticia. Si un
concurrente parece tener más probabilidades, queda el recurso de comprar su
desistimiento ofreciéndole una pensión anual igual a la renta del beneficio.
Una vez rescatada esta pensión, la prebenda no debe ya nada a nadie: nuestro
hombre es un personaje en la Iglesia; un paje le lleva la cola; se sienta en
los lugares más honorables del coro y no dice misa nunca; si cede a alguna
flaqueza de la carne, puede tener hijos impunemente; cuando muera, la campana
mayor de la catedral doblara en sus funerales. Otro método clásico de caza de
beneficios consiste en intentar un proceso, bajo cualquier pretexto fútil,
contra el sacerdote, de edad avanzada, cuya plaza se codicia. Éste parte en su mula ricamente enjaezada, corre a Roma,
moviliza abogados. Muere durante el
curso el proceso, y es cosa de juego recoger su sucesión por poco que se sepa
aprovechar las ocasiones y tener un protector
en la Corte”.
EL ERASMISMO AL SERVICIO DE LA POLITICA IMPERIAL
Después del Saco de Roma de 6 de mayo de 1527, el Emperador seguía
perplejo sobre qué medidas tomar: Parecía inconcebible la solución radical de
suprimir el poder temporal del Papa y convocatoria inmediata del Concilio. Las
atrocidades cometidas en Roma escandalizaban a Europa. Comenzaba a mostrarse
una opinión favorable al prestigio de la Santa sede. El Canciller Gattinara
escribe una carta al Emperador en que le insta a adoptar una de las dos
soluciones: o dar razón a sus generales o declinar toda responsabilidad,
lamentar lo ocurrido y expresar sus deseos de paz universal, sometiéndose por
anticipado al juicio del Concilio general. El gobierno imperial acepta la
segunda solución y en la Carta de Carlos a los príncipes cristianos recordaba
los servicios prestados por él a la paz y a la Santa Sede: la libertad devuelta
al rey de Francia después de Pavía, su negativa a escuchar los agravios de
Alemania contra Roma, y hacía recaer la responsabilidad de lo ocurrido en los malos consejeros del Papa.
Sacco di Roma
ALFONSO DE VALDÉS explica en su Dialogo
de las cosas ocurridas en Roma y propone la cuestión de los derechos y
deberes del Papa en materia política Europa. Y si bien son los consejeros del
Papa los culpables, también tiene su responsabilidad el mismo Papa. El
emperador tiene razón contra el Papa infiel a su misión divina. Clemente VII se
ha comportado como un príncipe italiano más y su responsabilidad en la
formación de la Liga es evidente. Las hostilidades las comienza él. La cuestión
del ducado de Milán no era excusa válida. El Emperador, que lo había dado al
duque Francisco Sforza para demostrar sus intenciones conciliadoras, se lo ha
quitado con el mejor derecho del mundo cuando este príncipe, rebelándose contra
su señor natural, ha hecho causa común con la Liga. El Papa no tenía por qué
mezclarse en esta cuestión, El emperador ha admitido arreglarla admitiendo que
Sforza se disculpe ante él, ha prometido devolverle el ducado si demuestra su
inocencia y, en caso contrario, dárselo al Duque de Borbón, uno de los duques
designados primitivamente por Clemente VII para recibir la investidura. El Papa
ha querido la guerra porque quería expulsar al Emperador no sólo del Milanesado
sino también del reino de Nápoles. Cuando el ejército imperial entró en Roma,
desbarató el proyecto de una nueva Liga que tendía a despojar al Emperador de
Nápoles y Sicilia, e incluso a excomulgarlo y perseguirlo con una guerra sin
cuartel hasta la anulación del tratado de Madrid.
En el Dialogo de Lactancio y el
Arcediano se adivinan algunos rasgos de la reforma que Alfonso de Valdés
espera del Emperador. Su libro clama contra la corrupción romana y contra las
supersticiones castigadas por un azote del cielo. Adivinamos que el suprimiría
toda jurisdicción eclesiástica, y que en materia de justicia civil sueña con
una especie de justicia ideal, menos proclive a respetar la propiedad y los
derechos adquiridos que en recompensar la virtud o en confiar las riquezas a
quien mejor sepa usarlas. La reforma es uno de los aspectos esenciales del
sueño irénico (la justificación por la fe), que justifica, para él, también la
política imperial. El alma misma de esa reforma la ve encarnada en Erasmo.
En el discurrir de este diálogo toca Valdés la temática de la doctrina
de la paz, tomada de su maestro ERASMO. Pero Valdés, hombre de cancillería no
sólo se contenta con palabras evangélicas, sino que busca en el
desenvolvimiento mismo del conflicto algo con que abrumar mejor al Papa y
justificar al Emperador ante los ataques que el Arcediano tiene preparados a
propósito del Saco por las tropas imperiales. Lactancio se anticipa evocando la
Lombardía dichosa y el mundo disfrutando de los beneficios de la paz: el
esplendor de las ciudades, las casas de campo con sus jardines, los campesinos
cosechando sus mieses o apacentando sus rebaños, los ciudadanos entregados a
sus negocios, y los pobres favorecidos por la prosperidad general. En seguida,
todo esto entregado al saqueo, al crimen, a la violación, por el vicario de
Jesucristo, que eligió, para atacar al Emperador, el momento en que el turco se
encuentra a las puertas del Imperio, como si quisiera entregar Hungría a los
infieles, Lactancio refiere las atrocidades cometidas en el otoño por los
soldados del Papa a los partidarios de los Colonna, en represalia del primer
pillaje de Roma: una noble doncella colgada por los pies, completamente
desnuda, y partida en dos, viva, con una alabarda; las mujeres preñadas a
quienes abrían los vientres a la vista de sus maridos, y los niños que éstas
llevaban puestos a asar…[8]
(Alfonso de Valdés, Diálogo, pgs. 96-98).
El Dialogo de Valdés es una obra de circunstancias. Nos lo imaginamos
escrito en pocos días, quizás en Valladolid hacia el mes de Julio, o a fines de
agosto de 1527, en la pequeña aldea de Cubillas, donde Valdés pasó algunas
semanas de ocio antes de volver a sumergirse en la áspera lucha que ardía en
Palencia en torno al Emperador indeciso.
Pero día a día se desvanecía la esperanza de ese gran resurgimiento
cristiano que Valdés hubiera deseado. La victoria de Roma no había puesto fin a
la indisciplina y a las exigencias del ejército. La Liga era temible. Los
negociadores imperiales en Roma dejaban a Clemente VII el cuidado de convocar el Concilio general
para la reforma de la Iglesia, la extirpación de la herejía luterana y la
prosecución de la guerra turca. El Saco
de Roma venía a convertirse en un episodio escandaloso de las guerras en
Italia. No tardó Valdés en tener noticia de la condenación que el Nuncio
Castiglione hacía de su libro, sin haberlo leido: Le acusaba de atentar en
muchos pasajes contra la fe, sobre todo en lo que respectaba a las imágenes y a
las reliquias. El emperador lo sometió a su consejo. Luego llevó el nuncio ante
el Inquisidor General la cuestión. El Inquisidor Manrique contestó que no había
nada de herético en el libro y que escribir contra las costumbres del Papa y el
clero no era motivo suficiente para un proceso de herejía.
Posteriormente Alfonso de Valdés escribió su “Diálogo de Mercurio y Carón” en una defensa no menos ardiente de la
política imperial. El motivo ahora era atacar la declaración de guerra de
Francisco I y Enrique VIII en 28 de Enero de 1528. Rememora el Caronte de su
maestro, poniendo en boca del barquero
infernal una especie de Elogio de la guerra. Imagina un dialogo al borde del
río de los muertos; Nos muestra a Caronte despeado de haber comprado una galera
nueva en el momento en que corre el rumor de que se ha firmado la paz en
España, y a Mercurio que lo conforta con la noticia de la declaración de guerra
notificada en Burgos. El mensajero de los dioses ensarta toda la historia de la
reyerta franco española a partir del advenimiento de Carlos V. Para aligerar la
monotonía de la exposición política, obtiene de Caronte el permiso de interrogar a las almas que
pasen por allí, ya sea para embarcarse en la galera infernal, o para subir a la
montaña prometida de los bienaventurados. Por medio de este artilugio literario
opone frente a la política de Carlos V, quien persigue la paz, la de sus
rivales, que quieren la guerra. En ese punto asoma el pensamiento político de
la “Institutio principis christiani”
que exige que el príncipe reine para servir al pueblo, no para servirse de
él. Y a partir de ahí traza una utopía
de la realeza perfecta. En el gran discurso que Mercurio hace al principio de
la obra sobre el estado de la cristiandad ya afirmaba que si se buscase un
pueblo cristiano por las señales que dejó Jesucristo, nunca se podrá hallar.
En la segunda parte de la obra saca a nuevos personajes, destacando
entre los retratos el del buen rey, en quien se ha podido ver la antítesis del
Príncipe de Maquiavelo. Su fuente para el retrato que hace Valdés es la “Institutio”
de Erasmo: Esa es la pintura de ese rey Polidoro, que después de haber hecho
muchas guerras, un día, tocado de la mano de Dios, se convierte, de forma que
en su reinado perseguirá una política
dominada por la mística de la paz y la justicia. Este rey encarna la
alianza de la moral y el espíritu cristiano con el arte de gobernar.
Redactado en una prosa castellana adecuada al propósito de formular
máximas y sentencias, el diálogo permanece en suspenso todo el tiempo que dura
la confesión general de Polidoro. Es un rey que ha sido tocado por la gracia,
pues alcanza tanta más virtud cuanto más malhechor había sido antes de su
conversión. Metido en el lazo de guerras interminables, un día un criado entra
en su cámara y le pregunta. ”¿No sabes
que eres pastor y no señor, y que has de dar cuenta de estas ovejas al señor
del ganado, que es Dios?” Descubre en meditación cuán mal pastor ha sido
perdiendo sus ovejas para conseguir otras y a la mañana siente que una nueva
vida se le abre. La conversión del soberano arrastra poco a poco la reforma de
todo el Estado. Llama a todos los delegados y les pide cuentas, expulsando a
los malos. En su reino también los beneficios eclesiásticos se distribuyen
según el mérito. Obtiene del Papa poderes discrecionales para destituir y
reemplazar los malos prelados. Reforma la justicia de modo que ya no existen
los procesos interminables. Se castiga a los abogados cuando defienden causas
manifiestamente injustas. Visita periódicamente sus estados, decidiendo los
trabajos de utilidad pública, y vela por que los cortesanos no hagan ningún daño a las poblaciones visitadas, y
declara la guerra a la ociosidad. Se obliga a los nobles a educar a sus hijos
en el trabajo manual al tiempo que en las artes liberales.
En su reino florecen la religión y la piedad cristianas. La emulación
del bien es tal que se comienza a “sentir
aquella bienaventuranza de que gozan los sanctos del cielo”. Afluyen
los extranjeros y se construyen ciudades nuevas. Gran número de provincias,
tanto moriscas como cristianas o turcas,
ruegan a Polidoro que las acepten como vasallos. Los infieles piden
espontáneamente el bautismo. En su reino
se pagan los tributos
voluntariamente, y en medio de este triunfo de la virtud se anuncia la
muerte del rey al tiempo que consuela a sus amigos y transmite sus últimos
consejos y la carga del poder a su hijo.
De esta concepción del gobierno se desprende una política dominada por
la mística de la paz. Sólo acepta la guerra al infiel si es defensiva. La
conversión pacífica por el resplandecimiento de las virtudes es la única
conversión digna de Cristo. Es Erasmo quien había suministrado a Valdés la
regla de las justas relaciones del gobernante y los gobernados: “Acuérdate que no se hizo la república por el
rey, mas el rey por la república. Muchas repúblicas hemos visto florecer sin
príncipe, mas no príncipe sin república”. Por el modo como guarda esta regla es
como se revela rey o tirano. Y señala la sanción del príncipe que viola tal
regla: “Cata que hay pacto entre el príncipe y el pueblo; que si tú no haces lo
que debes con tus súbditos, tampoco son ellos obligados a hacer lo que deben
contigo”.
El estado ideal de Alfonso de Valdés es una monarquía patriarcal, que se
esfuerza en respetar el trabajo y no en abusar de los contribuyentes. Es todo
lo contrario a un absolutismo que se regulara por el simple antojo. Como dice
Plutarco, “Si quieres ser tenido por buen
príncipe, procura de ser muy semejante a Dios, no haciendo cosa que El no haría”.
Es una Monarquía dirigida por la gracia divina. , no despotismo ilustrado a la
manera del siglo XVIII, sino realeza iluminada. La autoridad se legitima no por
un pacto con el pueblo sino por el bien del pueblo, y por él solo.
El Diálogo de Mercurio y Carón
es un alegato diplomático, utopía política, llamamiento a la humanidad para que
oiga la voz de Cristo. Erasmo expresa su desesperación y furiosa confusión en
presencia de cómo va el mundo. Valdés, situado en el núcleo de esta confusión y
despertado del sueño mesiánico de pacificación y de reforma generales que el
saco de Roma le ha hecho concebir, pero conservando la fe en las buenas
intenciones de su señor. Nos hace recordar el giro que Valdés desearía a partir
de todos los episodios del Saco de Roma.
El destino de Valdés, apóstol de la paz, pero entregado en cuerpo y alma
a la política imperial, como secretario del Emperador, y tal como la había
orientado Gattinara, había hecho de él el apologista apasionado de la guerra
contra el Papa y contra el Rey de Francia. Poco después la realidad volverá a
imponerse con la evolución diplomática que tendrá lugar con la paz de las Damas
y la reconciliación total de Carlos V y de Clemente VII.
Desde el mes de septiembre de 1528 Carlos V acariciaba la idea de
trasladarse personalmente a Italia para desde allí ganar la guerra y alcanzar
una completa victoria sobre los franceses e imponer la paz española. Esto
suponía una reconciliación con el Papa y una colaboración íntima con él para la
convocatoria de un Concilio que pusiera fin al cisma. Clemente VII y Carlos V
se necesitan uno al otro.
El 16 de septiembre de 1528
CARLOS V reúne a su Consejo de Estado en Madrid y les habla de la necesidad de
pasar a Italia para pacificarla y conseguir del Papa la convocatoria de un
Concilio. El discurso de Carlos parece dictado por Antonio de Guevara, el autor
de Relox de Príncipes. Esta es la decisión que toma frente a las dos que
se perfilan: Centrarse en Europa o hacerlo en África, dejando a un lado los
problemas de Italia. Tavera era la cabeza representante de la opción por
África, frente a la de Gattinara, quien optaba por Roma para promover la idea
de un Concilio y para establecer en Italia una paz perpetua. Carlos V optó por
centrarse en Europa.
En el verano de 1529
logró la firma del tratado conocido como “La paz de las damas”, poniendo
fin a las discrepancias con Francia y allanándose el camino hacia una solución
de los problemas en Italia: Esto le garantizaría ser el auténtico Emperador de
la Cristiandad, idea con la que el pueblo castellano también estaba ya
identificado.
Las negociaciones llevan al tratado de Barcelona, que supone una alianza
defensiva y, si es posible, ofensiva. A principios de agosto de 1529, mientras
se firma en Cambrai la paz con Francia, Carlos V navega rumbo a Italia: El Papa
lo va a coronar Emperador. Pero en Bolonia ERASMO no es más que un humanista
entre otros muchos. Dentro de su séquito habrá de tratar amistosamente con los
reacios humanistas italianos, con enemigos encarnizados como ZÚÑIGA o
SEPÚLVEDA. En Bolonia son antierasmistas. Durante el Saco de 1527 Sepúlveda ha
debido refugiarse en el Castillo de Sant’
Angelo. Sepúlveda no comparte ni el pacifismo extremo de Erasmo ni el
mesianismo de los imperiales. Cuando Carlos V desembarca en Génova, Sepúlveda
le dirige una arenga exhortándole a la lucha contra el turco. Carlos no tarda
en tomar el camino hacia Alemania, donde su presencia es necesaria por el
peligro turco y también por causa del “negocio de la fe”. La Dieta de Augsburgo
va a ser su primer contacto con la Alemania luterana desde el dramático
encuentro en Worms. Al tratar con los protestantes, Carlos V trata de preparar
los caminos para un Concilio ecuménico. El Arzobispo de Toledo abrigaba grandes
esperanzas en la persona de Erasmo, quien podría ser el único puente de
entendimiento con los protestantes. De esta forma podría lograrse tanto la paz
entre los príncipes, como la misma reforma de la cristiandad, en que tanto la
herejía como la corrupción eclesiástica fueran reprobadas al mismo tiempo.
Por ello el enfoque particularista del principio del reinado de Carlos V ante un reto que sobrepasaba sus
posibilidades pasa a ser el reto que Castilla asume ante la responsabilidad de
gobernar un mundo que le ha sido encomendado por Dios. Castilla está preparada
para triunfar o hundirse en este empeño.
El Papa juega sus bazas como señor temporal, y no duda en apoyar al Emperador
cuando le conviene. Tampoco Carlos V tiene reparos en su política con el Papa o
hacia sus súbditos en Castilla que son los que le apoyan incondicionalmente.
Pero la creación y administración de los recursos
fue la asignatura pendiente del reinado de Carlos V: Su afán de transformar esa
Universitas Christiana con la que ha soñado
desde sus comienzos en 1521 hasta su derrota en Metz
en 1553 hace necesario que emplee
al máximo sus instrumentos de política exterior: diplomacia y ejército, lo que
implicaba todos sus recursos en hombres y en dinero. En cualquier caso, el
mantenimiento de un equilibrio en las bases económicas del país es un aspecto
fundamental que debería haber mantenido a toda costa, y no abandonarlo en
función de objetivos más ambiciosos, aunque es a la nobleza terrateniente, y no
a la corona, a quien hay que atribuirle gran parte de la responsabilidad en esa
orientación que tan positiva les era a los intereses económicos de los nobles.
Y también el pueblo llano se dejó encandilar pues cayó en la trampa de creer
que su condición de “cristiano viejo” le exoneraba, por
definición ontológica, de ejercer los oficios que habían ejercido los que no lo
eran: El problema es que habían sido expulsados o rechazados y quedó una laguna
insalvable que no podían materialmente cubrir los cristianos viejos dada la
ideología de base que se les había inculcado.
En vísperas de la dieta de Augsburgo el crédito de
ERASMO sigue siendo grande al menos del lado católico. Tres días antes, el Gran
Canciller Gattinara muere, y con él el hombre que podría manejar mejor los
hilos entre católicos y protestantes. Erasmo, por su parte, no vendrá a la
Dieta. En Augsburgo hubo buenos intentos de comprensión entre Melanchton y los
españoles del séquito del Emperador. Este invitó a Melanchton a exponer los
puntos en litigio.
Pero la “Confesión” o “Confessio Augustana” de 25 de Junio de 1530, un documento central
para el luteranismo, parecía demasiado intransigente a los ojos de los
imperiales. Los negociadores no llegaron a ningún
acuerdo positivo. Un equipo de teólogos
católicos realizó una refutación denominada Confutatio
Pontificia (3 de agosto de
1530), que fue respondida por Melanchton con la Apología de la Confesión de Augsburgo
( en abril - septiembre de 1531).
Dieta de Augsburgo
Después del fracaso de Augsburgo y de la coronación del Archiduque
Fernando como Rey de Romanos, la Corte Imperial pasa un año en los Países Bajos. En noviembre de 1531 la
reacción ortodoxa de Lovaina contra Erasmo es bastante poderosa pues está
controlada por los dominicos, quienes logran que se prohíba la lectura de las
obras de Erasmo. En París la Universidad se ha pronunciado contra Erasmo.
Aleandro, el nuncio pontificio en los Países Bajos, presiente el final
del erasmismo. A los erasmistas que habían proclamado la ortodoxia de Erasmo en
Valladolid la condenación de ahora era más grave que la censura que había recaído sobre los “Coloquios”, pues ahora recaía sobre las
“Anotaciones “y las “Paráfrasis” del Nuevo Testamento, texto
en que el pensamiento de Erasmo debía expresarse sin ambigüedades. La sentencia
parisiense comienza a pesar contra las obras publicadas en Italia en 1531,
donde Erasmo empezaba a ser leido. DON ALONSO ENRÍQUEZ concibió la idea de
hacer una apología de Erasmo para hacer frente a la “Determinatio” venida de Paris. En 1532 hizo imprimir en Nápoles su
“De matrimonio reginae Angliae” y su “Defensa de Erasmo” junto con una
“Epístola” a Carlos V. El fin que persigue en la Defensio es probar que la doctrina de Erasmo no tiene nada de común
con la de Lutero. Sin hacer alusión a los debates de 1527, su defensa sigue el
cuaderno de proposiciones de los frailes españoles, aunque trata sin orden demasiadas cuestiones.
Por su parte SEPÚLVEDA en su Antapologia defiende a su maestro
Alberto Pio y, de paso, también al ya desaparecido Zúñiga en las disputas
sostenidas con Erasmo. Y acusa a Erasmo
de haber preparado el camino a Lutero.
Erasmo veía cómo sus lazos más solidos con los españoles se rompían. Una
carta de Virués dirigida a Erasmo en 1532 nos ilustra acerca de la situación
moral de Erasmo en los círculos imperiales. El predicador no le oculta que los
grandes personajes de la Corte formulan acerca de él “juicios diversos”, porque
en dos años que el Emperador se encuentra en Alemania por los asuntos de la fe,
él no ha hecho ningún esfuerzo por ir a saludarlo, y no ha aportado su ayuda
para la defensa de la Iglesia en las conferencias doctrinales. Estima Virués que la cuestión más que un
asunto de ciencia lo es de negociación para evitar guerras fratricidas. La gran
preocupación del momento es unir las fuerzas contra el peligro turco: Viena es
el centro de una movilización gigantesca. Estando aún en Viena, muere en
octubre de 1532 Alfonso de Valdés afectado por la peste. Carlos V pierde así un
servidor incomparable y el erasmismo a su campeón más ardiente: el hombre que
había escrito la mejor defensa del Emperador
y las invectivas contra el Papa y el rey de Francia. Con su muerte y la
del Canciller Gattinara pasa a la historia todo un momento de la política y la
cultura española.
El traslado siguiente de la Corte a Bolonia no oculta el propósito
del Emperador de querer hacer de Italia
el centro de gravedad de su imperio dirigiéndole desde Nápoles. Cuando el
Emperador vuelve a Barcelona en abril de 1533, después de 4 años de ausencia,
no queda ya a su lado ninguno de los ministros y secretarios que habían ligado
a la idea imperial el sueño de una reforma religiosa inspirada en Erasmo.
PERSECUCION DE LOS ERASMISTAS
La aniquilación del erasmismo
y su desaparición, tras la persecución de que fue objeto por parte de la
Inquisición, coincidiría con la abdicación del emperador Carlos V, justo cuando
comienzan las guerras de religión: erasmistas, iluminados, conversos,
humanistas tenían puntos en común que chocaban con la intransigencia hispana.
Pero su ocaso había comenzado ya en 1529,
cuando el mismo Inquisidor ALONSO MANRIQUE, erasmista, cayó en desgracia, y
Carlos V se llevó a Italia como consejeros a los erasmistas más influyentes y
prominentes. A partir de ahí se había creado una maquinaria que se movía sin
control y devoraba a los mejores: El Arzobispo Carranza, una de las mejores
cabezas de la Teología y Humanidades, cayó en manos del Inquisidor Valdés de
Salas y de Melchor Cano por motivos de rivalidad personal. Teólogos, como Cano,
envidiaban a los librepensadores, por lo
que la reacción en esos casos es clara: se les declara persona non gratas, o
herejes que hay que mantener arrinconados si no se les puede destruir del todo.
Hacia 1524 la Inquisición está actuando
ya. La Inquisición sospechó que había elementos heréticos en la doctrina de los
alumbrados e inició una investigación que llevó a la detención de sus
principales cabecillas –la beata Isabel de la Cruz y Pedro Ruiz de
Alcaraz del grupo de Guadalajara fueron
encarcelados en abril de 1524 y sentenciados en un auto de fe de julio
de 1529- y a la promulgación por el inquisidor general, el erasmista Alonso
Manrique de Lara, de un "edicto sobre alumbrados" en septiembre de
1525, que incluía una lista de 48 proposiciones consideradas heréticas.
El proceso de DIEGO DE UCEDA es el único
ejemplo que se puede citar de persecuciones aisladas contra un erasmista demasiado entusiasta,
antes de la reapertura del proceso contra los “alumbrados”. Denunciado a la
Inquisición y sometido a tortura confiesa ciertas frases pronunciadas a favor
de las teorías erasmistas. El Auto de fe en que tuvo que comparecer es el de 22
de Julio de 1529, después de haber estado 27 meses en prisión. El auto de fe en
que compareció es el mismo en que ALCARAZ e ISABEL DE LA CRUZ fueron azotados y
oyeron su condena prisión perpetua.
ALCARAZ: Ha de comparecer en el auto de fe de 1529 en que compareció Uceda. Fue
azotado y sentenciado a cadena perpetua.
ISABEL DE LA CRUZ: Ha de comparecer en el auto de fe de 1529 en que
compareció Uceda. Fue azotada y sentenciada a cadena perpetua.
En 1529 fue detenida la beata Francisca
Fernández, líder del grupo de alumbrados
de Valladolid, y poco después uno de sus principales seguidores, el predicador
franciscano Francisco de Ortiz. La
beata incriminó a partidarios suyos acusándolos de "luteranos". Este
fue el caso de Bernardino Tovar, hermano del erasmista Juan de Vergara,
y de María de Cazalla, que fue torturada bajo la
acusación de luteranismo y de iluminismo. Otro de los denunciados por la beata
Francisca Hernández por "luteranismo" fue el impresor de la
Universidad de Alcalá, Miguel de Eguía, pero fue absuelto en 1533
tras pasar más de dos años en la cárcel de la Inquisición en
Valladolid, y Juan del Castillo. María de
Cazalla en su defensa alegó que en Guadalajara alumbrada se
aplicaba a toda persona recogida y devota.
En este fragmento de la acusación inquisitorial
contra el grupo de Escalona se les compara con otras herejías medievales, como los husitas, y se manifiestan sus doctrinas:
“se resucitan eregias porque aquel
ynterior dexamiento aquella suspensión occiosa de pensamiento aquel no hazer
mas de dexarse a que Dios obre y no ellos error fue de Ioannes hus y de Ioannes
flirseso por Leuterio seguido que niegan el libre alvedrio para obrar puniendo
la perfeczion en padezer y aquella perfeczion falsa que dogmatizan... de los
bigardos y biguinos emano pues propone con ellos que los perfectos no son
obligados a ayunar, a orar, ni a humana obediencia subjetos, ni a preceptos de
yglesia obligados porque ubi pus dñi ibi libertas (ubi opus domini ibi
libertas) y a la adoración y herimiento de pechos que niegan claro es se de los
mismos y si el zelo del santo officio no lo ataja es cierto llegara a
yntroducir la abominable caridad que almerico y fray alonso de meya
dogmatizaron. Lo tercero es sy bien es el cevo del anzuelo en los hereticos
mayor cevo es el mayor bien todos los ereges antepasados pretendían la
evangelica verdad o bondad y esto el que mas lo pretendía el Leuterio perfido
que pretende evangelica libertad...”.
El informe del prior de los dominicos de Lucena a la
Inquisición de Córdoba, en 1585, recoge la pretensión de los alumbrados de
comulgar sin confesar, porque creían que gente justificada y confirmada
en el bien no pueden ya pecar.
Hernando Álvarez y Cristóbal
Chamizo fueron unos clérigos de Llerena (Badajoz)
acusados de extender por Extremadura a finales del XVI y principios del XVII
unas extravagantes prácticas y opiniones teológicas, que se consideraron
equivalentes a las de los alumbrados por la Inquisición: Al menosprecio de los
preceptos divinos y a la profanación de los lugares más sagrados, unían una
disolución carnal inconcebible, y las penitencias que en el confesionario
propinaban, eran ayuntamientos sexuales de las confesadas con ellos mismos,
enseñándoles que el Mesías había de nacer del comercio de una doncella con
alguno de los confesores alumbrados. No se conoce Auto de la Inquisición contra
ellos, pero sí se han encontrado de gente emparedada viva en la torre de la
antigua mezquita.
Nuevas persecuciones se preparaban: FRANCISCA
HERNANDEZ a finales de marzo de 1529 había sido detenida y FR. FRANCISCO ORTIZ fue detenido el 6 de abril.
Desde el momento que se encarcela a Francisca y el momento en que acusa a más
personas pasa un año. Mientras tanto tenemos noticias del sacerdote JUAN LOPEZ
DE CALAIN, discípulo de Isabel de la Cruz,
y de su muerte en la hoguera.
A finales de julio de 1530 Francisca Hernández ya empieza a delatar a
otros: Bernardino Tovar y el Doctor Vergara, a su hermana Isabel, a Pedro
Cazalla, a su hermana María y a su hermano el obispo, a los sacerdotes Juan
López de Calaín, Diego López de Husillos y Villafaña, al clérigo humanista Juan
del Castillo, al comerciante Diego del Castillo, a la flamenca Ana del Valle, y
al impresor Miguel de Eguía.
En 1531 a partir de las confesiones de otros, como el sacerdote Diego Hernández, llegaron a la conclusión de que
los principales inspiradores luteranos eran Tovar y
Juan del Castillo.
JUAN LOPEZ, GARZON y CASTILLO fueron
los únicos condenados a la hoguera.
El proceso de BERNARDINO TOVAR ha
desaparecido. Entre diciembre de 1529, su primer arresto, y septiembre de 1530
es probable que algunos se alejaran de España. Se produce la debandada: En
1533, en vísperas del arresto de VERGARA, el arresto de Tovar se prolongaba
aún. Probablemente entre esas fechas es cuando escapan de España JUAN DE
VALDES, MATEO PASCUAL, MIONA, MIGUEL TORRES, Y JUAN DEL CASTILLO. En cuanto a
Tovar, parece que debió abjurar “de vehementi” y sufrir una penitencia más o
menos prolongada.
El proceso a JUAN VERGARA – que se
conserva - es muy largo y tortuoso. Detenido en
1533, supo dilatar su proceso a base de
emplear todos los recursos dilatorios de la trama jurídica de la Inquisición
que conocía bien. Privado de la libertad durante 4 años, recobró la libertad el
27 de febrero de 1537. El voluminoso expediente de Vergara nos hace penetrar en
las sombras secretas de las salas de audiencia, las prisiones y los claustros
que eran su prolongación. Nos inicia en la lentitud del procedimiento, en que
consiste gran parte de la crueldad del proceso. La
personalidad de Vergara dota de interés psicológico e histórico este proceso.
Es un personaje importante, odiado sin duda, pero que disfruta de singulares
privilegios, y es además el secretario de Arzobispo de Toledo Fonseca. Descendiente de judíos, fue uno de los colaboradores
del cardenal Cisneros en la
realización de la Biblia Políglota Complutense. Trabajó en el texto latino y se
encargó de las traducciones interlineales del griego, labor que realizó con
Nebrija, López de Zúñiga y Bartolomé de Castro. Para Cisneros también realizó
la edición de Aristóteles y
trabajó a sus órdenes como secretario. A la muerte del cardenal, se trasladó a
los Países Bajos, donde estableció un primer contacto con Erasmo, aunque éste
al principio desconfió de él por ser amigo de su gran enemigo López de Zúñiga.
El siguiente destino de Vergara fue Toledo, donde entró como secretario del
arzobispo Fonseca. Su proximidad a las ideas defendidas por Erasmo le involucró
en un proceso inquisitorial que duró varios años. Se le acusó de defender la
traducción de la Biblia en varios idiomas, entre otros argumentos. Así, pues, se
le ahorra el interrogatorio de costumbre sobre sus ascendientes; se salva de la
tortura, casi cruel rito necesario en el final de cada proceso al menos, y casi
logra librarse de la exhibición infame del auto de fe. El procedimiento más
normal es el seguido con María Cazalla, pero Juan de VERGARA logra que entren
en su juego teológico sus mismos examinadores, a los que deja casi en ridículo.
Les reclama todo tipo de apelaciones dilatorias que la mayoría de los
encausados desconocen: Apela a su derecho a las tachas, es decir a desmentir y
entrar en las razones que sus delatores han esgrimido, recusa a algunos de sus
jueces. A falta de mejores argumentos, les coloca a la altura de su principal
delatadora, Francisca Hernández, que hila frases inconexas porque tenía más de
verdulera que de teóloga no tenía nada, pero es que en ese campo se muestra
maestro frente a sus jueces también, y al final sólo le traicionan los papeles
que le ha estado enviando a Tovar en la cárcel, lo que para el fiscal y los
jueces era una prueba irrecusable de sus esfuerzos por obrar sobre la justicia
inquisitorial y penetrar su secreto. Desde 1530 había pasado 3 años ganar el
proceso instruido a TOVAR.
MARIA CAZALLA, simple
burguesa, hermana del obispo CAZALLA. Las deposiciones del sacerdote Diego
Hernández (mientras estaba él también prisionero del santo oficio) son las que
provocan su arresto. El caso de María Cazalla es particularmente claro, pues es ella una mujer que ha tomado parte
activa en la propaganda iluminista antes de 1524, y en íntima conexión con su
hermano el obispo, que, desde estos días, une a su iluminismo un erasmismo
decidido. La denuncia que recayó sobre ella en 1525 nos demuestra que no
conocía a Erasmo aún. Pero en 1532 es tan erasmiana como su hermano, y cita sin
cesar párrafos del Enchiridion de Erasmo acerca del culto del espíritu.
El cristianismo, tal como lo ve practicar a su alrededor, lo ve como un montón
de “ceremonias judaicas”. Comparte la aversión erasmiana de su hermano
hacia la filosofía especulativa de las escuelas.
María ejerce desde Guadalajara una fuerte atracción por los clérigos
erasmizantes de Alcalá, más o menos como Francisca Hernández, unos diez años
antes atraía al grupito de clérigos de Salamanca, sólo que a María Cazalla no
se la puede acusar de deshonestidad. Juan del Castillo y Diego Hernández, teólogos,
conversan con ella muchas veces sobre los temas teológicos de actualidad:
Erasmo, Lutero, y el Papa.
Denunciada en marzo de 1532, quedó presa en Abril, y en 3 de Mayo de
1532 ha de soportar un interrogatorio sobre su identidad. En Octubre de 1534 es
sometida a tortura. El 19 de Diciembre oye la sentencia. Es moderada:
sospechosa de herejía, abjura “de levi” en la misma Audiencia. Se le ahorrará
la afrenta del Auto de fe. La penitencia pública la hará en su misma parroquia.
Luego se le levanta el secuestro de sus bienes que tenía embargados. Sale de la
cárcel, en que había estado 32 meses, el
20 de Diciembre de 1534.
PEDRO CAZALLA: Las cosas empezaron a ir
mal para el obispo Cazalla, cuando un joven franciscano, Francisco Ortiz comenzó a atacar a Erasmo en sus
sátiras que emanaban del “Elogio de la locura” y donde muchos alumbrados y
luteranos ponían de parapeto para ocultar sus doctrinas, que nunca incluían
sátiras contra la Iglesias pero que Erasmo sería la puerta por donde entraban.
En 1523 Ortiz había predicado sobre la vida de Erasmo, advirtiendo que tales
ligerezas eran el condimento para las calderas del Infierno. Esto despertaría
la ira de los erasmistas de Alcalá y establecería un intercambio de
correspondencia entre Ortiz y Cazalla nada amistoso. Como Ortiz se uniera a
Francisca Hernández, llenándola de alabanzas y considerándola la “nueva Susana”,
este se hizo más exagerado frente a Erasmo y sus seguidores. Por esta causa,
Cazalla escribirá a Ortiz, protestando contra el excesivo elogio hacia
Francisca, cuando ni los apóstoles alabaron tanto al Señor Jesucristo, instando
a Ortiz a considerar el honor y la reputación de su orden. Sin embargo Ortiz
siguió en buena sintonía con Francisca y no cejó en sus hostilidades.
El siguiente paso, en vista de las hostilidades, sería la delación a la Inquisición. En 1530, Francisca Hernández, denunciará a Cazalla de iluminismo y luteranismo. Según Francisca, Cazalla negó el valor del ayuno y las disciplinas, que el rezo oral y otros actos exteriores, como arrodillarse o doblar la cabeza, no eran necesarios. Estas acusaciones parecen, a simple vista, una teología luterana en sentido amplio como dirá Bataillon, sin embargo no es la teología de los sermones del obispo Cazalla o la del mismo Vergara que ya fue acusado en 1525 de unas conversaciones con el obispo Fonseca en las que se discutía si Dios podía llamarse “cuaternidad” o “trinidad”. Además del obispo Cazalla, alcanzarían las acusaciones de la criada de Francisca, María Ramírez (de mote Mala Ramírez) a los dos hijos de Leonor de Bivero, uno de ellos Agustín de Cazalla que había sido confiado al obispo Cazalla en Alcalá, quienes absorberían a temprana edad las doctrinas del alumbrado y luterano Bernardino Tovar. Así se refleja en las cartas que estos dos hijos escribían a su padre, Pedro de Cazalla, y de las que enterada Francisca, aconsejaría traer a casa a aquellos jóvenes antes de que sus mentes fuesen corrompidas por el iluminismo. Según el testimonio de María Ramírez, Pedro Cazalla hizo caso al consejo de Francisca.
En 1533 el obispo, Juan de Cazalla, entraría en la lista de Diego Hernández acusado de erasmista y luterano, aunque es posible que el proceso del obispo ya llevase tiempo en marcha. En diciembre de 1534 el Fiscal de la Inquisición de Toledo hizo una breve referencia a este proceso del Obispo, pero Cazalla murió antes de ser completadas las pruebas. Bataillon dice que el obispo Cazalla muere el 3 de Mayo de 1532 cuando su hermana María ha de sufrir un duro interrogatorio. Aunque es posible que muriese ya antes de esa fecha. El Obispo CAZALLA murió, en todo caso, antes de que el proceso entrase en la fase decisiva.
El siguiente paso, en vista de las hostilidades, sería la delación a la Inquisición. En 1530, Francisca Hernández, denunciará a Cazalla de iluminismo y luteranismo. Según Francisca, Cazalla negó el valor del ayuno y las disciplinas, que el rezo oral y otros actos exteriores, como arrodillarse o doblar la cabeza, no eran necesarios. Estas acusaciones parecen, a simple vista, una teología luterana en sentido amplio como dirá Bataillon, sin embargo no es la teología de los sermones del obispo Cazalla o la del mismo Vergara que ya fue acusado en 1525 de unas conversaciones con el obispo Fonseca en las que se discutía si Dios podía llamarse “cuaternidad” o “trinidad”. Además del obispo Cazalla, alcanzarían las acusaciones de la criada de Francisca, María Ramírez (de mote Mala Ramírez) a los dos hijos de Leonor de Bivero, uno de ellos Agustín de Cazalla que había sido confiado al obispo Cazalla en Alcalá, quienes absorberían a temprana edad las doctrinas del alumbrado y luterano Bernardino Tovar. Así se refleja en las cartas que estos dos hijos escribían a su padre, Pedro de Cazalla, y de las que enterada Francisca, aconsejaría traer a casa a aquellos jóvenes antes de que sus mentes fuesen corrompidas por el iluminismo. Según el testimonio de María Ramírez, Pedro Cazalla hizo caso al consejo de Francisca.
En 1533 el obispo, Juan de Cazalla, entraría en la lista de Diego Hernández acusado de erasmista y luterano, aunque es posible que el proceso del obispo ya llevase tiempo en marcha. En diciembre de 1534 el Fiscal de la Inquisición de Toledo hizo una breve referencia a este proceso del Obispo, pero Cazalla murió antes de ser completadas las pruebas. Bataillon dice que el obispo Cazalla muere el 3 de Mayo de 1532 cuando su hermana María ha de sufrir un duro interrogatorio. Aunque es posible que muriese ya antes de esa fecha. El Obispo CAZALLA murió, en todo caso, antes de que el proceso entrase en la fase decisiva.
MIGUEL DE EGUÍA: Es considerado como uno de los mejores
impresores de su época y sus obras, que conservan el estilo de su suegro, son
selectas y embellecidas por la letra de Tortis (nombre de un impresor veneciano
del siglo XV). Las lujosas portadas renacentistas, las iniciales de adorno de
carácter artístico, la utilización de tintas roja y negra, la pureza de los
tipos, y la buena calidad del papel hacen de sus impresos ejemplos de la
renovación de la imprenta hispana. Utiliza tipografías góticas y redondas y,
aun sin ser el primero en usar la letra cursiva o itálica, máxima expresión de
la latinidad clasicista durante esa centuria, será quien más la emplee de forma
sistemática. Renueva el concepto de ilustración de los libros, especialmente en
las portadas, utilizando orlas arquitectónicas de estilo renacentista, todo lo
cual coloca sus obras a la altura de lo mejor de Europa.
Desde sus inicios en el mundo editorial
se propone editar libros de carácter científico y de arquitectura. Eguía fue el
mayor divulgador de Erasmo, cuyas obras editó, entre ellas la primera
traducción al español (Enchiridion, 1529). Estos hechos lo montaron en una gran
ola de popularidad, la cual no obcecó su mente: compaginó el ser uno de los
mayores difusores de las obras de Erasmo, con la edición, cuando los vientos
empezaron a cambiar, de la obra Pedro Ciruelo, principal anti erasmista.
Cuando llegó la represión al movimiento
erasmista, todos los del "Movimiento de Alcalá" fueron acusados, y la
lista de herejes o sospechosos incluyó más de 60 nombres. A finales de julio de
1530 es encarcelada Francisca Hernández, una "iluminada", que se gana
la clemencia de los jueces a base de delaciones y acusaciones falsas. Cuando es
encarcelado BERNARDINO TOVAR, sobre el que se centraba el movimiento erasmista, todos se
dispersan. La mayoría va al extranjero, pero Eguía, que nunca dejó de estar
avecindado en Estella, viene a la ciudad navarra, en donde es citado para
comparecer en Valladolid. Allí lo
interroga la Inquisición, y en el
otoño de 1531 ingresa en la cárcel, donde permanece
dos años hasta que es puesto en libertad sin cargos. Al salir del encierro se
desquita de Erasmo imprimiendo (sus imprentas se mantuvieron activas mientras
estuvo preso) el único libro dedicado a atacarlo que se conoce en España
(Alcalá, 1 de enero de 1536). A partir de entonces olvida las enseñanzas de
Erasmo y, al sentir cercana su muerte, redacta un testamento en el que muestra
ideas opuestas a las del famoso filósofo.
El 6 de Diciembre de 1529 el bachiller
Bernardino de Tovar, vecino de Alcalá fue preguntado sobre MEDRANO.
Esta es parte de la Declaración de Bernardino Tovar ante la Inquisición, como testigo
XXIIII el día 6 de Diciembre de 1529:
“En Toledo, en seis días del mes de diciembre de MDXXIX, ante los
señores inquisidores Alonso Mexia e Pedro Vaguer, el bachiller Bernalrdino de
Tovar, vezino de Alcalá, testigo jurado, etc., entre otras cosas que declaró,
dixo lo siguiente.
Fue preguntado sy vido este declarante quel dicho Medrano toviese
en las rodillas a la dicha Francisca Hernandez e la abraçase; dixo que no la
vido tener en las rodillas, salvo que oyo decir en Valladolid que se lo avian
puesto en la Ynquisicion, pero que los vido abraçar.
Yten dixo quel bachiller Medrano entendía en comprar las cosas de
vestir e de mas sustancia que tocavan a Francisca Hernandez, y que se acuerda
que Antonio de Fonseca envio una vez a Medrano dozientos o dozientos çinquenta
reales, e otra vez mas dineros, para que dixese misas.
Yten dixo que vio quel dicho Medrano guisava de comer a la dicha
Francisca Hernandez algunas vezes e que comían juntos ella y el dicho Medrano;
e que vido como algunas vezes el dicho Merano la regalava para que comiese,
quando no quería comer, diziendole: comed, hijita, coraçon, entrañitas e mi
almita; e que también cree que le diría las dichas palabras quando estaba
enojada.
Yten dixo que estando el bachiller Medrano en una casa de enfrente
donde bivia la dicha Francisca Hernandez, le pedía su bendiçion porque de otra
manera no podía salir de casa, e la dicha Francisca Hernandez se ponía detrás
de la vetana e desde allí lo santiguava …
Yten dixo quel dicho Medrano tenia çelos, que paresçia que se
tocava de un poco de envidia quando le paresçia que la dicha Francisca Hernandez
dava favor a otro, como si estaba ella
lavando o haciendo otra cosa le dexara entrar. Yten dixo que no teni por onbre
muy codicioso al dicho Medrano, salvo por onbre que quería buena olla y mal
testamento”.[9]
Medrano es un alumbrado a pesar de él mismo
y porque comparte las tesis fundamentales del Edicto de 1525. Aunque se
defiende apartándose de los alumbrados, aporta una visión de la religión, y la
fe y el erotismo que le son propios y exclusivos. El epicureísmo de Medrano y
cierto escepticismo son de raíz judeo conversa, como se deduce del capítulo
correspondiente a las cédulas gastronómicas. En cuanto al refrán “buena olla y
mal testamento” es un proverbio de cierta raigambre judeoconversa que se
atribuía a los sospechosos de judaizar y de ser escépticos respecto al más
allá.
Bernardino Tovar, hermanastro de Juan
de Vergara y Francisco de Vergara, es uno de los primeros y más fieles
seguidores de Francisca Hernández, a la que acompaña de Salamanca a Valladolid
con Medrano y Villarreal; así lo declaran Inés, la esclava negra de Pedro de
Cazalla y Diego López. Juan de Vergara, antes de salir en 1520 a Flandes, intenta convencer a su
hermanastro Tovar de que abandone a Francisca Hernández, pero no lo consigue; a
su vuelta en 1522, Tovar todavía vive en Valladolid, pero entonces logra
llevárselo a Alcalá, aunque siga más o menos en contacto con el grupo de
Francisca Hernández, de la que acabara separándose. Tras esta separación, Tovar
se aproxima al círculo de María Cazalla,
en Guadalajara, y le envía desde Alalá teólogos que están de paso en la ciudad.
Francisca Hernández, al declarar en julio de 1530, acusa al doctor Vergara y a Tovar de los errores de
los alumbrados y luteranos, vengándose así de la anterior separación. Tovar fue detenido en sept. De
1530; su hermano Juan Vergara se lanza
en su defensa, sin saber que él mismo también había sido denunciado. Los
procesos de Vergara y Tovar están paralela y magistralmente relatados por
Bataillon (pgs. 442-448) y 475-476). Cuando Juan de Vergara es detenido en
1533, el de Tovar sigue abierto.
TAPIA obtuvo su libertad sin más penitencia que la prohibición de vestir
ropas eclesiásticas, ya que conocía a algunos amigos de los inquisidores.
EL DOCTOR MATEO PASCUAL, antiguo rector del Colegio San Ildefonso de
Alcalá, debió de haber salido de Roma sin demasiada inquietud, llamado a las
funciones de Vicario General del Arzobispado de Zaragoza. Perro las denuncias
recogidas contra él - imprudencia de
lenguaje y simpatía por el asunto de la Doctrina de Valdés – parecieron
suficientes para justificar su arresto en 1533 basados en sólo una frase
pronunciada en contra de la existencia del purgatorio. Se le siguió un proceso
teniendo en cuenta la cautela, como aconsejaba Manrique, pero finalmente fue conducido
a la prisión del Sano Oficio de Toledo. No se sabe con que clase de abjuración
terminó su proceso pero en 1537 había recobrado su libertad. Luego marchará a
Roma donde residió hasta su muerte en 1553.
JUAN DEL CASTILLO Apresado en Italia, a donde había huido, fue
buscado y encontrado en Bolonia en febrero de 1535, donde estaba el emperador
en ese momento. Las deposiciones contra él por parte de Diego Hernández en 1532, hicieron que su captura se considerase
de capital importancia. Traído a España el 16 de Junio, hubo de entregar sus “Confesiones” por escrito al Inquisidor
General Manrique. Su proceso se ha perdido por desgracia. Su caso era grave. Su
proceso fue larguísimo: El 8 de Enero de 1535 se le estaban arrancando
confesiones por medio de tortura. Parece que finalmente se le condenó a la
hoguera. Nada más venir a España, y al contemplar la suerte que había tenido Juan López de Calaín, compañero suyo en la empresa del
apostolado en Medina de Rioseco, que había muerto en la hoguera, Juan del Castillo
intentó suicidarse. En el proceso de Petronila, en su declaración del 3 de
septiembre de 1534, hay un extracto de confesiones hechas por Juan del Castillo en Toledo, el 7 de marzo de 1534, en
que confiesa su luteranismo: Todo el mundo está salvado, pecadores y no
pecadores; inutilidad de las obras; no hay libre albedrío; los preceptos de la
Iglesia no son obligatorios; un sacerdote puede dejar de rezar las horas
canónicas. El mismo “dezía misa sin rezar”. No creía en la presencia real.
Aunque su expediente no se conserva, sí se conservan los procesos que se
incorporaron al de Juan del Castillo, como el de su hermano GASPAR DE LUCENA, arrestado desde 1532 y sometido a
tortura todavía en 1535, el de su hermana PETRONILA DE
LUCENA, presa durante buena parte de 1534, el de su pariente u homónimo DIEGO DEL CASTILLO. De ellos sólo se conserva el de Petronila, donde hay bellas cartas espirituales de Juan del Castillo a su hermana.
FRAY ALONSO DE VIRUÉS, tan comprometido en el movimiento erasmiano, no se
escapó de las persecuciones, a pesar de la protección de Carlos V, de quien era
uno de los predicadores favoritos. Libre todavía en 1534, cuando declaró por
primera vez contra Vergara, el 12 de enero de
1535 cuando declara en el monasterio de San Benito de Valladolid, está
prisionero en este lugar. Pide probanzas y se alarga el proceso. Finalmente
“abjuró de levi” en 1537, fue absuelto “ad cautelam”, recluido en un convento y
privado de licencias por dos años. El Emperador, que quería darle un obispado,
alcanzó la anulación de la sentencia por un Breve pontificio del 29 de Mayo de
1538, y se le nombró a Virués obispo de Canarias algunos meses después.
PEDRO DE LERMA, canciller de la Universidad de Alcalá desde su fundación fue acusado en
1535 y sólo se libró en 1537 después de retractarse de once proposiciones
heréticas. Luego salió para París. Murió siendo decano de la Facultad de
Teología.
JUAN DE VALDES. Se le abrió causa en 1531. Su proceso se dirigió contra su Dialogo de la doctrina cristiana. Valdés
se marchó a Italia. Diego Hernández facilitó
una lista completa de los humanistas iluminados erasmizantes mientras estuvo en
la cárcel.
Desde 1530 a 1540 la policía inquisitorial estuvo muy ocupada. Y a ello
se debe el que algunos cambien de actitud, como fue el caso de MALDONADO: En 1534 se encuentra en Guadalajara y tiene
como alumna a una gran señora seducida por el humanismo: Doña Mencía de
Mendoza, marquesa de Zenete, condesa de Nassau. Maldonado escribe para ella u
tratadito en que pasa revista a diversos filósofos cristianos, entre los que
incluye a Erasmo, pero ahora en tono crítico. Poco después, estando en Burgos y
en conversaciones con Ana Osorio,
también pondrá la Inquisición en guardia contra las herejías de Erasmo y
los erasmistas. En su librito “Praxis” afirma su ortodoxia presente y pasada, y
lamenta que el Maestro Erasmo no se haya limitado al campo de la latinidad.
Hay, pues, una tendencia en
algunos de los antiguos erasmistas a dar marcha atrás. A fines de 1533, Rodrigo
Manrique, hijo del Inquisidor General, se encuentra en Paris, y comunica a su
maestro Vives las tristes reflexiones que le inspira la prisión de VERGARA: “…Nuestro país es una tierra de envidia y
soberbia; y puedes agregar: de barbarie. Pues, de hoy en más, queda fuera de
duda que nadie podrá poseer allá cierta cultura sin hallarse lleno de herejías,
de errores, de taras judaicas. Así se ha impuesto silencio a los doctos; en
cuanto a los que corrían al llamado de la ciencia, se les ha inspirado, como tú
dices, un gran terror”.
La represión española se distingue menos por su crueldad que por el
poderío del aparejo burocrático, policíaco y judicial de que dispone. Su
organización centralizada cubre toda la Península con malla apretadísima, y
hasta posee sus antenas en el extranjero, Y por otra parte, los tribunales
tienen, cada uno en su jurisdicción, iniciativa bastante amplia. Esta poderosa
institución, nutrida de confiscaciones y de multas, se halla en pleno
crecimiento. Y el pueblo mismo participa de ello pues la Inquisición puede
apoyarse en el sentimiento de “cristiano viejo” de las masas populares. Los
procesos engendraban procesos, sin que el Inquisidor General y la suprema
tuviesen que darle un impulso inicial.
Cuando los mensajes postreros de Erasmo llegaban a su destino a Toledo,
Vergara estaba incomunicado, y el Arzobispo Fonseca había muerto. La España de
1536 en que Vergara y Virués expiaban su celo erasmiano, no se deshizo en
elegías sobre el ilustre desaparecido
ese mismo año.
&&&
LA REFORMA ESPAÑOLA
En el cuarto de siglo que precede a la Reforma tridentina que tiene su
comienzo en 1545, lejos de que el erasmismo fuera repudiado, se estaba
transformando en una posición intermedia entre el catolicismo y la Reforma
protestante.
Paulo III había ofrecido el capelo cardenalicio a Erasmo, quien había
renunciado. Pero otros hombres de la curia tenían posiciones parecidas a las
suyas. Hay bajo este Papa una promoción erasmiana de cardenales como Canatrini,
Morone y Pole. A Erasmo se le reverenciaba en amplios círculos del consistorio
buscando de él una sentencia arbitral que en su reciente libro De sarcienda Ecclesiae concordia había
sugerido. Hay un Consejo de hombres ilustres preparando el Concilio y estos
hombres son herederos del ideal irénico de Erasmo. Prolongan de alguna forma su
apostolado cuando se afanan por llegar a un acuerdo en el campo de la
justificación por la fe. El debate era algo más que disputa de teólogos
profesionales. Para las almas profundamente cristianas se trataba de salvar un
sentimiento nuevo y fuerte de la gracia divina, sentimiento que iba en
detrimento de los actos de culto y devoción y de las obras humanas en general.
Cuando Erasmo había tomado posición contra Lutero a propósito del libre
albedrío, se había sentido penetrado de la omnipotencia de la gracia, no sólo
de un afán humanista. Y sus discípulos en España y otras partes habían colocado
más decididamente el acento sobre la justificación de la fe. Es decir, no
habían tenido el sentimiento de estar rompiendo con el maestro. La gran divisa sola fides, antes de hacerse la piedra
de tropiezo en el Concilio de Trento, había sido la señal de unión de muchas
almas, como la de los humanistas “a lo Melanchthon” o los hombres del Oratorio
del divino amore. Cierto es que esa tendencia más minoritaria sería
derrotada con ocasión del voto de los cánones en favor de la justificación de
la fe, pero lo cierto es que altas autoridades
protegieron, durante más de diez años, un movimiento que se proclamaba
católico. Había consideraciones políticas que impedían a los soberanos
católicos se pusieran de parte de los ortodoxos intransigentes. En 1541 el
Coloquio de Ratisbona había llegado a un acuerdo precario sobre la fórmula de
la doble justificación. Alfonso de Valdés, si hubiera vivido, no hubiera
hablado con otras palabras.
Por otra parte los imperiales no habían tomado nunca en serio las
veleidades reformadoras de Paulo III y, lejos de unir posiciones, exasperaba
sus disensiones. Así como Juan de Valdés, en 1535, cuenta mucho más con el
Emperador que con el Papa para la pacificación del mundo, ahora en 1546 los
humanistas españoles cuentan menos con el Concilio que con el nuevo coloquio de
Ratisbona. Roma teme que Carlos V termine por imponer su voluntad no sólo a los
protestantes alemanes sino también al Concilio.
En ocasión de la grave ruptura hispano –romana causada por el traslado
del Concilio a Bolonia, los imperiales se regocijan ante la oportunidad de imponer sus teorías.
La promulgación del Ínterin de Augsburgo, en mayo
de 1548, intentaba boicotear la autoridad de las primeras decisiones
tomadas en Trento. El Interim es un
decreto imperial promulgado en la Dieta de Augsburgo, poco después de la
derrota de la Liga Esmacalda en la batalla de Mühlberg. Las nuevas fórmulas de la justificación por
la sola fides, fruto de la
colaboración de del erasmista Plfug y los teólogos españoles Fray Pedro de Soto
y Maluenda, y algunas disposiciones del Ínterin más (comunión bajo las dos
especies etc.) hubieran sido aceptables a un Juan Valdés o a un Contarini. El
Ínterin, aunque toca gran número de cuestiones dogmáticas, no trata ni del
purgatorio ni de las indulgencias. En esto último, aunque es secundario
teológicamente, había graves motivos de tipo económico comercial que intentaban
meterse por la gatera de la Teología. En cambio,
aunque se ordenó a los protestantes volver a adoptar las creencias y prácticas
tradicionales del catolicismo, incluyendo los siete sacramentos, las
concesiones hechas permiten ver al Interim de Augsburgo como el primer paso significativo en
el proceso que llevó a la legitimación política y religiosa del protestantismo
como alternativa al catolicismo, y que se sustanció definitivamente en la Paz
de Passau de 1552 y la de Augsburgo de
1555.
Todo esto hay que tenerlo en cuenta si se quiere captar la complejidad
de la vida religiosa española por los
días de la primera reunión del Concilio,
si se quiere entender el giro que 20
años después tendrá lugar cuando campee la ortodoxia tridentina. En 1560 será
España quien lleve la voz cantante. Ya en 1556, al subir al trono Felipe II, el
autoritario y fanático Papa Paulo IV amenazará con la excomunión a Carlos y a
su hijo Felipe, ya reinante.
Por lo tanto, en los 20 años de la época que va de la muerte de Lutero a
la abdicación del Emperador Carlos V, el pensamiento de Erasmo había brillado,
sobre todo en España. Solo los “Coloquios”
erasmianos” se habían puesto bajo ciertas medidas de restricción en 1535,
cuando aún vivía Erasmo, bajo la excusa de que no estaban bien traducidos. Las
instrucciones enviadas a los Tribunales
el 29 de enero de 1536 están concebidas dentro de un espíritu
conciliador. Se quiere apaciguar la querella erasmiana En 1537 los “Coloquios” son prohibidos tanto en
lengua vulgar como en latín, fundándose en la condenación de la Sorbona. Habrá
que llegar al Índice de 1551 para encontrar una prohibición semejante relativa
a Lutero, y aún así, sólo tiene en cuenta la Exomologenesis en lengua
vulgar y el Eclesiastés. Y la actitud de los teólogos más ortodoxos españoles
era tratarlo de Hereje.
Pero si vemos la obra de Fr. ALONSO DE CASTRO titulada “Adversus omnes haereses”, y que tan
hostil es al tomismo integral como al escotismo excesivo, aun así salva el
nombre y la figura de Erasmo, aunque se aparta de Erasmo en algunas
interpretaciones de la Sagrada Escritura. En todo caso, afirmaba que no lo
tenía por sospechoso de arrianismo y que seguía, en general, la opinión de la Universidad de París. En las
sucesivas ediciones fue, sin embargo, haciendo más concesiones a los ortodoxos.
Para ver la evolución de los ortodoxos con respecto a Erasmo, hay que
fijarse en dos de los libros que preceden al “De locis theologicis” de Melchor Cano:
Fray LUIS DE CARVAJAL en su libro “De
restituta theologia liber unus”, de 1545, hace un inventario de las fuentes de la fe
cristiana a partir de la revelación y ataca duramente a Erasmo y a Cayetano.
Pues bien, a pesar de todo, el método de análisis que sigue es el Erasmiano.
Otro libro más, publicado en Colonia en 1548, es el “De divinis, apostolicis atque ecclesiasticis
traditinibus”, de Don MARTIN PEREZ DE AYALA, Obispo de Guadix. Discípulo de
Vitoria en Salamanca, y después de Juan de Medina en Alcalá de Henares, había
enseñado la filosofía de Aristóteles. Más tarde, en su retiro monástico en
Amberes es donde escribiría su libro “De
las tradiciones”. En este libro toma postura clara contra los protestantes.
Para él hay que fijarse en la tradición anterior a la redacción de las
Escrituras y en la posterior a las Escrituras. En todo esto, su afán es un vivo
deseo de reforma ortodoxa. Y a pesar de todo, o puede por menos de elogiar a
Erasmo en cuanto a la reforma de la Iglesia y la renovación de la enseñanza
cristiana.
El caso de JUAN DE VALDES es esclarecedor para ese periodo que va de
1536 a 1556: Tanto su Dialogo de la vida
cristiana compuesto en su época de Escalona y de claro carácter erasmiano,
como en su “Alfabeto”, escrito en
1535, cuando la justificación por la fe era el pensamiento más acariciado por
toda una minoría selecta. En el libro de 1535, compuesto en Italia y con
influencia de los “spirituali”, no se entretiene en grandes dogmas, sino en el
encanto de un tipo de religión del sentimiento, valdesiana. Sus discípulos
tuvieron peor suerte que él. Y es que con Valdés nos encontramos en el punto
clave de paso desde la teoría de la “justificación de la fe” entendida de forma
más neutra a una rigidez ortodoxa de separación de ambos campos. Unos, en
contra de él. Otros, como Enzinas, a su favor.
Así, ENZINAS, es adoptado por los países cismáticos, permaneciendo fiel
a Melanchton, doctor ortodoxo de un protestantismo moderado. En 1551 aún no
estaban cortados los lazos entre la
España oficial y este protestante español, uno de los pocos que se adhirieron
a la ortodoxia de la Confesión de
Augsburgo.
Los representantes de esa España Imperial, un Constantino, un Cazalla,
un Carranza, estuvieron en comunicación con lo que se puede llamar la Europa de la “justificación por la fe”, y los tres
tuvieron la misma trágica mala suerte. Todos ellos fueron perseguidos en 1558
por “luteranismo”, siendo enumerados entre los protestantes españoles.
LOS HETERODOXOS EN EL INTERIOR: CARRANZA, CAZALLA, CONSTANTINO, EGUIA,
CAZALLA.
BARTOLOMÉ CARRANZA DE MIRANDA.
Nace en Miranda de Arga (Navarra)
en 1503 y muere en Roma en 1576. Arzobispo y teólogo navarro, muy influyente
durante la reforma católica en Trento, y luego apresado por el Tribunal de la
Inquisición.
En 1520, con tan solo 16 años, ingresa en
la Orden dominicana en el convento de
Benalague (Guadalajara), donde completa
los estudios de Filosofía y hace cursos de Teología. Al descubrirse sus dotes
intelectuales, es enviado al Colegio de San Gregorio de Valladolid, cuyos
estatutos jura el 19 de agosto de 1525. En aquellos años el maestro más
prestigioso del colegio era Diego de Astudillo, rector del mismo.
Terminados los estudios comienza su
docencia en artes en el mismo centro del Colegio de San Gregorio, donde
coincide con Fray Melchor Cano, quien habría de ser su continuo émulo y rival
en la ciencia y en las dignidades dentro y fuera de la orden dominicana. La
rivalidad entre estos dos teólogos se inicia en un acto académico del curso
1532-1533, en la que ambos ya dejaron marcadas de forma irreductible sus
posiciones. Por esos años se muestra ya partidario del Dialogo de doctrina cristiana de
Juan de Valdés
En 1533 es nombrado maestro de estudiantes
y Catedrático de Vísperas de Teología. Comparte sus funciones docentes con las
consultas del Santo Oficio de la Inquisición, de la que era censor o
calificador.
Nombrado profesor de san Gregorio, no
tarda en hacerse maestro e inspirador de una corriente pietista que se opone a
la corriente intelectualista orientada por MELCHOR CANO. De ahí arranca una
rivalidad entre los dominicos que durará 20 años, hasta que sea procesado.
En octubre de 1536, tras la muerte de
Diego de Astudillo, se le adjudica la Cátedra de Prima de Teología, mientras
que Melchor Cano entra a ocupar la de Vísperas. Solicita la magistratura en
Teología Sagrada por el capítulo provincial de Benavente de 1537, que le fue
concedida en Roma en el capítulo general de 1539, acto al que asistieron varios
cardenales y el embajador de Carlos V.
En septiembre de 1539, ya de vuelta a
España, el capítulo provincial de la Orden celebrado en Valladolid le otorga el
cargo de examinador de los predicadores y confesores de la provincia dominicana
de España, al mismo tiempo que Melchor Cano.
En esta época se distingue por sus
sermones y explicaciones de la Summa Theologiae de Santo Tomás y de
la Sagrada Escritura en el colegio de San Gregorio, a las que asistían los que
serían grandes maestros del futuro: Jun de la Peña, Juan de Villagarcía y Pedro
de Sotomayor.
Participación
de Carranza en el Concilio de Trento y la Junta de Valladolid
Carlos V le escribe desde Bruselas el 17
de enero de 1545, con la orden de viajar a Trento para asistir al
concilio ecuménico que se preveía inminente, hacia donde sale a principios de
Mayo.
En él participa de forma muy activa y
sus intervenciones fueron muy alabadas
tanto por los Padres conciliares como por los cronistas de la asamblea: sobre
el canon de la Sagrada Escritura, el 20 de febrero de 1546; el sermón del
primer domingo de cuaresma ante los Padres del concilio, el 14 de marzo de 1546;
los discursos sobre la justificación, el 14 de julio, el 27 de septiembre y el
18 de octubre de 1546; la intervención sobre los sacramentos en general, el 21
de enero de 1547; el voto sobre el sacramento de la Eucaristía, el 3 de febrero
de 1547.
Una vez disuelto el Concilio es elegido
prior de Palencia en 1548 y actúa como definidor en el capítulo
provincial de Ávila en ese mismo año y en el
capítulo de Segovia del 2 de febrero de 1550 es elegido prior provincial
de la provincia dominicana de España. Entre los años de 1548-1550 es propuesto
para confesor del príncipe (el futuro rey Felipe II) y para obispo de los obispados del Cuzco y de
Canarias, dignidades que no acepta.
Entre 1550 y 1551 está presente en la
Junta de Valladolid para resolver la polémica planteada en torno a los
naturales o justos títulos entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las
Casas.
En diciembre de 1551 se reincorpora a las
sesiones del Concilio de Trento por orden del emperador. El 29 de diciembre de
dicho año interviene en el aula sobre el tema de la Misa y sobre el sacramento
del Orden.
De España a
Europa: En 1553 es regente supernumerario del Colegio de San Gregorio de
Valladolid y, como tal y por orden de Felipe II, embarca hacia Inglaterra el 12
de Julio de 1554, donde es nombrado vicario
por el Maestro de la Orden de Predicadores, con el objetivo de restaurar
a los dominicos en Inglaterra, aun cuando la verdadera intención de su misión
fuera restaurar el catolicismo en Inglaterra. Fue confesor de la segunda esposa
de Felipe II, María Tudor.
Desde su
llegada a Inglaterra trabaja como legado pontificio o nuncio de su Santidad
junto al cardenal Pole, siendo el brazo
derecho de éste en la difícil tarea de la contrarreforma, que cristalizaría en
el sínodo de Londres de 1555.
En esa época
redacta su famoso Comentarios sobre el catecismo romano, que será
la causa de su declive posterior, imprimiéndolo en Amberes en 1558.
Como premio a
su trabajo Felipe II lo propone para suceder a Juan Martínez Silíceo como
arzobispo de Toledo, la sede primada del Imperio español, siendo
ordenado de obispo el 27 de febrero de 1558 en el convento de Santo
Domingo de Bruselas.
Por encargo del
monarca ejerce la función de Consejero del Imperio en Flandes, cuando ya el emperador Carlos V se había
retirado enfermo a Yuste. Se distingue en esa época por sus profundos
comentarios a la Biblia y a la Suma
Teológica de Santo Tomás.
De vuelta a España el 1 de agosto de 1558 traía el encargo de Felipe II de asistir al Consejo
de Estado en Valladolid y de tratar con su padre Carlos I en Yuste los temas
secretos que le había confiado. Llega a Yuste con el tiempo justo de asistir a
la muerte de Carlos I.
El 13 de
octubre de 1558 hace su entrada en Toledo como obispo, donde sorprende por su
modo de ejercer la caridad. Hay testimonios sobre el año escaso en que pudo
actuar como obispo: “Después que tomó la posesión del Arzobispado, es
cosa averiguada que gastó los 80.000 ducados en redimir cautivos, en casar
huérfanas, sustentar viudas honradas, dar estudio en las Universidades a
estudiantes pobres, en sacar presos de las cárceles y dar a los hospitales”.
En esos
momentos la Inquisición española se
ocupaba en las audiencias de los reos del foco luteranizante castellano
descubierto en el mes de abril de ese mismo año, donde el nombre de Carranza se
decía que fue frecuentemente invocado. El inquisidor general, que desde 1546
es FERNANDO DE VALDES, comienza enseguida a preparar el proceso que habría
de sufrir Carranza posteriormente.
Sus Comentarios
sobre el catecismo romano, impreso en 1558, se emparentaba mucho con el Enchiridion de Erasmo, o con el
iluminismo de la fe santificante que se hizo, después de Erasmo, la religión de
los conciliadores. Si a esto se agregan las relaciones de Carranza con Juan de
Valdés y si se piensa en sus entrevista con los “spirituali” italianos, en especial los que fueron,
alrededor del Concilio, los abogados de la justificación por la fe, no
sorprenderá el proceso de tendencias de que fue víctima.
La fe para
Carranza, no es sólo creencia, adhesión de un credo impenetrable a la razón: es
confianza, fe inspirada, impregnada toda de amor. Esta “fe viva” es la que
Erasmo había caracterizado como “inseparable compañera de la caridad”, la que
Valdés había magnificado como fuente inagotable de buenas obras, puesto que,
según él, éstas no son la causa de la justificación, sino su efecto. El perpetuo sábado de los verdaderos
cristianos que descansan en Dios “dejando que su espíritu obre en nosotros”,
que es lo que celebra Carranza, es una fórmula de Calvino pero es el
coronamiento y colofón de una corriente erasmista preexistente en España.
El 1 de agosto
de 1559 el pleno inquisitorial decide su arresto. Es engañado y obligado a
abandonar la corte, siendo apresado la noche 23 de agosto en Torrelaguna y
conducido a la cárcel de la Inquisición en Valladolid, donde da comienzo su
proceso, largamente demorado a causa de la conveniencia del rey Felipe II,
quien, mientras quedase descubierta la vacante del Arzobispado de Toledo,
cobraba las pingües ganancias del mismo.
Su proceso largo, complejo y notorio,
tanto por la calidad del acusado como por las circunstancias en que se
desarrolló. Se le juzga primero en España (1559-1567). Carranza recusa al
Inquisidor General; así, el acusado pasa a ser acusador del juez que le debía
juzgar. Los árbitros del conflicto dieron por buena la recusación y nombraron
como nuevo juez a Gaspar de Zúñiga. Su
abogado, Martín de Azpilicueta, y los testimonios de prestigiosas personas
impiden que sus enemigos y los fiscales logren que el juez dicte sentencia de
culpabilidad.
Posteriormente,
el proceso es llevado a Roma por exigencia del papa Pio V. Carranza sale de
España el 27 de abril de 1567, yendo a parar a la cárcel del Castillo de Sant’
Angelo. El mismo Papa asiste a docenas
de sesiones del proceso y decide dictar sentencia a favor de Carranza. Pero
como la diplomacia exigía que antes se comunicara la decisión al rey de España,
envió un embajador con ese encargo, quien se retrasó en la vuelta a Roma y no
le dio tiempo de llegar antes de la muerte de Pío V en mayo de 1572.
El sucesor de
Pío V, Gregorio XIII decide concluir la causa, pero los enemigos de Carranza
vuelven a retrasar la sentencia.
Al final, el 14
de Abril de 1576, le sentencia declarándole gravemente sospechoso de herejía
-en una sentencia que quiso satisfacer a todos y no contentó a nadie-,
exigiéndole una abjuración “ad cautelam” de dieciséis de sus
proposiciones, a pesar de que la obra había sido declarada ortodoxa por el
Concilio de Trento de 1563.
La última parte
de su defensa fue llevada a cabo también por el famoso canonista Martín de
Azpilicueta, quien fue enviado a Roma por Felipe II precisamente para hacerse
cargo de la misma. Gracias a su brillante defensa, Carranza fue finalmente absuelto,
poco antes de morir. Como desahogo, escribió los siguientes versos para sí
mismo, que Luis Gil Fernández cita en su Panorama social del Humanismo
español (1997, 2.ª ed., p. 452):[10]
Son hoy muy odiosas / qualesquier verdades / y muy peligrosas / las
habilidades / y las necedades / se suelen pagar caro. / El necio callando /
parece discreto / y el sabio hablando / se verá en aprieto. / Y será el efeto /
de su razonar / acaescerle cosa / que aprende a callar. / Conviene hacerse / el
hombre ya mudo, / y aun entontecerse / el que es más agudo / de tanta calumnia
/ como hay en hablar: / sólo una pajita / todo un monte prende / y toda
palabrita / que el necio no entiende / gran fuego prende; / y, para se apagar,
/ no hay otro remedio / si no es con callar.
Muere Carranza
en el Convento de Santa María sopra Minerva de Roma, donde es enterrado. El
mismo Gregorio XIII, en reparación por su confusa sentencia, redactó el epitafio que se puso sobre su
tumba: “Bartolomé Carranza, navarro, dominico, Arzobispo de Toledo, Primado
de las Españas, varón ilustre por su linaje, por su vida, por su doctrina, por
su predicación y por sus limosnas; de ánimo modesto en los acontecimientos
prósperos y ecuánime en los adversos”.
CONSTANTINO PONCE DE LA FUENTE
Es, con mucho, la personalidad más vigorosa que dieron los conversos a
la Iglesia de España en la época del Emperador. Se le consideró el mejor
predicador de su época.
El Dr. Constantino Ponce de la Fuente
es uno de los personajes más importantes de la Reforma Española y un modelo a
imitar por su fe y compromiso cristiano. Constantino era más erudito que muchos
de sus contemporáneos y otros reformadores, incluso Lutero, pero su sencillez
en la enseñanza y firmeza de convicciones bíblicas nos dejan un legado digno de
conservar y celebrar.
Constantino Ponce de la Fuente nació en
1502 en la villa manchega de San Clemente, en la provincia de Cuenca, España.
Estudió en la Universidad Complutense de Alcalá de Henares (Madrid). Llegó a
Sevilla en 1533 en donde residió hasta su muerte y donde obtuvo el doctorado en
teología en el Colegio de Santa María de Jesús. Constantino provenía de una
familia judía conversa, fue un gran autodidacta y un excelente biblista y
maestro de la lengua castellana. Fue canónigo predicador de la catedral de
Sevilla, la cual por muchos años fue la iglesia más grande del mundo. Debido a
su fama, fue llamado por el emperador Carlos V y por su hijo Felipe para
servirlos en la corte como capellán y predicador real. Los acompañó en el viaje
europeo que realizaron en 1549 para que las provincias de Alemania y Flandes
reconocieran al futuro soberano, el príncipe Felipe.
La postura evangélica de Constantino fue descubierta por la Inquisición debido
a que casualmente fueron encontrados sus escritos escondidos en los que
abiertamente expresaba sus convicciones y creencias. El erudito historiador de
la reforma española, el Dr. David Estrada, describe de la siguiente manera lo
acontecido:
"El 16 de agosto de 1558, el Inquisidor Fernando de Valdés cursó la
orden de apresamiento contra Constantino. El reformador predicó su último
sermón en la Catedral de Sevilla el 1 de agosto de 1558. Éste confesó de la
siguiente manera: "Reconozco mi
letra y, por tanto, confieso que yo he escrito todas estas cosas las cuales
también manifiesto sinceramente que son verdaderas. Y no tenéis por qué
esforzaros más en buscar contra mí otros testimonios: aquí tenéis ya una
confesión clara y amplia de mi opinión, actuad en consecuencia y haced de mí lo
que mejor os parezca."
El emperador Carlos V, al conocer en su
retiro de Yuste la noticia del proceso inquisitorial de herejía contra su
antiguo capellán, declaró: "Si
Constantino es hereje, será grande hereje." Su nombre fue borrado de
la lápida de predicadores famosos de la catedral de Sevilla. Constantino murió
aproximadamente el 9 de febrero de 1560 en una de las celdas del castillo de
Triana (Sevilla) después de año y medio de prisión y antes de que se le diese
sentencia. Se encontraba enfermo de disentería y no pudo soportar el sofocante
calor de su celda. Sus restos fueron desenterrados y junto con su efigie
(estatua de paja) fueron quemados en la hoguera el 22 de diciembre de 1560 al
lado de otros miembros de la comunidad protestante sevillana.
A pesar de su gran fama y erudición,
Constantino Ponce de la Fuente siempre buscó que su predicación y enseñanza
estuvieran al servicio de la gente. Sus mensajes eran claros y, aunque
profundos teológicamente, eran presentados de una manera sencilla para que su
audiencia los entendiera y no para impresionarlos con su sapiencia. David
Estrada resume así la fama de este maestro de las Escrituras: "Constantino Ponce de la Fuente ha sido uno
de los grandes predicadores de la iglesia cristiana y de la reforma evangélica
española en particular…tal era su fama y seguimiento que cuando tenía que
predicar y predicaba por lo general a las ocho, la concurrencia de la gente era
tan grande que a las cuatro de la mañana, muchas veces incluso a las tres,
apenas se encontraba en el templo un sitio cómodo para escucharlo."
Constantino era un sabio en el
conocimiento de las lenguas latina, hebrea y griega y un maestro consumado de
la lengua española y de la catequesis. Sin embargo, es ahora un gran modelo de
predicación y fervor cristiano. Sus sermones basados en el Salmo 1 han sido
recientemente publicados y curiosamente, la presentación pública de este libro
se realizó hace unos meses en la biblioteca pública de Sevilla, a tan solo unos
metros del lugar donde fue quemado en la hoguera. Constantino se convirtió al cristianismo
a través del estudio de las Escrituras y ellas siempre fueron su fundamento de
fe y conducta. En la actualidad no solamente lo recordamos como uno de nuestros
padres en la fe sino como un ejemplo a imitar.[11]
EL ERASMISMO CONDENADO
Entre 1556, año en que Carlos V se retira a Yuste, y 1563, año de la
clausura definitiva del Concilio de Trento, España cambia con rapidez de clima
espiritual. Con el Emperador envejece toda una generación de humanistas
erasmianos. Desde la paz de Augsburgo, Carlos V ha renunciado al tenaz esfuerzo
con que sostenía, desde hacía treinta años, el papel de árbitro entre Roma y la
Alemania protestante. El protestantismo ha alcanzado un triunfo positivo y se
van a ir consolidando en Francia, Inglaterra y Ginebra los movimientos
protestantes nacionales.
El sueño irénico de una conciliación “a pesar de todo” pierde
bruscamente el soporte temporal que había encontrado hasta entonces en la
política imperial. El erasmismo había vivido de repudiar el cisma, de decir no
a la política protestante y de mantener la necesidad de una doble reforma: la
de la Iglesia y la de la fe.
Pero si la intransigencia protestante había triunfado, era el momento de
la intransigencia católica. La Inquisición romana, desde la época de Julio III,
había emprendido la represión de la herejía
en tierra italiana. Con Paulo IV sube al trono pontificio el más
inflexible de los inquisidores. Los cardenales erasmizantes romanos sufren la
represión inquisitorial. Hay que tener en cuenta, pues estas persecuciones
romanas contra los conciliadores y los spirituali si se quiere esclarecer la
acción que la Inquisición española emprenderá enseguida contra el luteranismo y
el iluminismo. No es que haya una acción concertada entre Roma y España, pues
el entendimiento de la dos Cortes es muy difícil durante el pontificado de
Paulo IV, quien trata a Felipe II como el heredero que habrá que cargar con el
sambenito de la herencia de su padre, Carlos V, a quien el Papa acusa de hereje
como favorecedor del protestantismo. La
guerra dialéctica entre Roma y España no se hace esperar y los teólogos
españoles, en boca de Melchor Cano, defienden la ortodoxia española. Y esperan
después de la victoria de San Quintín, que las tropas españolas del Duque de
Alba entren a saco de nuevo en Roma.
Felipe II tendrá que dar pruebas de sumisión absoluta al Papa. Será
necesaria la reconciliación franco-española de Cateau-Cambresis para que quede
liquidada la política de Carlos V, y para que Felipe II asuma el papel de
campeón de la Contrarreforma.
Las dos Inquisiciones parecen estar observándose con celo, y la española
no se queda atrás con un Fernando Valdés de Salas, arzobispo de Sevilla, que
actuó muchas veces como un fanático. Valga como muestra el que a la literatura
de Fray Luis de Granada la trata desdeñosamente de “contemplación para mujeres
de carpinteros”. El consejero teológico a su medida es el dominico MELCHOR
CANO, que es el enemigo jurado de la tendencia pietista, tan vigorosa en su
Orden por esos días.
Entre las personas o grupos o entidades a quienes ataca no saber
distinguir dónde hay herejía Cano cita a los jesuitas. En la comisión que
examina los estatutos elaborados por Ignacio para su compañía, Domingo de Soto
se alza contra la tendencia anti monástica de una congregación en que se
prescinde de la oración vocal en común, y el Papa acusa con vehemencia a la
Compañía de Jesús, a la que impone la obligación del coro. Oración vocal contra
oración mental: Monachatus est pietas!
La gran herejía del siglo, el Iluminismo, desborda las tesis de Lutero.
Estas serían sólo la expresión revolucionaria de una tendencia general hacia la
religión interior e inspirada, tendencia
que el Catolicismo está haciendo suya con mucho peligro. Entre esta religión de inspiración, que
responde a una comunicación íntima con Dios, y las exigencias dogmáticas y
ceremoniales del catolicismo, hay un antagonismo evidente.
La gran transformación que se realiza en España hacia 1558 va unida a
los acontecimientos europeos de amplia magnitud. Hacia Ginebra parten muchos de
los teólogos sevillanos y es desde allí donde ejercen su influencia por medio
de la imprenta. No hay ruptura con la línea de pensamiento que tenía en España
el evangelismo sevillano. Es una propaganda en favor de un sentimiento religioso
compatible con las tendencias protestantes, omitiendo los puntos litigiosos.
Los refugiados españoles en Ginebra alimentaban en 1557 la esperanza de una
total ruptura entre España y Roma pues el conflicto entre Felipe II y Paulo IV
era muy agudo. De ahí, que en algunos opúsculos que fueron apareciendo se
pintara al Papa con el Anticristo.
En este momento de hacia el mes de Octubre de 1557 comienzan los
apresamientos en Sevilla contra los principales promotores de un evangelismo
laico Al mismo tiempo también en Valladolid afluyen denuncias de una propaganda
“luterana” a principios de 1558, propaganda que está extendida también por
Salamanca, Zamora, Toro, Palencia y Logroño. Se trata, como en Sevilla, de un
evangelismo que proclama la salvación por la fe sola y cuyos partidarios más
decididos pertenecen a la aristocracia y a las órdenes monásticas.
El espíritu del Iluminismo castellano, trasplantado tiempo atrás a
Nápoles con Juan de Valdés, regresa de Italia a Castilla con Carlos de Sesso.
Entre los escritos de que se nutren los nuevos “Alumbrados”, Calvino y Lutero
van de lado de Taulero, Juan de Valdés, Ochino y Constantino Ponce de la
Fuente. Ocupa un lugar importante también Carranza, el Maestro Juan de Ávila,
Fr. Tomás de Villanueva, Fray Luis de Granada. En resumen, el protestantismo
español no es traducción del gran movimiento de Alemania, sino que tiene un
carácter místico.
La Inquisición española, aunque aplica a ese movimiento el epíteto de
“luterano” sabe que tiene sus propias raíces nacionales distintas de las de
Lutero.
Pero la Inquisición española, dirigida por el Inquisidor General VALDÉS,
exageró el rigor contra los “luteranos” de Sevilla y de Valladolid por razones
personales, por su resentimiento personal hacia Carranza. Y lo que se ve a las
claras es que las represiones de 1558 y años siguientes tienen un carácter de
atrocidad premeditada que contrasta con los métodos menos cruentos de la
Inquisición seguidos hasta entonces.
Valdés sigue la lógica de la función inquisitorial. Quiere poner los
medios eficaces para extirpar la herejía. Sabe que en ese movimiento sedicioso
están comprometidos hombres e calidad, y hay que proceder contra ellos “aunque
fuesen personas constituidas en cualquier dignidad seglar o pontifical o
eclesiástica, y de cualquier orden, hábito y religión que sean”.
En 1556 se opone al nombramiento de Constantino Ponce de la Fuente, un
humanista de Alcalá y converso que había sido capellán de Carlos V de Alemania,
como predicador de la catedral. Detenido por la Inquisición en 1557, murió dos
años más tarde.
Se quema en 1558 a hombres que años antes hubieran pagado su culpa con
penitencias de corta duración. Ahora no valdrá ni el arrepentimiento. Ni a
Egidio ni a Agustín Cazalla les sirven sus retractaciones. Egidio fue nombrado
obispo de Tortosa en 159, pero fue acusado de herejía por Fernando Valdés, el
Inquisidor General, y se le obligó a retractarse de 10 proposiciones heréticas
en 1552, muriendo en paz en 1555. Ese mismo rigor explica la persecución
de que fue objeto Carranza, recién consagrado arzobispo de Toledo, que sin el
rigor impuesto por el Papa Paulo IV hubiera tenido mejores perspectivas la
acusación de que era objeto. La base para la acusación de Carranza era la
censura que hizo Cano de los “Comentarios
sobre el catecismo christiano”. Estando este Catecismo dirigido a las
masas, Cano ve para todo el erasmismo e iluminismo por la puerta que deja
entreabierta este librito.
Esta acusación de iluminismo es el leitmotiv de la censura de Cano.
Entre los “dejados” y los nuevos iluminados está todo e erasmismo, todas las
controversias sobre la fe justificante. En los “Comentarios” se acentúa la oposición entre la razón la fe. Esta fe, núcleo de su doctrina, no
se define por cierto contenido dogmático. Es al mismo tiempo la fe en la gracia
divina y esta misma gracia. El hombre en quien mora semejante fe es justo: no
peca, porque un hombre así no tiene otra voluntad que la voluntad de Dios. Y un
pecado mortal por parte de este hombre significaría que la fe le abandona. Los
buenos cristianos descansan en Dios, dejando que su espíritu obre en ellos, y
es en la oración donde el alma llama a sí
el socorro divino: es una oración que ninguna necesidad tiene de
palabras. Una Iglesia desprendida de los bienes terrenos es la única que conviene a un cristianismo interior.
Quizás ese sea el punto pragmático que a la hora de la verdad más doliera a los
llamados “escolásticos” tradicionales, quienes se estaban tragando toda la
vergonzosa economía que desde Roma impregnaba a todo el Cristianismo: Es decir
la denuncia del fariseísmo de las mismas fundaciones piadosas y de las
“limosnas” con que se había enriquecido la Iglesia era un punto muy difícil de
digerir.
Para Cano no valen medias tintas, y de esta forma esa minoría que ha
querido tender un puente entre la Institución sin renegar del espíritu en que
funda su grandeza, esa minoría será cruelmente mutilada. No es sólo Carranza
quien hace esfuerzos desesperados para salvar sus Comentarios. El Arzobispo
jesuita Salmerón, una vez aprehendido, pasará sin más a ser considerado hereje.
Sólo Azpilcueta seguirá de su lado. Fray Luis de Granada es atacado por Melchor
Cano como iluminista. El Duque de Gandía, Francisco de Borja, no salva tampoco
sus “Obras del cristiano”. De Constantino
a San Francisco de Borja todo un mundo de fuerzas espirituales se defiende para
no morir. Ese complejo mundo es la “reforma católica”.
Pero desde 1553 la Inquisición estaba recogiendo ya información sobre
los dos grupos más sospechosos: el de Sevilla y el de Valladolid. En las dos
ciudades hay simpatizantes del luteranismo. En Sevilla son unos 120, entre los
que se incluían miembros del convento de jerónimos de Santa Paula.
En Valladolid es alrededor de la figura de Carlos Sesso y Agustín
Cazalla donde se forma un grupo de unos 50 simpatizantes que incluye a la
totalidad de la familia Cazalla. Las creencias de este último grupo no eran ya
prolongación de actitudes humanistas o iluministas: los herejes vallisoletanos
se mostraron como verdaderos protestantes al rechazar de modo tajante la
mayoría de los dogmas católicos. Fray Domingo de Rojas era uno de los más
activos también en Valladolid: Hijo del Marqués de Poza, reclutó a la joven Ana
Enríquez, hija de la marquesa de Alcañices, a la que dijo “que no había más de dos sacramentos, que eran el bautismo y la
comunión, y que esto de la Comunión no estaba Cristo de la parte que acá tenían
… y que lo peor de todo era decir misa, porque sacrificaban a Cristo y ya
estaba sacrificado una vez”.
Los arrestos comenzaron ya en 1553 tanto de la familia Cazalla, en abril
de ese año, como de Constantino, en el mes de agosto.
Es en ese contexto en que la obra de Erasmo será prohibida e incluida en
el Índice. La Inquisición, en 1558 y en los años siguientes, persigue a un
mismo tiempo humanismo y “luteranismo” con rigor mucho más severo que en la
época del proceso de Vergara.
El 25 de Mayo de 1558, Carlos V se dirige a su hija Juana, la regente durante la ausencia de Felipe II
en los Países Bajos, para hacerla un llamamiento a que siguiera una política de
mano dura, como la que el mismo Carlos había usado en Flandes. A partir de
entonces, debido a los temores de Carlos y a la política del Inquisidor Valdés,
la heterodoxia fue considerada una cuestión de Estado y a la religión
establecida. Esta carta señalaba el punto de inflexión en España. Carlos V teme
ante todo que se le vaya de las manos el asunto, como le ha pasado en Europa.
Ahora asoma el fantasma del peligro de sedición y motín, organización
armada y cabecillas. El resultado es que cientos de personas bien
intencionadas iban a ser víctimas de las
tensiones que atenazaban a Europa.
Si el 29 de Mayo y 8 de Octubre de 1559 tienen lugar 2 autos de fe de
gran importancia en Valladolid, en Sevilla será el 24 de septiembre de 1559
cuando se celebre el primer auto de fe en que de los 76 acusados, 19 fueron
quemados como luteranos, y el segundo auto de fe en 22 de diciembre de 1560, en
el que de los 54 acusados, 15 fueron quemados en persona y 3 en efigie, habiendo
un total de 40 calificados de “protestantes”.
Cuando el ambiente se enrace tanto que, por una parte, se convierte en
una cuestión de Estado y por otra parte se convierte en u antagonismo entre dos
posturas que se alejan rígidamente en sus postulados, y en que se mezcla, por
otra parte, una serie de postulados ad libitum por parte de personas incapaces
de distinguir tan complicadas distinciones, y cuando cada cual se ve con
derecho a sacar sus propias conclusiones a partir de sus experiencias místicas,
lo que resulta es un confusionismo en que cualquier vía de solución, en sí
difícil, se hace imposible. Y terminará en detenciones arbitrarias y Autos de fe a los que no les falta crueldad,
si es que no estamos suficientemente intitulados a calificarlos de actuaciones
criminales.
Por ello, queremos trazar una posible vía de solución al problema
teológico, sin perder de vista que es sólo una parte del problema general que
se estaba planteando.
AGUSTÍN DE CAZALLA (1510-1559)
El doctor Agustín Cazalla, clérigo
español, de tendencia humanista y erasmista,
que fue acusado de crear un foco protestante en Valladolid, era hijo de Pedro de Cazalla, contador real, y Leonor de Vibero o de
Vivero (ambos de familias judeo conversas) y sobrino del obispo Juan de Cazalla y de María
de Cazalla (del grupo de los
alumbrados detectado en Guadalajara en 1525). Cuando tenía 10 o 12 años estuvo
alojada Francisca Hernández en casa de sus parientes (pensemos en su tío el
Obispo y su tía María, tan activos en la propagación erasmizante en Alcalá y
Guadalajara).
A los diecisiete años, poco más o menos, comenzó
a estudiar artes en el Colegio de San Pablo de Valladolid, bajo la disciplina
de Fr. Bartolomé de Carranza (también posteriormente procesado por
la Inquisición), con quien además se
confesaba. De Valladolid pasó a Alcalá de Henares – la Universidad
erasmiana por excelencia -, donde su tío Juan, antiguo capellán del cardenal
Cisneros, mantenía fama de reputado humanista y erasmista, y allí estuvo hasta los veintiséis años; en
1530 se graduó de maestro en artes, el mismo día que Diego Laínez, jesuita
después, segundo general de la Orden y una de sus mayores glorias (1673). En
1542, el emperador nombró a Cazalla predicador y capellán suyo, y es unánime el
testimonio de los contemporáneos en ponderar su oratoria. «Excellentissimo
theólogo y hombre de gran doctrina y eloquencia», le llama Juan Cristóbal
Calvete de Estrella en la Relación del felicísimo viaje del príncipe D. Felipe
a la Baja Alemania (1674). «Predicador del emperador, de los más eloquentes en
el púlpito de quantos predicaban en España», dice el Dr. Gonzalo de Illescas en
su Historia Pontifical y Católica. «Gran letrado, capellán del Rey y
predicador», escribe Luis Cabrera de Córdoba en la de Felipe II.
Agustín Cazalla fue canónigo en la catedral de Salamanca. Como capellán del emperador Carlos V, le acompañó por toda Europa.
A su vuelta a Valladolid en 1552 se fue reuniendo en su torno lo que se
denominó un "conventículo", cuyas opiniones religiosas fueron
consideradas heréticas al ser descubierto, a pesar de la discreción con que
actuaban, y de su limitación a círculos restringidos de la élite social de la
ciudad (entre otros, el corregidor de Toro, Carlos
de Seso -que había estado en
contacto con Juan Valdés en Italia).
Pedro Cazalla=Leonor de Vivero
¡
|
Obispo Cazalla
|
María / Cazalla Juan Cazalla
|
Agustín Cazalla +
Francisco + Beatriz + Pedro + Constanza cárcel Juan cárcel (Además tenía 4 hermanos más)
|
Aunque su proceso se ha perdido, Don
Gonzalo de Illescas nos lo muestra bajo la fuerte influencia de Don Carlos de
Sesso, gentilhombre italiano trasplantado a España. Este parece haber sido un
valdesiano, en relaciones con los allegados al Cardenal Pole y Priuli. Este
último - laico iluminado – pudo
confirmar a Cazalla en la creencia en la justificación por la fe y llevarlo a
la negación del purgatorio. Pero su iluminismo debió venir de muy atrás.
Proceso y ejecución. Cazalla fue sometido a un proceso atentamente controlado
por el inquisidor general Fernando
de Valdés, que fue comunicando sus detalles al rey Felipe II. Tras obtener la
confesión del reo, fue condenado a morir en la hoguera, en un solemne auto de fe que se celebró en Valladolid el 20 de
mayo de 1559. Al abjurar de sus errores, se le concedió la gracia de ser
estrangulado antes de quemarle. Sus hermanos Francisco, Beatriz y Pedro también
fueron procesados y condenados a la hoguera. Otros dos hermanos, Constanza y
Juan, fueron condenados a sambenito y cárcel perpetua (en total, eran diez
hermanos). El cadáver de su madre fue desenterrado y arrojado a la hoguera. Su
casa fue derruida y en su solar se colocó un padrón de ignominia, porque los hereges Luteranos se
juntaban en ellas a hacer conventículos contra nra Stª fe católica.
La figura de Cazalla pasó a ser objeto
de todo tipo de vituperios, incluyendo la divulgación de detalles escabrosos de
su actividad en el "conventículo", así como de la causa de su
desvelación, todo ello de dudosa verosimilitud:
“Vivia en cierta ciudad de Castilla un clérigo llamado José
Cazalia [sic]; este habia
sembrado entre la junta ignorante una falsa y diabólica doctrina, y los
convocaba al anochecer a su casa, teniendo un portero a la puerta para que
abriese a quien llamaba, y dando el nombre de Cazuela entraban en ella así
hombres corno mugeres, y estando todos juntos les hacia su plática, y por
remate apagando las luces decía: «Aleluya, cada uno con la suya». Y así cada
hombre asía de la muger que el lance le destinaba o que la malicia le habia
puesto junto a si. ... fue el caso que habiendo hecho reparo un muchacho de
trece a catorce años que su madre todas las noches salía de casa, sin poder
averiguar adonde iba, la fue una noche siguiendo, y viendo que llegaba a la tal
casa y que llamando y dando el nombre entraba ... resolvió llamar dando el
mismo nombre que los demás y entrar para apurar aquel enigma. Hizolo como lo
pensó, y habiendo entrado y visto todo lo que pasaba, y llegando el caso de
apagar las luces, hizo lo que los demas, y le movió la curiosidad de cortar un
pedazo de la basquiña de la muger que le habia tocado, por ver si podía venir
en conocimiento a otro día de la que había sido, y habiéndose dividido todos
aquella noche, se fue el muchacho a su casa sin darse por entendido de nada de
lo que habia visto. Y reparando que a la basquiña de su madre le faltaba el
pedazo que
habia corlado en la casa de Cazalla, vino en el conocimiento de
que era su madre la muger que carnalmente había conocido. Alumbrole Dios de su
culpa, y al dia siguiente se fue a confesarla, y por este camino permitió la
magestad divina que fuesen todos descubiertos, presos y castigados por el santo
oficio de la Inquisicion, la casa sembrada de sal, y puesto un rótulo en una
piedra que refiere el caso para ejemplo y escarmiento de los venideros siglos.”
(Anécdota
recogida en un sermón moralizante del siglo XVII o XVIII).
Pero sí hay que ver en él como el lazo
de continuidad entre el erasmismo perseguido hacia 1533 y el “luteranismo”
perseguido hacia 1558.
Dada la alternativa que se le ofrecía
(ser quemado vivo), buena parte de la bibliografía, especialmente la de
orientación crítica (Juan Antonio Llorente), considera dudosa la sinceridad de
Cazalla en su retractación, aunque la expresó de forma vehemente (los
presentes, como su confesor Antonio
de la Carrera o el cronista
Antonio de Illescas la dan por
cierta), e intentó persuadir a hacer lo mismo a sus compañeros de suplicio y
ejecución, la mayor parte de los cuales también se retractaron, excepto el bachiller Herreruelo (abogado de Toro, casado con Leonor de Cisneros, que sí estaba
entre las "reconciliadas" y fue ásperamente reconvenida por su marido
por ello). Herrezuelo respondió a Agustín Cazalla del siguiente modo: Doctor, para agora quisiera yo el
ánimo, que no para otro tiempo; y Nunca
juzgué yo menos de este judigüelo. Viéndole hablar de tal modo, un
alabardero le hizo callar hiriéndole con su arma. Fue quemado vivo.
Como causa que le llevó a incurrir en
herejía, Cazalla había propuesto esta: “Ambición
y malicia le habían hecho desvanecer, que su intención había sido turbar el
mundo y alterar el sosiego destos reynos con tales novedades, creyendo que
sería sublimado y adorado por todos como otro Luthero en Saxonia y que
quedarían dél algunos discípulos el nombre de Cazalla.”
Hay muy distintas versiones de las
últimas palabras del doctor Cazalla, como una en la que se dirige a la princesa Juana de Austria (hermana de Felipe II, regente en su
nombre) que presidía el auto de fe para decirle: Buena doctrina te di; bien te
prediqué y para mí escogí lo peor, pensé que esta coroza fuera mitra de oro;
mas por mis malas obras merezco bien la que tengo. Suplícote señora, te
acuerdes de mis sobrinos, los hijos del contador Hernando Ortiz. Murió tras decir
al verdugo: Ea, hermano,
gritando Credo, credo y besando la cruz.
Agustín Cazalla es considerado como un
mártir en el ámbito religioso protestante, y especialmente como un precursor
por los protestantes españoles. En Valladolid, el solar que ocupó su casa y el
rótulo infamatorio se conservaron dos siglos, hasta 1776, cuando fue cambiado
(presumiblemente por haberse deteriorado el original) por una lápida con forma
de rectángulo rematado en su lado superior por un triángulo o semicírculo y la
siguiente inscripción:
“Presidiendo
la Igleª Romaª Paulo IV y reinando en Españaª Phelip II. El Santo Oficio de la
Inquisición condenó A derrocar e asolar estas Cassas de Pedro Cazalla y Dña.
Leonor de Vibero su Muger porque los herejes Luteranos se juntaban a hacer
conciliabulos contra nuestra Sta. Fee chª e igleª Romaª. Ano de MDLIX en XXI de
Mayo.”
Tras volver a construirse en el solar
que ocupó su casa se denominó calle
del rótulo de Cazalla, y en 1820, con la llegada del Régimen Liberal, que
revalorizó su figura como opuesta a la Inquisición, calle del Doctor Cazalla,
retirándose la lápida, que no se conserva. Aparece representado en la novela
histórica El hereje de Miguel
Delibes.
DON CARLOS SESSO
Agustín Cazalla nos es mal conocido, pero Gonzalo Illescas nos lo
muestra sufriendo en gran medida la influencia de DON CARLOS SESSO,
gentilhombre italiano trasplantado a España, que parece haber sido un
valdesiano en contacto con los allegados al Cardenal Pole, a Donato Rullo y
Priuli. Este laico iluminado pudo confirmar a Cazalla en la creencia en la
justificación por la fe y llevarlo a ciertas opiniones incompatibles con el
catolicismo, como la negación del purgatorio. Pero parece que el iluminismo
estaba ya arraigado en Francisco de Cazalla y que habría de haberse manifestado
en su predicación en la Corte. Pero surge el problema de cómo el Emperador pudo
tolerar en su corte que se predicara una doctrina no ortodoxa. El humanista
Calvete de Estrella, que describe el viaje del príncipe Felipe a los Países
Bajos, alababa la elocuencia de Cazalla, lo que hace suponer que su ortodoxia
no estaba en duda. Lo que ignoramos es el grado de amplitud de la ortodoxia en
aquellos momentos, pues Calvete hace un elogio más rotundo del Doctor
Constantino y sus obras “llenas de ingenio”. Ahora bien, estas obras serían las
que la Inquisición iba a quemar en la época en que quemó a Cazalla. Es posible
una contaminación posterior, puesto que con Carlos de Sesso el espíritu de
iluminismo castellano que vemos en Juan de Valdés, regresa de Italia cambiado:
el abandono a Dios cede su lugar a la fe en la justificación por el beneficio
de Jesucristo. En 1558, época en que se le apresa a Carlos de Sesso, escribe
Carranza, en referencia a él, que le había parecido que estaba dañado en
algunas opiniones.
Según MENENDEZ PELAYO,
es un personaje muy distinto fue D. Carlos de Seso. No pertenecía a la noble
familia de Sessé, o, a lo menos, sus descendientes lo negaron siempre (1677),
pero era de estirpe italiana no poco esclarecida, natural de Verona, y había
servido con reputación de valor en los ejércitos de Carlos V. Por su casamiento
con doña Isabel de Castilla estaba enlazado con una rama bastarda del rey D.
Pedro, teniendo así parentesco con la familia real. Era vecino de Villamediana,
cerca de Logroño, y había sido corregidor de Toro; oyó en Italia a algunos
predicadores la doctrina de la justificación (1678), y puso muy luego empeño en
propagarla, siendo uno de sus primeros discípulos Pedro de Cazalla, cura del
lugar de Pedrosa y hermano del Dr. Agustín Cazalla. Era amigo de la familia
Cazalla, una de las más importantes de Valladolid, donde había tres miembros que eran clérigos.
A su vez, los Cazalla llevaron sus enseñanzas a otras familia importantes.
Juan Sánchez,
originalmente empleado de Pedro Cazalla y después siervo en la casa de la
luterana clandestina Doña Catalina de Hortega, fue un predicador laico
importante porque se atrajo a todo un grupo de monjas bernardinas del Convento
de Belén, incluyendo a Doña Marina de Guevara, subpriora, donde también había
predicado Agustín Cazalla. Desde principios de 1558 en que se sabía de las
persecuciones inquisitoriales en Sevilla, procuraron ser más vigilantes y
discretos, pero la Inquisición ya estaba tras de ellos.
En una declaración de
Pedro de Cazalla de 4 de mayo de 1558, inserta en el proceso del arzobispo
Carranza Pedro de Cazalla suelta lastre señalando a D. Carlos Seso y en última
instancia a Carranza como fiador de su buena fe: «Habrá quatro años que, comunicando con D. Carlos de Seso, un caballero
cuya amistad de más de catorce años tengo, me dijo que creyesse que a nosotros
los hombres fueron hechos e cumplidos los prometimientos, en los quales se nos
prometió e dio Jesuchristo, para que el que en él creyesse hubiese la vida
eterna, y que esta fe había de ser tal que la precediesse la penitencia,
conviene a saber, la remisión del pecado y dolor e arrepentimiento dél e el
conocer la imposibilidad que de nuestra parte había para remediarle, sino en
abrazando la pasión e muerte de nuestro Señor Jesuchristo, e [935] aceptándola
por nuestra como dada del Padre Eterno, y que desta fe para ser viva e
justificativa habían de seguirse obras cristianas, conviene a saber, la
observancia de los mandamientos, lo cual, como fuesse doctrina que me hazía
fiar de Dios mucho e tener de él buen crédito como de buen padre y no me
quitasse el obrar bien, antes me
pusiesse obligación dello, abracé y dióme satisfacción... Me dixo el dicho D.
Carlos que con esta fe e crédito que de Dios habíamos de tener e confianza en
la muerte de su hijo, no se podía compadecer el purgatorio. Por que de tal
suerte habíamos de creer ser perdonados e reconciliados con Dios, mediante la
muerte de su hijo, que ninguna cosa quedase que no se nos perdonaba..., la qual
proposición, como fuesse contra la determinación de la Iglesia, me causó
escándalo e aflictión, y esta plática no pasó adelante por entonces... Y como
el dicho D. Carlos me quedase con escrúpulo y desasosiego, por una parte
viéndome obligado a denunciar de él, e por otra forzándome el amor que le tenía
a no lo hazer, vine aquí a Valladolid e comuniqué el negocio con Fr. Bartolomé
de Carranza (1679), e me acuerdo... que dixo luego que yo le propuse el caso,
sin saber la persona:'¡Oh, válame Dios con hombres que descienden a tantas
particularidades!' Preguntóme quién era, e yo se lo dixe. Mandóme le llamase
ante S. S., e todos tres tratamos del negocio. Yo propuse lo que el mesmo D.
Carlos me había dicho, e por los mismos términos e palabras. El dicho D. Carlos
dio al Sr. Arzobispo (Carranza) algunas razones que le movían a creer lo ya
dicho, las quales no le confutó el señor Arzobispo, antes se divirtieron en
hablar de algunos doctores de Alemania. En conclusión, el dicho Sr. Arzobispo
me mandó no hablase más en el negocio ni dello hiziese escrúpulo, e no vio más
al dicho D. Carlos ni a my, porque S. S. estaba de partida para Inglaterra.»
«... De allí a un mes que esto pasó, fue
proveydo el dicho D. Carlos por corregidor de Toro, que es tres leguas de Pedrosa, de donde yo soy
cura. Al cual dicho D. Carlos comunicaba yo como antes, con propósito de no
tratar más con él en la materia pasada, ni él la trataba conmigo. Acaeció que
un día, estando yo solo junto a la puerta de mi iglesia pensando en el
beneficio de Jesuchristo e su muerte, se me ofreció que no había por qué
pararse en negar el purgatorio. Y para esto se me ofrecieron algunas razones.
La primera, que, creyendo no le haber, confesábamos de Dios haber recibido
mayor misericordia e ser la pasión de Jesuchristo abundante para toda remisión,
la segunda razón que se me ofreció fue no hallar en el Evangelio (1680) ni en
St. Pablo (1681) nombrado expresamente este lugar del purgatorio, [936] como en
muchos lugares está nombrado expresamente el cielo y el infierno. Lo tercero
que se me ofreció fue acordarme del poco o ningún escrúpulo que el señor
arzobispo había hecho del caso ni ponerme obligación de denunciar del dicho don
Carlos, sabiendo S. S. que había yo entendido no quedar el dicho D. Carlos
reduzido en aquel caso de la plática que allí pasó..., lo qual todo junto me
venció para que yo creyese no haber el dicho purgatorio... En todos los
artículos que deste se infieren, como es el de la potestad del Sumo Pontífice y
lo de las indulgencias e confessión vocal, no hize aquella parada que en este
primero ni tampoco me parescía haber dificultad en negarlos, por ser tan
correlativos al ya dicho, y nunca de ellos traté...»
Entre tanto, D. Carlos de Seso, -seguía la
declaración de Pedro Cazalla -aunque en
sus declaraciones protesta vanamente que «nunca
fue su intención dogmatizar ni presumir de enseñar, ni jamás hizo juntas de
nadie para efecto de hablarles en éstas ni otras pláticas, sino que, si venia
ocasión de hablar en cosas de Dios, hablaba lo que se le ofrecía, sin tener
arte ni propósito alguno particular» (1689), no se descuidó de traer a su
partido, entre otras mujeres, a su sobrina D.ª Catalina de Castilla, moza de unos veinticuatro años. «Yo tenía muy gran deseo de servir a Dios, e
así pregunté a D. Carlos cómo le podría servir mejor..., y el día de San Juan
del año de 57, él estaba leyendo en un libro, y dixo que si yo le prometía e
juraba de no decirlo a nadie, ni a mi marido, aunque me casase, que él me lo
leería, e me diría qué quería decir, e yo se lo prometí ansí, y entonces leyó
el libro, que era escrito de mano y en lengua castellana, y lo que contenía el
libro era de la justificación por el beneficio de Cristo.»
Una vez que sabe que va a ser condenado a la hoguera declaro
D. Carlos de Seso: “Al ser informado de
que sus señorías me han condenado a la hoguera, cosa que nunca creí, para
descargar mi conciencia y ayudar a la
verdad quiero hacer esta declaración final: La justificación por la fe basta
para salvarse. Es, pues, Cristo quien nos salva, no nuestras obras. Para los
que mueren en gracia no hay purgatorio ni pena temporal alguna: el cielo es su
destino. No sería justo que después de la Pasión de Nuestro Señor, los hombres
tuvieran que purgar algo. Esto significa que me desdigo de lo que dije, que
existía el purgatorio. Teno fe y creo en lo mismo que creyeron los apóstoles, y
en la Iglesia católica, verdadera esposa de Nuestro Señor Jesucristo, y en la
palabra de ésta que son las Escrituras.”
Pedro Cazalla
en el proceso de Carranza hace depender del mismo Arzobispo las doctrinas de
algunos otros: «Las personas con quien
particularmente traté de esta materia fue con el dicho D. Carlos y con el
bachiller Herrezuelo, un letrado de Toro, no para que yo se la enseñase, sino
estando él en ello, comunicó lo de la justificación conmigo. También digo que
un Christóbal de Padilla, que era criado de la marquesa de Alcañices, pasó dos
o tres veces por mi casa e me habló en la mesma materia, e yo le reprehendí el
atrevimiento que tenía en hablar, y le rogué no lo hiziesse... También trató
conmigo esta materia un criado que yo tuve que se llamaba Juan Sánchez, e no sé dó la
recibió, al qual traté con la misma aspereza, por la qual aspereza se salió de
mi casa, e yo me holgué dello ... Fray Domingo de Rojas, fraile
dominico, hijo del marqués de Poza, pasando mucho ha por mi casa, porque
habíamos sido compañeros en el estudio y era mi amigo, le traté de la mesma
materia, e antes que yo le apuntase el artículo del purgatorio me salió a ello,
y estaba en ello. E me acuerdo que me dixo cómo él había más de catorce años
que lidiaba dentro de sí con esta materia y que, comunicando una vez con el
Arzobispo de Toledo el artículo de la justificación, el qual el dicho Fray
Domingo había recibido e aprendido de Carranza, le dixo el dicho Fr. Domingo:
'No sé, padre, cómo se puede compadecer este artículo de la justificación con
el purgatorio'; y que el dicho Arzobispo le había dicho: 'No es muy gran
inconveniente que no le haya'; de lo qual el dicho Fr. Domingo se alteró e
alegó la authoridad de la Iglesia, y el dicho Arzobispo le respondió: 'Bien
está, que no sois capaz aún de estas verdades...'» (1682)
Del fugitivo Juan Sánchez, natural de Astudillo, criado que fue de
Pedro de Cazalla y de Dª Catalina de Ortega, otra de las afiliadas en la secta
tenemos una carta suya dirigida desde Castro Urdiales en el momento de
embarcarse hacia los Países Bajos. Juan Sánchez tuvo gran predicamento entre
las monjas de Belén, siendo su principal valedora la subpriora doña Marina de
Guevara, la cual fue unas de las 15 que sufrió una muerte benigna: quemada con
previo estrangulamiento. Antes de partir escribe a su ama Catalina Ortega con
toda confianza. En otras cartas se refiere a su hermana Juana y a su señora
Doña Beatriz, la hermana de Cazalla. También mienta en sus cartas de despedida
antes de huir a Dª Geronima, a Doña Teresa y a Doña Ana.
Para que a
nadie sorprenda que, siendo Juan Sánchez hombre de baja condición, criado de un
párroco de lugar, se explicase con tanto comedimiento y buena cortesía y
mostrase tal delicadeza de sentimientos, conviene saber que, según declaración
suya de 16 de marzo de 1559, había hecho, cuando mozo, algunos estudios, nada
menos que con el comendador griego Hernán Núñez, en cuya casa estuvo dos años y
medio, quizá como fámulo. «Y al cabo de este tiempo (añade con malicia), como
aprendía poco, determiné de meterme fraile»; pero le disuadió Fr. Juan de
Villagarcía, con quien se confesaba. Todo lo que de él sabemos prueba que era
hombre de natural despejo y dogmatizante peligroso. Logró llegar a Flandes, pero
en Turlingen le prendió el alcalde de corte, D. Francisco de Castilla, y le
remitió a la Inquisición de Valladolid.
2.
FRAY DOMINGO
DE ROJAS
3.
Habiéndosele presentado el texto de los
artículos de la fe, delatados por Francisca Zúñiga, Rojas reconoció plenamente
su paternidad literaria (pero hace alusión de rebote al padrinazgo
intelectual de Carranza). Trató de envolver en su pecado material más que
formal a Fray Bartolomé Carranza; supongo pasión de discípulo que no sabe volar
solo.
4.
“Cerca de Fray Bartolomé de Miranda digo que nunca le vi leer ni en su
poder libros de estos vedados más creo que en Trento los habrá leído para el
negocio que allí se trata. Y así, leyendo yo en Lutero de libertate christiana
hallé muchas cosas que he oído tratar y predicar al dicho maestro Miranda y
mucho de su lenguaje es el hacer caso de solo Jesucristo y de su riquísima e
infinita satisfacción y tener en poco todos nuestros bienes y obras virtuosas y
también nuestros males… Esta sobredicha plática, aunque el dicho maestro la
entienda católicamente como cierto tengo entendido de él, mas con todo esto
confieso no estar yo y otros de los de esta compañía errada dispuestos con
estos jarabes…..el sobredicho maestro ha hecho un libro en que se encierra toda
la sustancia de nuestra fe y religión, adonde, aunque bien declarado su ánimo
cristiano y religioso, entenderán VV.SS de la lección de él el exceso que
hubiere en el lenguaje que tengo dicho, y proveerán lo que convenga sobre ello”, declara el 12 de diciembre Fray
Domingo de Rojas.
La adhesión al luteranismo por parte de
Rojas tuvo lugar según confesión propia “el día de Santa Lucía que pasó hizo
un año”: o sea, el 13 de diciembre de 1557.
Continúa sus confesiones en marzo y
abril de 1559. Refiere su detención en Roncesvalles muy truculentamente;
estimaba que su causa iba ligada a la del arzobispo, pero al Obispo de
Pamplona, Ramírez, le dijo que “al arzobispo no tocaba nada de cosa
semejante”.
De la ortodoxia de Carranza cuando
hablaban de cosas del concilio de Trento dice que “siempre que se ofrecía
esta plática, le veía hablar católicamente, mostrando más la falsedad de los
fundamentos de los luteranos y de su doctrina que de otro ninguno y por esto
dijo que cierto el dicho Bartolomé de Miranda no le había pegado sino que antes
de su conversación y doctrina hubiera de ser bastante para preservarle de no
ser engañado como lo fue”.
El 10 de abril los inquisidores
amonestan gravemente a Rojas acusándolo de “callar y encubrir muchas cosas”
y personas en sus declaraciones. Volvió a ser amenazado con tormento. Se
mantuvo en su negativa, y los inquisidores decretaron que fuese puesto a
cuestión de tormento. Rojas se hunde “por amor de dios que se apiaden de él,
que no tiene más que decir y que en ello pecaría mortalmente” en la cámara
de tortura fue requerido a que dijese la verdad. Pero no salió de sus protestas
de inocencia. Puesto en materia, revela la raíz de vanidad que lo llevó por
peligrosos derroteros “dijo que el mayor yerro que hubo en el negocio es que
para persuadir a otras personas a ello y para autorizar este negocio este
confesante dio a entender que Fray Bartolomé de Miranda estaba en este artículo
de la justificación, y que en esto, por el paso en que está, que no piensa
vivir, dice que pretendía lo uno dar a entender a las personas que lo decía,
que este confesante era ya viejo en este artículo y enseñado muchos días había
en él, y solo por vanidad que no pareciese que se le habían pegado así de
presto, lo decía”.
A Rojas “no se le pasó por la cabeza”
que el maestro negase el purgatorio. Conoció la mala fe con que actuó d. Carlos
de Seso con Carranza, y a él tira “d. Carlos es el primero principio y total
fundamento de este estrago”.
Escapa del auto de fe de mayo de 1559,
viéndose perdido empieza a actuar a la desesperada. El 19 de junio pidió
audiencia y para “satisfacer a su conciencia” pidió el catecismo y un
cartapacio de sermones de Carranza, en poder de la marquesa de Alcañices y los
comentarios de la epístola a los Gálatas que tenía Fray Alonso de Castro para
leerlos con atención “porque él tiene voluntad de que las cosas se saquen de
raíz” el 15 de julio comunica “que tiene acabado el negocio” y
presenta 15 folios.
Pidió manuscritos de comentarios
a San Pablo y sermones que la Inquisición había secuestrado a Fray Alonso de
Castro y a la marquesa de Alcañices; se le entregaron el 2 de agosto; 3 días
después pedía le mostrasen unos manuscritos de Juan Sánchez, donde figuraban
las consideraciones de Valdés para hacer cotejo de las frases luteranas y
Carranza. El 10 de agosto reclamó una carta de Juan de Valdés a Carranza, que
la poseían Fray Luis de la Cruz y Fray Alonso de Castro; pidió una obra de
Lutero y otro manuscrito de Juan Sánchez. Rojas levantaba nuevas pistas sobre
Carranza, intentando librarse él echando la culpa a otro. Muy original.
Presento su nueva censura el 17 de
agosto. Hacía un año que el arzobispo había llegado a Valladolid.
A Rojas la amenaza de tortura le
aflojaba: “y digo cierto que si mi ánimo no estuviera tan sin sospecha del
autor que enseñó lo contenido en este librillo que vuestras señorías me
mandaron pasar, yo no supiera excusarle, porque leo en el muchas sentencias que
con gran fuerza se pueden bien glosar de los católicos y fácilmente las podrían
tener por propias suyas los luteranos, que no son amigos de tantas glosas “.
Había reducido el luteranismo a 9
proposiciones y había comparado. Rojas supo por Fray Alonso de Castro y Fray
Luis de la Cruz que Juan de Valdés escribió desde Nápoles una carta a Carranza
pidiéndole su parecer sobre los mejores intérpretes de la Sagrada Escritura.
Interesado en examinar la carta puso en la pista de la misma a los
inquisidores.
A los inquisidores no les preocupaba
Rojas, sino lo que pudieron sacar de él: le pidieron ratificación de todos sus
dichos. 5 páginas.
De nada le valió a Rojas esto. Mes y
medio después de la prisión de Carranza moría en el segundo auto de fe en
Valladolid el día 8 de octubre de 1559. Con D. Carlos de Seso y otros doce
relajados al brazo secular.
La víspera de su muerte un fraile
jerónimo que le fue dado por confesor dijo que Rojas quería hacer una última
declaración. A falta de Inquisidor fue el notario Landeta a recoger sus últimas
palabras “dijo que para el paso en el que estoy y por el juramento que tengo
hecho que nunca más jamás después que conozco a Fray Bartolomé de Miranda
entendí de él cosa que no fuese católica conforme a la iglesia Romana y sus
concilios y leyes”.
Pero una vez has levantado la liebre y
difamado, a eso es lo que siempre se agarran los que medran, porque lo que
importaba no era la verdad sino el poder que otorgaba la iglesia y Valdés lo
quería todo para sí.
DOÑA ANA ENRIQUEZ
Una de las
primeras víctimas del grupo de los Cazalla fue D.ª Ana Enríquez, hija de los
marqueses de Alcañices, doncella de veintitrés años de edad y de extremada
hermosura (1683). Era esposa de D. Juan Alonso de Fonseca. Doña Ana, en su declaración de 23 de abril de 1558, hecha en la huerta de
su madre ante el Lcdo. Guilielmo, inquisidor, da estos curiosísimos pormenores:
«Vine a esta villa (de
Valladolid) desde Toro por la Conversión de San Pablo, e luego doña Beatriz de
Vibero me habló e me persuadió a que la verdad del espíritu y salvación la
había ya descubierto y que tenía certidumbre de su salvación e de estar perdonada
de Dios por solos los méritos de la pasión de J. C. e porque ella ya tenía a J.
C. recibido por la fe, e que esto llamaba vestirse de J. C., porque ya estaban
hechos miembros de Christo y eran hermanos suyos e hijos de su Padre por su
redempción, y ella me dijo entonces muchos errores, que toda la vida passada
era cosa perdida y las devociones e todas las cossas santas que hasta aquí
teníamos... y que sólo lo que habíamos de tener era todos los merescimientos de
J. C. e su passión, e que en El teníamos sobra de justicia para salvarnos. Y
escandalizándome yo de esto por echar a mal las obras, me dixo que después de
recibido a J. C. en espíritu eran buenas las obras para agradecer a Dios la
merced que nos había dado, aunque no eran bastantes y que en todo habíamos de
parescer hijos de tal padre e hazer lo que por su espíritu nos mostraba e
guiaba. E yo entonces le dixe, a lo que creo: '¿Qué es esto que dizen que hay
herejes?' Y ella respondió que aquellos eran la Iglesia y los santos. E
entonces yo dixe: '¿Pues el Papa?' Y ella me dixo: 'El espíritu de Dios: aquí
está el Papa', diziendolo por los que estaban alumbrados. E que lo que yo había
de hazer era confessarme a Dios de toda mi vida, e tener por perdido lo más
santo de todo lo passado..., e que no había de confessarme a hombres que no
tenían poder para absolver, y que esto se había de creer e había de recibir con
la fe, y que después se vería claro. E yo le pregunté: '¿Pues lo del purgatorio
y las penitencias?' E ella me dixo: 'No hay purgatorio ni otra satisfacción
sino recibir a J. C. con la fe, y se recibe con él perdón de los pecados y toda
su justicia.' Yo, probando a hazer esto que me dezía de la confessión e de
recibir assí a Christo y de estar satisfecha de esto, no podía acabarlo conmigo
enteramente, aunque con todo esso, sin otra persuasión, me confessé con un
fraile como [938] antes, sólo por cumplimiento, y no le dixe ni descubrí
ninguna de estas cossas al confessor. E también la dicha doña Beatriz de Vibero
me dixo que de la Comunión no se daba sino la mitad: que daban el cuerpo y no
la sangre... y que era un sacrilegio poner allí en la Iglesia el Sacramento. E
yo, no estando determinada a esto por tener muchas dubdas en ello, e gran
trabajo de espíritu, acordé de esperar al Padre Fr. Domingo de Rojas, y estarme
assí hasta que él me satisfiziesse, y venido él... en la Cuaresma passada, con
lo que me habló e me declaró todo lo de arriba que la dicha doña Beatriz me
había dicho, quedé satisfecha e lo creí ansí realmente. El me dixo que del Luthero
tenía grande estimación y era santíssimo, que se puso a todos los trabajos del
mundo por decir la verdad, e díxome que no había más que dos sacramentos, que
era el baptismo e la Comunión, y que en esto de la Comunión no estaba Christo
del arte que acá tenían, porque no estaba Dios atado, que después de consagrado
no pudiesse salir de allí... y que idolatraban adorándole, porque no adoraban
sino el pan, e me dixo que adorar el crucifixo era idolatría, e assí mesmo el
dicho fray Domingo una noche me leyó en un libro de Luthero, que trataba de las
buenas obras que el christiano había de hazer..., e assí mesmo me dixo que
después de venido Christo e hecha la Redención nos había librado de toda
servidumbre, de no ayunar ni hazer voto de castidad... ni otras obras por
obligación, e que en las religiones se hazían mil sacrilegios, e que lo peor de
todo era dezir misa, porque sacrificaban a Christo por dineros, e que si no
fuese por escándalo, que no traería hábitos.» (1684)
A esa
influencia sobre ella, hay que añadir la asidua lectura del Cathecismo de Carranza, que éste había
tenido cuidado de mandar en pliegos, desde Flandes, a la marquesa de Alcañices,
madre de D.ª Ana, quien se convirtió también en doctora y persuadió a su tía
D.ª María de Rojas, monja en Santa Catalina, de Valladolid, que «no había purgatorio» (1685). Las monjas
de Belén cayeron todas en la misma herejía, y en uno y otro convento se
recibían y leían libros de Carranza, los de Valdés y otros de sospechosa
doctrina (1686).
LOS AUTOS DE FE DE 1559 EN VALLADOLID
Precedentes
Ya en 1489 Isabel pudo asistir estremecida al formidable estreno de las
justicias de la Inquisición. En este
primer auto fueron quemadas 18 personas vivas y cuatro muertas, después
de ajusticiadas con garrote. Entre los nombres de los reos no aparece ninguno
notable, pero sí lo eran algunos de los presos del otoño anterior, tales como
Juan Rodríguez de Baeza y su mujer, Luis de Laserna, y el Dr. Diego Rodríguez
de Ayllon que fue traído de Galicia. El Tribunal del Santo Oficio no se
estableció de forma fija en Valladolid hasta el 1500.
La Inquisición siguió funcionando regularmente. Entre los años 1534 y
1551 debió haber más autos de fe. En las húmedas paredes de los calabozos de
Valladolid, que vio Sangrador y Vítores, en la calle del Obispo había
inscripciones en verso, otras en latín de los detenidos, lo que atestigua que
no eran incultos. No puede decirse que fueran luteranos, cuyo descubrimiento
fue posterior a estas fechas, pero tampoco eran moriscos ni judaizantes. Son
preces resignadas a Dios de personas
acusadas no se sabe por qué motivos. Serían acusados tan inocentes, si no tan
ilustres, como Carranza y Fray Luis de León.
La aniquilación del erasmismo
y su desaparición, tras la persecución de que fue objeto por parte de la
Inquisición, coincidió con la abdicación del emperador Carlos V, justo cuando
comienzan las guerras de religión: erasmistas, iluminados, conversos,
humanistas tenían puntos en común que chocaban con la intransigencia hispana.
Pero su ocaso había comenzado ya en 1529,
cuando el mismo Inquisidor Alonso Manrique, erasmista, cayó en desgracia, y
Carlos V se llevó a Italia como consejeros a los erasmistas más influyentes y
prominentes. A partir de ahí se había creado una maquinaria que se movía sin
control y devoraba a los mejores: El Arzobispo Carranza, una de las mejores
cabezas de la Teología y Humanidades, cayó en manos del Inquisidor Valdés de
Salas y de Melchor Cano por motivos de rivalidad personal. Teólogos, como Cano,
envidiaban a los librepensadores, por lo
que la reacción en esos casos es clara: se les declara persona non gratas, o
herejes que hay que mantener arrinconados si no se les puede destruir del todo.
Los autos de fe, que se
celebraron el 21 de Mayo de 1559, el 8 de Octubre del mismo año, el 28 de
Octubre de 1561 y otros menos importantes, como el de 11 de Octubre de 1573,
eran un espectáculo extraordinario para las masas tanto más atractivo cuanto
que los condenados solían ser gente de importancia, y por cuanto la muerte como
elemento catártico juega un gran papel en la psicología del espectador, pues
implica la conciencia individual colectiva en el juego de la vida y la muerte,
y en estos autos no se trata de mero teatro: las víctimas saldrán a la hoguera
real (los “condenados”) o a la cárcel perpetua (los “reconciliados”). Hay en
los espectadores una mezcla de sentimientos, entre los que no falta el regocijo
por ver degradados a personajes sociales privilegiados y el morbo de ver la
muerte tan cerca, pero sólo a modo de ensayo. Son unas 12 horas de intensa
emoción: el esperpéntico y dramático juego comienza a las cinco de la mañana y
termina con la procesión, calle Santiago arriba, hacia el vecino Campo Grande
donde esperan las piras.
AUTOS DE FE
EN 1559, VALLADOLID
Esta es la puesta en
escena de los autos, muy similar a la de la Semana Santa en cuanto a
disposición de tablados, adornados con
impresionantes brocados en un despliegue fastuoso en la Plaza Mayor. La
asistencia del príncipe o del Rey Felipe II, como en la de Octubre de 1599, dan
realce a la fiesta, sobre todo cuando esta vez están también implicadas varias
jóvenes de 20 años, bellas e inocentes, provenientes del Convento de Belén,
Cisterciense y otros dos Conventos, las que van a ser ajusticiadas. De esto no
hay referencia en la documentación palazolense: Ninguna implicación por parte
de la defensa de su Orden o de un defensor de la cercana Chancillería. Todo es
un gran teatro de movimiento, necesidad,
violencia, grandes pasiones y también de farsa hipócrita. Este último
componente afectaba a las clases directamente implicadas, al frente de las
cuales estaba el obsesivo, hipócrita y fanático Rey, el corrupto Inquisidor
Valdés, y el engreído “teólogo” Melchor Cano.
La villa de Valladolid se
convirtió en al año 1559 en el lugar de uno de los más importantes
acontecimientos de la Europa religiosa del momento: los autos de fe de mayo y
octubre. Fueron acontecimientos que se grabaron en la memoria colectiva de los
vallisoletanos. Con estos autos se quiso frenar el creciente luteranismo, que,
aunque muy reducido en número, se hubiese multiplicado en el caso de no haber
actuado con la suficiente rapidez.
El supuesto grupo luterano
vallisoletano estaba formado por élites intelectuales y religiosas que se
lanzaron a la búsqueda de las nuevas ideas en los libros más recientes,
dirigidos por la familia de los Cazalla. Agustín Cazalla era el mejor preparado
del grupo. Permaneció mucho tiempo fuera de España dado su cargo de Capellán
del Emperador Carlos y predicador de la Corte. En Alemania entró en contacto
con el luteranismo, convirtiéndose en el punto de referencia ideológico y
espiritual de su familia, haciendo de su casa el lugar de reunión y difusión de
dichas ideas para todos las personas que a él se acercaron.
En 1559 – el año del 2º gran Auto de fe en Valladolid - cuatro
monjas cistercienses (bernardas) del Convento de
Belén,
situado en la parroquia de San Juan, fueron ajusticiadas y otras
tres más penitenciadas en Octubre de 1559 por la Inquisición por luteranas o iluminadas.
Una de ellas era de Astudillo, como el criado de Cazalla, también víctima. Y
unía a su condición de “luterana” el ser descendiente de judíos por parte
materna.[12]
No se nos dice nada en la
documentación del Monasterio de Palazuelos y Actas capitulares oficiales, pero
tenemos noticias indirectas de ello, aunque la Orden trató de ocultarlo,
trasladando poco después también las monjas no ajusticiadas a Salamanca.
En palabras
de Quadrado, “A medida que se trataba de aislar el daño, más dilatadas aparecían
sus ramificaciones: en Palencia el maestro teólogo Alonso Pérez, en Toro el
bachiller Herreruelo, en Zamora Pedro Sotelo, Cristóbal de Ocampo y Cristóbal
de Padilla; en Pedrosa, su cura Pedro de Cazalla, dogmatizaban la herética
reforma; a todos acaudillaba y dirigía con su malogrado tesón D. Carlos de
Sesso, caballero veronés, domiciliado en Villamediana de Logroño y enlazado con
la ilustre estirpe de los Castillas. No había clase, ni profesión, ni sexo, ni
edad, exentas del contagio: sacerdotes y seglares, teólogos y abogados,
hijosdalgo, comendadores de órdenes militares, artesanos y labradores, nobles
damas, jóvenes doncellas, humildes criadas, austeras beatas, y hasta vírgenes
del claustro bien mozas y bien hermosas, seducidas acaso por sus directores,
llegaban cada día a las prisiones del tribunal, cogidos varios en su fuga y
algunos ya fuera de España”.[13]
EL AUTO DE 21 DE MAYO DE 1559,
VALLADOLID
El domingo 21 de Mayo
de 1559 tuvo lugar uno de aquellos
lúgubres espectáculos en la Plaza Mayor ante el príncipe Don Carlos y su tía
doña Juana y ante todos los grandes del reino, luciendo sus mejores galas y
brocados junto a los grandes. Por todos los lados una inmensa multitud venida
de toda Castilla observaba desfilar la procesión de 14 infelices vestidos con
túnicas sembradas de llamas, pues estaban condenados a la hoguera.
Mientras que los otros 16 serían reconciliados con la Iglesia.
Entre los primeros – los condenados -
absorbía la atención el célebre doctor Agustín Cazalla, acompañado de su hermano
D. Francisco, cura de un pueblo de la diócesis de Palencia y de su hermana Doña
Beatriz; seguían el maestro Alonso Pérez, los caballeros Ocampo y Padilla, el
bachiller Antonio Herreruelo, cuya impenitencia indicaba la mordaza puesta en
su boca, el licenciado Francisco Pérez de Herrera, vecino de Calahorra, el
platero Juan García, Dª Catalina de Ortega viuda del comendador Loaisa, y tres
mujeres de Pedrosa, Isabel de Estrada, Catalina Román beata y Juana Velázquez,
criada ésta de la marquesa de Alcañices; el último era Gonzalo Baez, judaizante
de Lisboa.
El sabio dominico MELCHOR CANO leyó las causas y sentencias. Se absolvió a los reconciliados, pero condenando los más a reclusión
perpetua, algunos a destierro y a todos a confiscación de bienes.
De ilustre sangre eran casi todos ellos: además de un hermano del doctor
Cazalla, Juan de Vivero, de su hermana Constanza y de su esposa Dª Juana de
Silva, hija natural del marqués de Montemayor, figuraban entre los penitenciados Dª Francisca de Zúñiga, hija del
contador Baeza natural de Valladolid; D. Juan de Ulloa Pereyra, caballero de
Toro; Dª Cisneros, esposa de Herreruelo;
María de Saavedra, mujer del hidalgo Cisneros de Zamora, y más notablemente Don
Luis de Rojas Enríquez, hijo del marqués de Poza; Dª María de Rojas, su tía,
monja de Santa Catalina de Valladolid; su tío Don Pedro Sarmiento, comendador
de Alcántara, y la esposa de éste Dª Mencía de Figueroa, y por último su joven
prima Dª Ana Enríquez, hija del marqués de Alcañices (casada con Juan Alonso de
Fonseca), que al subir al púlpito estuvo por caer desmayada. Completaban el
número Anton Waser, inglés, criado de D. Luis; Isabel Domínguez, criada de Dª
Beatriz de Vivero; Antón Domínguez, su hermano, y Daniel de la Cuadra, labrador
de Pedrosa.
Volvieron estos en procesión a sus cárceles; los relajados al brazo
seglar, verificada antes en los tres sacerdotes la ceremonia de la degradación,
fueron traídos al Campo Grande donde se levantaban quince patíbulos con sus
argollas. El doctor Cazalla movió a arrepentimiento a los demás, y las llamas
se cebaron solamente en sus cadáveres. Sólo Herreruelo arrostró el cruel
suplicio. En el solar se levantó una columna de piedra con una inscripción que
subsistió hasta 1821; la calle retiene el nombre del doctor Cazalla.
Con estos fueron quemados también los desenterrados huesos de la madre
de los Cazallas Dª Leonor de Vivero
(recuérdese que en la casa de sus padres habían encontrado alojamiento los
Reyes Católicos), fallecida en la prisión, y se mandó demoler y sembrar de sal
su casa como receptáculo de herejía. Aquel mismo día conoció por primera vez Doña
Juana a su hermano natural Don Juan de Austria, mozo de 14
años, a quien Felipe II le abría el camino como príncipe.[14]
Sentenciados
(condenados) (+)
(21 de Mayo de 1559)
- El
doctor Agustín de Cazalla, a degradación y entrega al brazo secular.
- Francisco
Cazalla: degradación, muerte en garrote y dado a la hoguera.
- D.ª
Beatriz de Vibero, beata, hermana de Cazalla, confiscación de bienes,
muerte en garrote y dado a la hoguera (entrega al brazo secular).
- Juan
de Vibero, hermano de Cazalla, confiscación de bienes, cárcel y sambenito
perpetuos, con obligación de comulgar en las tres Pascuas del año.
- D.ª
Constanza de Vibero, hermana de Cazalla, viuda de Hernando de Ortiz,
confiscación de bienes, cárcel y sambenito perpetuos.
- La
madre de Cazalla, D.ª Leonor de Vibero, había muerto años antes; pero se
mandó desenterrar y quemar sus huesos, que yacían en el monasterio de San
Benito, y derrocar y asolar sus casas, donde se habían tenido los
conventículos, y colocar en ellas un paredón de mármol que transmitiese a
los venideros esta memoria.
Aquí se suspendió la lectura para que el obispo de
Palencia degradase a los tres clérigos, Cazalla, Pérez y Francisco de Vibero.
Todos dieron grandes muestras de sentimiento, especialmente Cazalla, que quiso
hablar a la princesa, pero no se lo consintieron. Volvió a sentarse y no cesó
de gemir y llorar en todo el auto.
- El
maestro Alonso Pérez, clérigo, de Palencia, degradación, muerte en garrote
y dado a la hoguera (entrega al brazo secular).
- Pedro
Cazalla: Degradación, confiscación de bienes, muerte en garrote y dado a
la hoguera.
- Juan Sánchez: muerte en la hoguera.
- Cristóbal
de Padilla, vecino de Zamora.
- El
licenciado Antonio Herreruelo, vecino de Toro: confiscación de bienes y
muerte en la hoguera.
- La
beata Catalina Román, Isabel de Estrada y Juana Velázquez, vecinas de
Pedrosa las tres. Juana Velázquez era criada de la marquesa de Alcañices.
- Catalina
Ortega, vecina de Valladolid, hija del fiscal Hernando Díaz, mujer que
fue del capitán Loaysa. Viuda del comendador Loaisa.
- El
licenciado Francisco Pérez de Herrera, vecino de Peñaranda de Duero.
- Y un
judaizante portugués llamado Gonzalo Váez o Baez.
Penitenciados
21 de Mayo de 1559
- D.ª
Francisca de Zúñiga, beata, hija del licenciado Francisco de Baeza, vecino
de Valladolid, sambenito y cárcel perpetuos.
- D.
Juan de Ulloa Pereyra, comendador de San Juan, vecino de Toro, cárcel y
sambenito perpetuos, confiscación de bienes y privación de hábito y
honores de caballero.
- Doña Leonor de Cisneros, esposa de Herreruelo. Por Illescas sabemos que, en 26
de septiembre de 1568, «se hizo justicia de Leonor Cisneros, mujer del
bachiller Herrezuelo, la cual se dejó quemar viva, sin que bastase para
convencerla diligencia ninguna de las que con ella se hicieron, que fueron
muchas...; pero al fin ninguna cosa basto a mover el obstinado corazón de
aquella endurecida mujer».
- María de Saavedra, mujer del hidalgo Cisneros de Zamora.
- D.
Luis Rojas, marqués de Poza, destierro perpetuo de la corte y privación de
todos los honores de caballero. «Para ser tan muchacho, dice una de las
relaciones del auto, estaba muy adelantado en la maldita secta de Lutero.»
[956]
- D.ª
María de Rojas, hija del marqués de Poza, monja en Santa Catalina de Sena,
«fue condenada a que saliese al auto con sambenito y vela y la volviesen
al monasterio, y allí no tuviese voto activo ni pasivo, sino el más ínfimo
lugar de todos».
- D.
Pedro Sarmiento, comendador de Alcántara. Su pariente el almirante apartó
la cara por no verle. Fue privado de hábito y encomienda, sujeto a cárcel
y sambenito perpetuos, con obligación, como los restantes, de oír misa y
sermón todos los domingos y comulgar en las tres Pascuas del año, so pena
de relapso. Vedósele absolutamente el usar sedas, oro, plata, caballos ni
joyas (1707).
- D.ª
Mencía de Figueroa, mujer de D. Pedro Sarmiento, cárcel y sambenito
perpetuos. Las damas de la princesa apartaron la cabeza y comenzaron a
llorar. La princesa misma bajó del estrado y acercó un lienzo a los ojos.
- D.ª
Ana Enríquez, hija del marqués de Alcañices, mujer de D. Juan Alonso de
Fonseca, «fue condenada a que saliese al cadalso con el sambenito y vela y
ayunase tres días y volviese con su hábito a la cárcel, y desde allí fuese
libre». Mostraba arrepentimiento de sus pecados y pareció a todos muy
hermosa.
- Antón
Asel, borgoñón, paje del marqués de Poza, perpetuo sambenito.
- Isabel de Castilla: sambenito y cárcel perpetuos
y confiscación de bienes.
- Antón
Domínguez, vecino de Pedrosa, feligrés de Pedro de Cazalla, confiscación y
tres años de cárcel.
- Gabriel
de la Cuadra, sambenito, cárcel perpetua y confiscación.
- Cristóbal de Padilla: confiscación de bienes,
muerte en garrote y dado a la hoguera.
- D.ª
Juana de Silva, mujer de D. Juan de Vibero, confiscación de bienes,
sambenito y cárcel perpetua.
- Juan
García, platero de Valladolid: confiscación de bienes, muerte en garrote y dado a la hoguera, (se le entregó como impenitente al brazo
secular) (1708).
- Cristóbal
del Campo, vecino de Zamora, entregado al brazo secular.
- Leonor
de Toro, vecina de Zamora, sambenito, cárcel perpetua y confiscación.
A las cuatro de la tarde acabó el
auto. La monja volvió a su convento. Don Pedro Sarmiento, el marqués de Poza y
D. Juan Ulloa Pereyra fueron llevados a la cárcel de corte, y los [957] demás,
reconciliados, a la del Santo Oficio. Los relajados al brazo seglar caminaron
hacia la puerta del Campo, junto a la cual había enclavados cinco maderos con
argollas para quemarlos. Cazalla, que al bajar del tablado había pedido la
bendición al arzobispo de Santiago y despedídose con muchas lágrimas de su
hermana D.ª Constanza, cabalgó en su jumento y fue predicando a la muchedumbre
por todo el camino: «Veis aquí, decía, el
predicador de los príncipes, regalado del mundo, el que las gentes traían sobre
sus hombros, veisle aquí en la confusión que merezía su soberbia; mirad por
reverencia de Dios que toméis ejemplo en mi para que no os perdáis, ni confiéis
en vuestra razón ni en la prudencia humana; fiad en la fe de Cristo y en la
obediencia de la Iglesia, que éste es el camino para no perderse los hombres.»
EL AUTO DEL 8 DE OCTUBRE
DE 1559, VALLADOLID
Fue
la continuación del de 21 de Mayo de1559: [15] Si Cazalla fue el protagonista del primer
auto, FRAY DOMINGO DE ROJAS lo fue del segundo
el 8 de octubre ya en presencia de Felipe
II. Era este un dominico
aristócrata hijo de los marqueses de Poza, alumno de Bartolomé de Carranza,
arzobispo de Toledo. Junto a Él fueron condenadas un grupo de 30 personas. El
propio Carranza sería apresado el 22 de agosto.
Presos en Pamplona mientras huían D. Carlos de Sesso y un hermano del marqués de Poza, fray
Domingo de Rojas, dominico, marchaban al frente de los reos de muerte,
siguiéndoles el licenciado Diego Sánchez, clérigo de Villamediana; Pedro
de Cazalla, cura de Pedrosa, hermano también del doctor, y Juan
Sánchez su criado; cuatro monjas del convento de
Belén, Dª María de Guevara, Dª Catalina de Reinoso,
Dª Margarita Santisteban y doña María de Miranda; otra
monja fugitiva de Palermo, llamada Eufrasia de Mendoza (Eufrosina Ríos
se la nombra en otras listas, expresando que era monja de Santa Clara de
Valladolid), Pedro Sotelo de Zamora, Francisco de Almarza de
Soria y un morisco conocido por Gaspar Blanco; acompañábales la efigie de Juana Sánchez, beata de Valladolid
(monja de Belén), que había escapado al verdugo dándose muerte en la
cárcel con unas tijeras.
16 Penitenciados: A menor castigo estaban reservadas la noble esposa
de Sesso, Dª Isabel de Castilla y Dª Catalina su hermana o
sobrina, tres monjas cistercienses más de Belén,
y otras mujeres que con algunos hombres componían, como la otra vez, el
número de dieciséis penitenciados. Según los manuscritos de la
Inquisición que en la biblioteca de Santa Cruz consultó el Sr. Sangrador,
fueron dichos penitenciados, además de las citadas señoras y de las monjas de
Belén, Dª Felipa de Heredia, Dª Francisca de Zúñiga y Dª
Catalina de Valcazar, Margarita Hernández, labradora de Valverde; Ana
de Mendoza, Ana de Castro, beata; Dª Teresa de Doypa de
Madrid, casada; Leonor de Toro, viuda; Isabel de Pedrosa, ama del
cura Pedro Cazalla; Catalina Becerra, Francisco de Coca, Amador
de Miranda, judaizante; Antón González y Pedro Aguilar,
todos menos los tres últimos por luteranos. Entre esta nómina y la que publica
en su Historia de España el Sr. LAFUENTE sacada del archivo de Simancas, nótanse bastantes discrepancias;
ambas las hemos tenido presentes para contrastar una con la otra.
|
Pedro
Cazalla = (1456) María de Acuña
(en su
palacio se casan los Reyes Católicos v. 1470)
¡
|
|
María
Cazalla=Lope de Rueda
(varios
hijos)
|
Pedro
Cazalla = Leonor de Vivero
¡
|
Juan
Cazalla (capellán de Cisneros y luego obispo) procesado.
1533 +
|
Hijos de Pedro Cazalla (contador real) = Leonor
de Vivero (ya viuda en la persecución inquisitorial a su familia)
Ajusticiados: Dr. Agustín Cazalla + / Francisco (cura) + / Beatriz (beata) +
/ Pedro Cazalla (cura de Pedrosa) + /
Penitenciados:
Constanza, viuda = Contador Hernando Ortiz) cárcel perpetua / Juan Vibero
cárcel perpetua.
Tenían 4 hermanos más)
|
Relajados
y sentenciados (+)
(8 Octubre 1559)
·
D. Carlos de Seso, relajado como
impenitente al brazo seglar. Refiere Luis Cabrera (1719) que se atrevió a decir
al rey «que cómo le dexaba quemar». Y Felipe II pronunció aquellas memorables y
casi proféticas palabras. «Yo traeré leña para quemar a mi hijo si fuere tan
malo como vos.» Otras relaciones más prosaicas, pero también más verosímiles,
suponen que don Carlos no habló nada, porque venía amordazado.
·
Fr. Domingo de Rojas, relajado al brazo
seglar. Demandó licencia para hablar al rey, y, cuando creían todos que iba a
retractarse, dijo: «Aunque yo salgo aquí
en opinión del vulgo por hereje, creo en Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, y creo en la pasión de Cristo, la cual sólo basta para salvar a
todo el mundo, sin otra obra más que la justificación del alma para con Dios; y
en esta fe me pienso salvar.» Mandósele echar una mordaza, y pasaron
adelante.
·
Pedro de Cazalla, cura de Pedrosa:
relajado al brazo seglar.
·
Juan Sánchez, amordazado también para que
no blasfemase: relajado al brazo seglar.
·
El licenciado Domingo Sánchez, presbítero,
natural de Villamediana del Campo, junto a Logroño, discípulo de D. Carlos de
Seso: relajado al brazo seglar.
·
D ª Eufrosina Ríos, monja de Santa Clara,
de Valladolid: relajada al brazo seglar.
·
D.ª Catalina de Reinoso, de edad de
veintiún años, monja del convento de Belén, orden cisterciense, hija de
Jerónimo de Reinoso, señor de Astudillo de Campos, y hermana de D. Francisco de
Reinoso, obispo de Córdoba. Por su madre, D ª Juana de Baeza, era de sangre
judaica. Catequizada por Juan Sánchez, como otras de su convento, llevaba su
fanatismo hasta gritar en el coro cuando las demás cantaban: «Gritad y dad
voces altas a Baal, quebraos la cabeza y aguardad que os remedie.»: relajada al
brazo seglar.
·
D.ª Margarita de Santisteban, monja del
mismo convento: relajada al brazo seglar.
·
D.ª Marina de Guevara, ídem íd. Era hija
de D. Juan de Guevara, vecino de Treceño, en las montañas de Santander, y
pariente muy cercana del, ya para entonces difunto, obispo de Mondoñedo, Fr.
Antonio. Por su madre, D.ª Ana de Tobar, [965] estaba emparentada con los Rojas
y con D. Alfonso Téllez Girón, señor de la Puebla de Montalbán. Llorente
extracta su proceso (1720), del cual resulta que el arzobispo de Sevilla,
movido por los ruegos de sus parientes, tenía interés en salvarla; pero como se
negó a declarar muchas cosas que se le preguntaron, y en sus testimonios se
contradecía, tuvo que condenarla por ficta y simulada confidente: relajada al
brazo seglar.
·
D. ª. María de Miranda, monja del mismo
convento de Belén. A ella y a las anteriores llama Illescas «monjas bien mozas
y hermosas, que, no contentas con ser lutheranas, habían sido dogmatizadoras de
aquella maldita doctrina»: relajada al brazo seglar.
·
Pedro Sotelo, vecino de Aldea del Palo,
diócesis de Zamora: relajado al brazo seglar.
·
Francisco de Almarza, del lugar de su
nombre en el obispado de Soria: relajado al brazo seglar.
·
Juana Sánchez, beata, vecina de
Valladolid. Se había suicidado en la cárcel hiriéndose la garganta con unas
tijeras. Aunque duró algunos días, murió impenitente y sin confesión. Su
estatua y huesos salieron en el auto: relajada al brazo seglar.
De los doce relajados, sólo dos, D. Carlos
de Seso y Juan Sánchez, fueron quemados vivos. El primero, sordo a toda
amonestación, aun tuvo valor para decir cuando le quitaron la mordaza: «Si yo tuviera salud y tiempo, yo os
mostraría cómo os vays al infierno todos los que no hazéis lo que yo hago.
Llegue ya ese tormento que me habéis de dar.» El segundo, estando medio
chamuscado, se soltó de la argolla y fue saltando de madero en madero, sin
cesar de pedir misericordia. Acudieron los frailes y le persuadían que se
convirtiese. Pero en esto alzó los ojos, y, viendo que D. Carlos se dejaba
quemar vivo, se arrepintió de aquel pensamiento de flaqueza y él mismo se
arrojó en las llamas.
A Fr. Domingo fuéronlo acompañando más de
cien frailes de su orden, amonestándole y predicándole; pero a todo respondía:
«¡No, no!» Por último, le hicieron decir que creía en la santa Iglesia de Roma,
y por esto no le quemaron vivo. [966]
«El cura de Pedrosa, dice Illescas, no
imitó en el morir a su hermano, porque si no se dejó quemar vivo, más se vio
que lo hacía de temor del fuego que no por otro buen respeto» (1721).
Penitenciados
(8 Octubre 1559)
- D.ª
Isabel de Castilla, mujer y discípula de D. Carlos de Seso: reconciliada
con sambenito, cárcel perpetua y confiscación de bienes:
- D.ª
Catalina de Castilla, su sobrina: reconciliada con sambenito, cárcel
perpetua y confiscación de bienes.
- D.ª
Francisca de Zúñiga y Reinoso, hermana de D.ª Catalina de Reinoso y monja
de Belén: reconciliada con sambenito, cárcel perpetua y confiscación de
bienes.
- D.ª
Felipa de Heredia, monja del mismo convento de Belén. Quedó privada de
voto activo y pasivo en su comunidad: reconciliada con sambenito, cárcel
perpetua y confiscación de bienes.
- D.ª
Catalina de Alcaraz, monja del mismo convento de Belén. Quedó privada de
voto activo y pasivo en su comunidad: reconciliada con sambenito, cárcel
perpetua y confiscación de bienes.
Los demás reos condenados en este auto lo
fueron por delitos ajenos del luteranismo:
Margarita Hernández,
labradora de Valverde; Ana de Mendoza, Ana de Castro, beata; Dª
Teresa de Doypa de Madrid, casada; Leonor de Toro, viuda; Isabel
de Pedrosa, ama del cura Pedro Cazalla; Catalina Becerra, Francisco
de Coca.
Tres de ellos fueron condenados por judaizantes:
Amador de Miranda,
judaizante; Antón González y Pedro Aguilar, todos menos
los tres últimos por luteranos.
A los penitentes se les
destinó una casa en el barrio de San Juan, donde permanecían aún con sus
sambenitos, haciendo vida semimonástica, cuando Illescas escribió su Historia.
A D. Juan de Ulloa Pereyra se le absolvió de sus penitencias en 1564, y al año
siguiente, en recompensa de los buenos servicios que había hecho a la
cristiandad en las galeras de Malta persiguiendo a los piratas argelinos, y en
el ejército de Hungría y Transilvania, le rehabilitó el Papa en todos sus
títulos y dignidades por breve de 8 de junio de 1565, sin perjuicio de lo que
determinaran el gran maestre de San Juan y la Inquisición de España (1722).
ULTIMOS REFLEJOS DE ERASMO
ARIAS MONTANO, FRAY LUIS DE GRANADA. DE FR. LUIS DE LEON: LOS NOMBRES DE CRISTO DON QUIJOTE.
Si se quiere ver cómo se sobrevivió a sí mismo el pensamiento de Erasmo
en la época de Felipe II, no hay que detenerse únicamente en los maestros de
humanidades que, con mayor o menor prudencia, mantienen el fuego del libre
espíritu que Erasmo había encarnado. Hay que ir directamente a los grandes
hombres de la Contrarreforma para descubrir ciertos rasgos distintivos del erasmismo en la nueva época de la España religiosa. Uno de estos rasgos
esenciales es el Biblismo. Y dentro de esta corriente destaca Arias Montano.
ARIAS MONTANO
Estudia en Sevilla y en Alcalá. Cuando termina sus estudios de Artes
comienza a estudiar Teología. Una vez terminados sus estudios se encierra en un
rincón de la Sierra de Aracena para dedicarse al estudio exclusivo de la
Sagrada Escritura. El año 1562 es llamado a participar en el Concilio de
Trento. Nuestro ermitaño es ya el biblista que seguirá siendo toda la vida, el
hombre que expone la fe ortodoxa en un latín de impecable elegancia y que
quiere apoyar esta fe únicamente en la Biblia, en nombre de la cual la combaten
los herejes. Su propósito de prescindir de la Escolástica lo hace afín al erasmismo, pero su biblismo
no se parece al de Erasmo. Desconoce a los Padres antiguos casi tanto como a
los Doctores de la Edad Media. Arias Montano no se atiene a la exégesis más
literal. Hay en él un agnosticismo metafísico que está claramente en la línea
erasmiana y valdesiana. No es tan audaz
que crea en cuestiones relativas a la
presciencia de dios o a la predestinación. En lo prefacios a sus Comentaria in
12 Prophetas desprende de la Biblia una especie de filosofía cristiana
sencilla, como la que resume en su Dictatum
christianum. Dejando de lado los dogmas de fe definidos por el Concilio, se
emplea a fondo en definir la piedad: esta consiste en temor, penitencia y amor
que va acompañado de las obras; el
hombre está en guerra con sus pasiones. Es una filosofía muy elemental que cuy
fundamento lo ve en la Biblia. Y en esto deja muy atrás a Erasmo.
Arias Montano, capellán del Rey, es quien inspiró a Felipe II el
designio de autorizar con su nombre la BIBLIA POLÍGLOTA de Amberes, resucitando
el mecenazgo de Cisneros. El asumió el papel de editar la BIBLIA REGIA, que no
es una simple reproducción de la de Alcalá. A la de Montano se añadía la
versión siríaca caldea, de forma que incorporaba en 4 lenguas. Las innovaciones introducidas con respecto
a la Biblia Políglota Complutense y, más aún, en relación con la Vulgata
levantaron los recelos de la Inquisición, y fue denunciada por León de Castro,
si bien pudo ser finalmente editada en Amberes en 1572. Arias corrigió la versión “interlineal” de la
Vulgata, de SANCTES PAGNINO y formó un verdadero aparato bíblico con sus
numerosas disertaciones sobre la Masorah, sobre los idiotismos hebreos, sobre
el lenguaje arcaico, sobre pesos, medidas y monedas, sobre la geografía de
Palestina, sobre arquitectura e indumentaria de los judíos, sobre la
cronología, etcétera. Conservó, pues,
la Vulgata pero le añadió una versión nueva revisada con la ayuda de
algunos otros sabios, constituyendo así un segundo volumen del Apparatus. Había
hecho colaborar a católicos, herejes y rabinos para levantar este monumento.
León de Castro quiso atacar a Arias Montano denunciando en el Apparatus de la
Biblia Regia un atentado a la majestad de la Vulgata y un triunfo de los rabinos.
No sólo dejaba muy atrás a Erasmo, sino también a los cánones del Concilio
de Trento, afanosos de mantener el prestigio de la Vulgata atribuida a San
Jerónimo, y adoptada por el Concilio por encima de cualquier pequeña
divergencia que se suscitara en la comparación con los diversos textos griegos.
Montano salió indemne de este intento de proceso, pero no así los hebraístas de
Salamanca convocados a revisar en 1562
la reedición de la llamada Biblia de Vatable publicada en Salamanca en 1555 y
luego prohibida por Valdés. Los tres hombres consultados fueron acusados de
parcialidad y se les entabló un famoso
proceso. Por su parte, Montano siguió en el Monasterio de El Escorial encargado
de la Biblioteca y enseñando.
En cuanto a la espiritualidad española del siglo XVI ha sido estudiada
en relación a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz, la proliferación
de literatura ascético mística tan
abundante hacia 1555 se ha tratado como una fase preparatoria. Esa producción
tan intensa en el momento de la ascensión de Felipe II se enrarece después bajo
la influencia del índice de 1559. Y no se librara nunca de la sospecha de
iluminismo. Es por ello por lo que SANTA TERESA hace una reforma carmelitana:
en realidad busca un refugio para la oración mental amenazada. También SAN JUAN
DE LA CRUZ tendrá que sortear esa sospecha.
Pero hay que decir que la corriente de interioridad mística propiamente
dicha que se desarrolla en los claustros no debe nada a la interioridad
erasmiana. Y es sólo a través de Fray Luis de Granada en que se ve de forma
indirecta ese influjo erasmiano.
FRAY LUIS DE GRANADA
Es el maestro indiscutible de esa vulgarización de la oración entre los
laicos en los años 1550- 1558. El índice de 1559 se fijó en él de manera
especial. Y Fray Luis de Granada logró salvar su pensamiento a base de añadirle
correcciones, con lo que va suprimiendo las reminiscencias erasmianas que
podían notarse en sus libros.
En Córdoba escribe su famosísimo Libro de la oración y meditación,
revisado finalmente en Évora (Portugal), donde habitó desde principios de 1551 e impreso
en Salamanca en 1554, pero esto le supone el principio de sus tropiezos con la
Inquisición, y en concreto con el Inquisidor General Fernando de Valdés (1483-1568), alentado por fray Melchor Cano (1509-1560), teólogo dominico y consultor inquisitorial, al
que molestaba que Luis de Granada estuviera convencido de la vocación universal
a la santidad, pues pretendía "hacer
contemplativos e perfectos a todos, y enseñar al pueblo en castellano",
así como "en haber prometido camino
de perfección común e general a todos los estados, sin voto de castidad,
pobreza e obediencia", principios que suenan claramente erasmistas. El
tratado es puesto en el índice español
de 1559, aunque se sigue editando en el extranjero, pero esta obra y su famosa Guía de pecadores (1556), también incluida en el Índice español, son revisadas y aprobadas
nada menos que por el Concilio
de Trento, y el Papa Pío IV,
acaso a instancias de San Carlos
Borromeo (1538-1584), cardenal arzobispo de Milán y gran entusiasta
de sus obras.
FRAY LUIS DE LEON
Fray Luis de León es uno de los
escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San
Juan de la Cruz. Su obra forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI y
está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder
alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y
ascéticos dominan toda su obra. Es
el hombre cuyo episodio más conocido son las persecuciones dramáticas que tuvo
que sufrir.
Fray Luis nació en Belmonte en 1527 o 1528. Residió y cursó sus
primeros estudios en Madrid y Valladolid, donde su padre, abogado, ejercía la
labor de consejero regio. Cuando cumplió los catorce años, marchó a estudiar a Salamanca, ciudad que constituyó el
centro de su vida intelectual como profesor de su universidad. Allí ingresó en
la Orden de los Agustinos (Orden de San Agustín), probablemente
en enero de 1543, y profesó el 29
de enero de 1544.
Estudió filosofía con Fray Juan de Guevara. En el curso de 1556-1557 conoció también a
fray Cipriano de la Huerga, un
orientalista catedrático de Biblia en Alcalá de Henares, encuentro que
supondría una experiencia capital en la formación intelectual de Fray Luis.
Asimismo un tío suyo, profesor de la universidad salmantina, le orientó en esos
momentos. Regresa
muy pronto de Alcalá a Salamanca donde había empezado sus estudios helénicos y
se hace amigo de los hebraístas con
ellos compartirá desgracias.
Entre mayo y junio de 1560 obtuvo los grados de licenciado y
maestro en Teología por la Universidad de Salamanca. Comenzó entonces su lucha
por las cátedras: la de Santo
Tomás, que ganó al año siguiente, 1561, frente a siete aspirantes y entre ellos
el maestro dominico Diego
Rodríguez. En 1565, al completar los cuatro años para los que había obtenido la
cátedra de Santo Tomás, opositó a la cátedra de Durando, saliendo triunfador de nuevo
frente a Diego Rodríguez, y se mantuvo en ella hasta marzo de 1572.
Las envidias y rencillas entre órdenes y las denuncias del
catedrático de griego, León de
Castro, entre otros profesores, le llevaron a las cárceles de la Inquisición bajo la acusación de preferir el texto
hebreo del Antiguo Testamento a la versión latina (la traducción Vulgata de San
Jerónimo) adoptada por el Concilio
de Trento, lo cual era cierto, y de haber traducido partes de la Biblia, en concreto el Cantar de los Cantares, a la
lengua vulgar, cosa expresamente prohibida también por el reciente concilio y
que sólo se permitía en forma de paráfrasis.
Por lo primero fueron perseguidos y encarcelados también sus amigos los
hebraístas Gaspar de Grajal y Martín
Martínez de Cantalapiedra. Aunque era inocente de tales acusaciones, su prolija
defensa alargó el proceso, que se demoró cinco largos años, tras los cuales fue
finalmente absuelto.
Tras su estancia en la cárcel (del 27 de marzo de 1572 al 7
de diciembre de 1574), fue nombrado profesor de Filosofía Moral y un año más tarde consiguió la
cátedra de la Sagrada Escritura,
que obtuvo en propiedad en 1579. En la universidad fue profesor de San Juan de la Cruz, que se llamaba
por entonces Fray Juan de San Matías.
El libro Los Nombres de Cristo,
comenzado a escribir en la cárcel, destaca en toda la literatura espiritual de la época de Felipe II. Fr. Luis no es un
biblista de la Escuela de Montano. Si practicó el estudio de la biblia en su
original su estudio tiende en él a un
enriquecimiento de su espiritualidad.
En Los
Nombres de Cristo muestra una complejidad, perfección y profundidad
excepcional. Fray Luis agrega a su obra el encanto de sus versos. Domina el
arte de conmover por medio de la elocuencia
o del silencio mismo. La poesía bíblica se hace al gran público gracias
a Los Nombres de Cristo. El propio fray Luis dejó
escrito su concepto de la poesía como "una comunicación del aliento
celestial y divino".
Podría hablarse de cierto erasmismo secreto a la hora de exponer los
misterios de los nombres de Cristo. Ya en el prefacio se queja con amargura de
que se haya prohibido la circulación de la Biblia en lengua vulgar. Lo atribuye
a la ignorancia y a la soberbia. Los prelados se la han quitado de las manos a
los ignorantes pero no las han puesto en conocimiento de los que deberían
enseñar las Escrituras. El libro de Fray Luis abre la llave para poder dar a
entender la dogmática, la mística y la ética cristianas. Fray Luis vuelve una y
otra vez a los temas fundamentales de la cristología paulina para llegar a
distinguir entre un formalismo monástico y
la imitación interior de Jesucristo. Nos lleva muy cerca del iluminismo
erasmiano. Quiere conciliar la omnipotencia de la gracia con el esfuerzo humano
hacia lo mejor. Aspira a una gran paz
cósmica y en una enriquecida meditación platónica sobre el hombre y el Universo
desarrolla una philosophia Christi.
Empezó a escribir en 1572 De
los nombres de Cristo, obra en tres libros que no terminaría hasta 1585. En ella muestra la elaboración
última y definitiva de los temas e ideas que esbozó en sus poesías en forma de diálogo ciceroniano donde se comentan las
diversas interpretaciones de los nombres que se dan a Cristo en la Biblia: "Pimpollo",
"Faces de Dios", "Monte", "Padre del Siglo
futuro", "Brazo de Dios", "Rey de Dios",
"Esposo", "Príncipe de Paz", "Amado",
"Cordero", "Hijo de Dios", "Camino",
"Pastor" y "Jesú". Llega ahí a la máxima perfección su
prosa castellana, de la que puede ser buen ejemplo el párrafo siguiente:
“Consiste, pues, la perfección de las
cosas en que cada uno de nosotros sea un mundo perfecto, para que por esta
manera, estando todos en mí y yo en todos los otros, y teniendo yo su ser de
todos ellos, y todos y cada uno de ellos teniendo el ser mío, se abrace y
eslabone toda esta máquina del universo, y se reduzca a unidad la muchedumbre
de sus diferencias; y quedando no mezcladas, se mezclen; y permaneciendo
muchas, no lo sean; y para que, extendiéndose y como desplegándose delante los
ojos la variedad y diversidad, venza y reine y ponga su silla la unidad sobre
todo. Lo cual es avecinarse la criatura a Dios, de quien mana, que en tres
personas es una esencia, y en infinito número de excelencias no comprensibles,
una sola perfecta y sencilla excelencia”[16] (De los nombres de Cristo, lib. I).
Como varón comprometido con su tiempo
no dejó de lado los problemas del día a día, así que dentro del contexto de los
problemas abordados por la Escuela
de Salamanca, a la que pertenecía, en 1582 junto al jesuita Prudencio de Montemayor, fray Luis
intervino en la polémica De auxiliis hablando sobre la libertad humana, lo
que le llevó a ser denunciado nuevamente ante la Inquisición, aunque esta vez
sin otra consecuencia que una suave amonestación del Inquisidor general,
arzobispo de Toledo y cardenal, Gaspar
de Quiroga, y la prohibición de enseñar dichas ideas. Poco antes de su muerte
era provincial de su orden.
La muerte le sorprendió en Madrigal de
las Altas Torres en 1591 cuando preparaba una biografía de Santa Teresa de Jesús, cuyos escritos había
revisado para la publicación; admiraba la labor de la monja reformadora y había
pretendido incluso que ingresara en su orden. Tras su muerte sus restos fueron
llevados a Salamanca, en cuya universidad descansan.
Fray Luis de León es con Arias Montano quien mejor nos hace comprender
el secreto de la Contrarreforma: esta debe su fuerza no al aparato
inquisitorial sino a que conservó ese espíritu que Erasmo había predicado antes
que Lutero y que había querido salvar antes de su condena. Al erasmismo español
es al que la Contrarreforma debió tantos libros importantes e hizo a miles de
hombres ilustrados conciliar el apego a la Iglesia con el espíritu más
profundamente cristiano.
EL CLASICISMO NACIENTE
Durante la segunda
mitad del siglo XVI las literaturas modernas aspiraban a racionalizarse y a
rivalizar con las obras de la antigüedad grecolatina imitando contenido y
estructura. En este movimiento desempeñó un gran papel la Poetica de Aristóteles, con su doctrina de la doble verdad: la
pintura de las cosas tal como han ocurrido y la pintura idealizada de las cosas
como hubieran podido ser. Y es ahí donde el Clasicismo encontró la satisfacción
de una doble necesidad: de moral y de racionalidad.
Se da la espalda al
realismo crudo para volver a la naturaleza, satisfaciendo así cierto optimismo moral y naturalismo
secreto que hace que el Renacimiento se emparente en esto con Rousseau. Una de
las manifestaciones más curiosas es la acogida
que se dispensa al género pastoril.
Hay dos géneros que
cultiva el clasicismo propiamente dicho: la epopeya y el teatro. Es un
Clasicismo favorecido por una evolución del humanismo que lo alejaba
sensiblemente de la orientación erasmiana. El humanismo cristiano de los
humanistas estaba estrechamente ligado a
la philosophia Christi. Ese humanismo dio paso a un humanismo reposado, fundado
en el estudio de los poetas y los oradores latinos, y es el que cultivaron los
jesuitas. Su enseñanza tendía a adornar el espíritu, a iniciarlo en el bien
decir.
Destacan las ideas del BROCENSE en la
reforma de los estudios clásicos es, a mediados del siglo XVI, análoga a
la de Antonio de Nebrija a comienzos del
siglo, como se muestra en su Arte
para saber latín (1595), en
el Grammaticae graecae
compendium (1581) y sobre
todo en Verae brevesque latinae institutiones (1587), donde corrige el método de
Nebrija. Sin embargo, es recordado sobre todo por su Minerva sive de causis linguae
latinae [17](Salamanca: Renaut,
1587), una gramática del latín que en sus cuatro libros o secciones (estudio de
las partes de la oración, del nombre, del verbo y de las figuras), supone un
intento señero por someter el estudio de la lengua a la razón. Frente a los
primeros gramáticos del Humanismo (como Lorenzo Valla, y Antonio de Nebrija)
que escriben gramáticas normativas fundadas en el usus scribendi de los autores antiguos, el escritor
extremeño pone como piedra angular de todo su sistema gramatical la ratio: no reconoce otra
autoridad que la razón y lleva hasta sus últimas consecuencias la lógica del
estudio gramatical.
Su obsesión es encajarlo todo en
esquemas racionales, dando un papel muy importante en su interpretación
gramatical a la elipsis, instrumento
esencial de su sistema. En esa búsqueda de esquemas racionales trasciende las
fronteras de la lengua latina, para llegar incluso a intuir una gramática
general que todas las lenguas llevan implícita. Constituye así un hito
importantísimo para la Gramática de Port Royal y para la Gramática
generativa de CHOMSKY.
Su tremenda capacidad
crítica (para él la mayor autoridad es la razón) y su inconformismo con la
autoridad provocó que los censores tuviesen que restringir la circulación y
divulgación de sus obras. Una década después de jubilarse, en 1595, comenzó un
nuevo proceso inquisitorial interrumpido esta vez solamente por su muerte:
falleció el 5 de diciembre de 1600, aislado en su casa a causa del arresto
domiciliario que la Inquisición le había impuesto.
Se une también a lo largo de la 2ª parte del
siglo XVI otra tendencia, la de un neoestoicismo, que perseguía un renacimiento
del humanismo filosófico. Por su afán de conciliar su fe moral con el
cristianismo, fue un nuevo género de philosophia
Christi. JUSTO LIPSIO fue el maestro de este género, sobre todo desde el
momento en que se traslada a Lovaina. Con él se escriben tanto ARIS MONTANO
como QUEVEDO. Pero todos estos escritores que llegaran a la mayoría de edad en
el siglo XVII ya no recuerdan a Erasmo más que por sus Adagios y su Elogio de
la locura. Este es el caso de un LOPE DE VEGA.
El caso de QUEVEDO es
más complejo, pues asoció al humanismo devoto de San Francisco de Sales, el
estoicismo cristiano de JUSTO LIPSIO, al tiempo que encarnaba el espíritu
satírico más virulento.
El libre cristianismo
en espíritu, en que el erasmismo había visto el terreno de la reconciliación
entre protestantismo y ortodoxia, no ha muerto ciertamente, pero puede decirse
que después de la muerte del BROCENSE y de los hombres de su generación, el
erasmismo está muerto.
Es CERVANTES quien está
aún fecundado por el otoño del Renacimiento español. Menéndez Pelayo veía en su
obra, escrita en plena Contrarreforma, un parentesco con “la literatura
polémica del Renacimiento”, con “la influencia latente, pero siempre viva, de
aquel grupo erasmista, libre, mordaz y agudo”. La obra de Cervantes permanece
fiel a las ideas de su juventud, a hábitos De pensamiento que la época de
Felipe II había recibido del Emperador, aunque tenga cierta influencia del
humanismo tipo jesuítico vía LOPEZ DE HOYOS. El punto de partida de Cervantes
es el mismo que el de Juan de Valdés y Luis Vives: el de una crítica a la
literatura caballeresca que atraviesa todo el siglo XVI español. Su estilo es una amalgama personalísima de
elegancia florida a la manera de Boccaccio, de irónico desapego a la manera de
Ariosto, de sobriedad aguda según la
mejor tradición castellana. Por este aspecto de su genio se muestra también
heredero de las lecciones del humanismo
erasmizante.
AUTO DE FE DE 1680, MADRID
De entre los muchos Autos que tuvieron lugar en
diferentes ciudades, destaca El Auto de fe del 30 de junio de 1680, en la plaza Mayor de Madrid, nos
proporciona una de las imágenes más espectaculares de la España barroca, que se
ha asociado con la visión negra de la decadencia hispánica. Asistió Carlos II
en compañía de su reciente esposa, María Luisa de Orleans, y de la reina madre,
Mariana de Austria, junto con la flor y nata de la sociedad madrileña. Tras una
preparación meticulosa, más propia del teatro que de la realidad, se procedió a
levantar un gran brasero. El balance del Auto general
de 1680 informa de que 104 reos fueron condenados por judaizantes y procedían
sobre todo de Portugal, pero también de Málaga, Zamora y Pastrana; muchos de
ellos constituían grupos familiares enteros.
Los judeoconversos fueron la principal preocupación de los tribunales
inquisitoriales en la segunda mitad del siglo XVIII. Hubo además 2 herejes y 11
reos por delitos menores. Sus edades comprendían desde los 14 años de la mujer
más joven hasta los 70 años de una anciana portuguesa. “Fuéronse ejecutando
los suplicios, dando primero garrote a los reducidos (arrepentidos) y luego
aplicando el fuego a los pertinaces, que fueron quemados vivos con no pocas
señas de impaciencia, despecho y desesperación. Y echando todos los cadáveres
en el fuego, los verdugos le fomentaron con la leña hasta acabarlos de
convertir en ceniza, que sería como a las nueve de la mañana”, nos dice el
Cronista Joseph del Olmo. La imagen más completa y detallista de esta ceremonia
es la que nos ofrece el espectacular cuadro pintado por Francisco Rizzi (Museo
de Prado) realizado en 1683 para adorno del Palacio del Buen Retiro. La
precisión histórica con que está ejecutado este cuadro puede comprobarse
siguiendo las explicaciones de la Relación que
Joseph
del Olmo, alcaide y familiar de la Inquisición, hace de todo el Auto.
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid,
1680. (Francisco Rizzi).
JUICIO Y CASTIGO INQUISITORIALES
La sentencia suponía
que el acusado debería presentarse en un auto de fe. Esta ceremonia o bien se
celebraba en privado (auto particular) o auto público, que es el verdadero auto
de fe. El auto privado se solía dar más frecuentemente con personas de mucha
influencia social y política o religiosa a no ser que su culpabilidad hubiera
sido patente.
Ser “penitenciado” era
el menor de los castigos. Los que eran penitenciados tenían que abjurar
espiritualmente de sus delitos, “de levi” por un delito menor y “de vehementi”
por uno grave. Si juraba “in vehementi”, cualquier reincidencia lo hacía
candidato a un severo casto en la siguiente ocasión. Los penitentes eran
condenados a castigos como el sambenito,
las multas, el destierro, azotes o las
galeras. El sambenito era una vestimenta penitencial que consistía en un traje
amarillo con una o dos cruces diagonales pintadas sobre él, debiendo llevarlo
por un tiempo indefinido que podía ir de unos meses a toda la vida. Debía
ponérselo cada vez que salía de casa. La orden de llevar un sambenito de por
vida solía acortarse después de un tiempo. Pero quedaban colgadas en la Iglesia
para memoria del hecho.
Los azotes era una
forma común de castigo físico. La Inquisición generalmente condenaba al
culpable a ser azotado mientras recorría las calles desnudo hasta la cintura,
generalmente subido a un burro siendo azotado con el número de latigazos
señalados generalmente eran 200.
Generalmente se
combinaban varias penas al mismo tiempo.
La “reconciliación”
suponía, en teoría, el retorno de un pecador al seno de la Iglesia después de
haber efectuado la penitencia. En la práctica era el castigo más severo, salvo
la “relajación”.
Todas las penas que
acompañaban a la “relajación” eran más duras: además del sambenito, podía ser
condenado a largas temporadas en cárcel o en las galeras. Cuando uno era
sentenciado a ser relajado, se le comunicaba la noche anterior. A menudo se le
confiscaban los bienes, de forma que a menudo, una vez convertido en católico
ortodoxo, tendría que enfrentarse a una vida de mendigo. El que reincidía
después de una “reconciliación” debía ser tratado como hereje relapso y enviado
a la hoguera. Los que iban a ser relajados en un Auto de fe debían llevar
puesto un sambenito negro, pintado con llamas y demonios.
El máximo castigo era
la hoguera. En ese caso se lo relajaba entregándolo a las autoridades civiles,
quienes debían aplicar la pena de muerte. Sólo los herejes impenitentes y los
relapsos podían ser sentenciados a la hoguera. Una vez sentenciados como
relajados si se arrepentían antes de que el auto de fe llegara al punto final,
eran estrangulados antes de prenderlos. Hubo también gran número de gente
quemados en efigie porque ya habían muerto sin castigo.
&&&
Fernando Herrero Salas
[1]
Bataillon:
Erasmo y España, I, pgs. 244-246).
[2] A.G.S. Estado Legajo 4, fol.
41: G. de Bovadilla, Abad de Husillos, al cardenal Cisneros (Palencia, 26 de
Noviembre de 1516).Conf. Erasmo y España, I, pg.
84.
[3] Stephen NEIL: La interpretación
del Nuevo Testamento, p. 234. Oxford University Press,
1964
[4] I Co 15,3-82, Testimonio de la Resurrección de Cristo, p. 36.Tesina, pg. 36.
[5] A.G.S. Estado, Leg. 4 (ant. 3),
fol. 41. Conf.: Bataillon, Erasmo y
España, I, pg. 84.
[6] (Traducción
de la Biblia de Jerusalén, que en una nota hace alusión al texto puesto por
nosotros en paréntesis y admitido en la Vulgata (¿de San Jerónimo?), pero
ausente de los mss. griegos más antiguos,
de las antiguas versiones y de las mejores versiones de la Vulgata, y
que parece una glosa marginal introducida tardíamente en el texto).
[7] Pastor bonus, fol. g II r-v.
[8] Alfonso de Valdés, Diálogo,
pgs. 96-98.
[9] Javier Perez Escohotado dice en: “Antonio de
Medrano, alumbrado epicúreo” pg. 185 ss.
[10] Luis Gil Fernández cita en su Panorama
social del Humanismo español (1997, 2.ª ed., p. 452).
[11]
Octavio
Javier Esqueda.
[12] El
Auto de 1559 fue uno de los autos más famosos: Se corrió el rumor que había un
grupo de luteranos que se reunían en casa de Pedro Cazalla, contador del rey, hermano del obispo Cazalla y la
famosa María Cazalla, y padre del doctor Agustín Cazalla, uno de los más
sabios y elocuentes predicadores del Emperador, y que había sido hecho preso
junto con toda su familia.
Agustín Cazalla era natural de Sevilla e hijo de
Pedro Cazalla, contador del rey, pero pertenecía a una de las más arraigadas
familias de Valladolid por su madre Doña Leonor de Vivero, en cuya casa
vivía y juntaba a sus sectarios. Fue canónigo de Salamanca: no se sabe si pasó
a Alemania como otros teólogos enviados por el emperador a conferenciar con los
luteranos, aunque algo de esto parece indicar Illescas en su Historia
pontificia al decir que volvieron pervertidos algunos de los que iban allá
a convertir. Tuvo dos hermanos curas, Francisco y Pedro, y una hermana soltera,
Beatriz, que fueron, como el, ajusticiados; otro de sus hermanos, Juan, y una
hermana, Constanza, viuda del contador Hernando Ortiz, salieron condenados a
cárcel perpetua.
Como Agustín Cazalla era uno de los más sabios
predicadores del emperador, cundió la alarma, y se hizo una redada en que
teólogos sacerdotes, abogados, nobles damas, o humildes criadas incluso
vírgenes de claustro fueron miradas con lupa y llevadas ante el tribunal.
[13] QUADRADO, José Mª: España. Sus monumentos...Valladolid,
Palencia y Zamora, Barcelona, 1885, pg. 137
[14] QUADRADO, José Mª: España. Sus
monumentos...Valladolid, Palencia y Zamora, Barcelona, 1885, pgs. 138-139.
Ninguna mención, en cambio, de las monjas cistercienses de Belén en el Capítulo
General en el Monº de Palazuelos. (A.H.N. Clero. Palazuelos. Libro 16536, pgs. 11ª – 16 a).
[15] Tomamos notas de QUADRADO, José Mª: España.
Sus monumentos...Valladolid, Palencia y Zamora, Barcelona, 1885, pag. 135
ss.
[16]
Fray Luis de León: De los nombres de Cristo, lib. I.
[17] Salamanca: Renaut, 1587.
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